La Virgen
María, Predicadora de la Buena Noticia de Jesús
María nos brinda copiar y vivir su gran ilusión,
la ilusión de dar a luz a su Hijo Jesús en nuestra persona. “Y dio a luz a su hijo primogénito” (Lc 2,7).
María, como toda buena madre que desea al hijo de
sus entrañas, tuvo la gran ilusión de dejar nacer en su seno a su Hijo Jesús.
Pues bien, María nos brinda a todos nosotros, guardando las distancias, tener
esa misma ilusión y gozo: dejar nacer en nuestro ser a Jesús, el Hijo de Dios y
el Hijo de María.
Esa debe ser la gran ilusión de nuestra vida:
dejar nacer a Jesús en nosotros, porque él desea nacer en nuestro corazón.
Dejar que nazca y se apodere de nuestro corazón para que amemos como Él ama y a
todo lo que Él ama. Que se apodere de nuestro entendimiento y nuestros ojos
para que veamos y juzguemos las cosas como Él las ve y juzga. Que se apodere y
nazca en nuestros sentimientos para que podamos tener siempre y reaccionar
siempre con los sentimientos de Jesús… Es decir, que podemos realizar en
nosotros ese proceso de continua cristificación al que nos anima San Pablo: “Ya
no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”… ya no soy yo quien ama, es
Cristo quien ama en mí, ya no soy yo quien perdona, quien se entrega, quien… es
Cristo quien perdona, quien se entrega… en mí.
Un buen teólogo nos
dice en esta misma línea: “Con el ejemplo y la ayuda de la Virgen, toda alma
pacífica y limpia, dispuesta a hacer la voluntad divina, puede convertirse en
Madre de Dios según la gracia: concebir y engendrar a Jesús en su corazón, una
pequeña alegría que supera la muerte.”
El Papa Benedicto
XVI insiste en esta misma verdad: “Contemplando en la Madre de Dios una
existencia totalmente modelada por la Palabra, también nosotros nos sentimos
llamados a entrar en el misterio de la fe, con la que Cristo viene a habitar en
nuestra vida. San Ambrosio nos recuerda que “todo cristiano que cree, concibe
en cierto sentido y engendra al Verbo de Dios en sí mismo: si, en cuanto a la
carne, sólo existe una Madre de Cristo, en cuanto a la fe, en cambio, Cristo es
el fruto de todos. Así pues, todo lo que le sucedió a María puede sucedernos
ahora a cualquiera de nosotros en la escucha de la Palabra y en la celebración
de los sacramentos”.
Fr. Manuel Santos, OP
Velazquez |
MISTERIOS GLORIOSOS
Primer
misterio: La Resurrección del Señor
“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está
vivo y cree en mí, no morirá para siempre” (Jn.11, 25-26).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Segundo Misterio: La Ascensión
a los cielos
“Mientras
los bendecía, se separó de ellos subiendo
hacia el cielo. Ellos se postraron ante Él y se volvieron a Jerusalén con
gran alegría” (Lc.24, 51-52).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Tercer
Misterio: La venida del Espíritu Santo
“Una vez que
comían juntos les recomendó: No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla
la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua,
dentro de pocos días seréis bautizados con
Espíritu Santo” (Hch. 1, 4-5).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Cuarto
Misterio: La Asunción de María
“Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que este
ser mortal se revista de inmortalidad. Entonces se cumplirá la palabra
escrita: “La muerte ha sido absorbida en la victoria”. (1 Cor. 15, 53-55).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Quinto
Misterio: María, madre y reina
“En la
celebración de la realeza de María se contempla a aquella que, sentada junto al
Rey de los siglos, resplandece como Reina
e intercede como Madre” (“Marialis
cultus” de S. Pablo VI).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Oración a María
Oh beatísima y dulcísima
Virgen María, Madre de Dios,
rica en misericordia, hija del sumo Rey,
Señora de
los Angeles, Madre del Creador,
al seno de tu misericordia confío este día
y
todos los días de mi vida, mi cuerpo y mi alma,
todos mis actos, pensamientos,
quereres, deseos,
palabras y obras, toda mi vida y su fin,
para que por tu
intercesión vayan ordenados al bien,
en conformidad con la voluntad de tu amado
Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
a fin de que, oh mi Señora santísima,
tú seas
mi ayuda y mi consuelo contra las insidias y los lazos
del antiguo enemigo y de
todos mis enemigos.
[Santo Tomás de Aquino, op]
María en la Música:
"SOBREDOSIS DE TERNURA", de Maite López.