miércoles, 29 de enero de 2020

La Verdad, dialogada y compartida


“LA VERDAD, DIALOGADA Y COMPARTIDA”,
charla de Fr. Félix Hernández, op,
dentro del Aula de Espiritualidad Popular “Beato P. Posadas, op”, de Córdoba.



En la tarde de ayer, festividad de Santo Tomás de Aquino, se celebró en el Salón de Conferencias del convento de los Dominicos, en la Iglesia de San Agustín, de Córdoba,  la segunda de las charlas programadas para este curso dentro del Aula de Espiritualidad Popular “Beato P. Posadas, O.P.”, espacio de encuentro de la palabra, la escucha y el diálogo, puesto en marcha el pasado curso por los dominicos de Córdoba para tratar temas de actualidad desde un punto de vista espiritual y religioso. En esta ocasión Fr. Félix Hernández, op, miembro de la Comunidad de Santo Domingo de Scala Coeli de Córdoba, disertó sobre el tema “La Verdad, dialogada y compartida”.



En la primera parte del acto, Fr. Francisco J. Rodríguez Fassio, op, también de la Comunidad dominica de Scala Coeli, realizó una detallada presentación sobre la figura de Sto. Tomás de Aquino hoy, señalando que últimamente se está comenzando a conocer más y mejor la obra de Sto. Tomás, sobre todo en lo referido a sus comentarios de la Biblia y sus sermones, sin olvidar su ya conocida y muy comentada Suma Teológica. “Sto. Tomás es mucho más que la Suma Teológica. Hoy se le está redescubriendo como un gran evangelizador”. El P. Rodríguez Fassio definió a Sto. Tomás como un ser tremendamente afectivo, poeta, místico, un gran predicador, un hombre de su tiempo y viajero -tanto que incluso murió en camino-, muy interesado por la realidad, sobre todo por los “por qué, para qué y cómo de esa realidad”. Pero, principalmente fue un teólogo bíblico, un gran biblista, que intenta comprender y hacer comprender la Palabra de Dios recogida en la Sagrada Biblia, uniendo la teología, la espiritualidad, la moral, las cuestiones filosóficas y las sociales, señalando que, ante la realidad de Dios, del hombre y del mundo, lo principal es averiguar qué podemos saber y cómo podemos responder. Trata de huir de los compartimentos estancos y tener una visión total de la vida. Finalmente, destacó mediante diversos ejemplos la que denominó “modernidad” de Sto. Tomás.

A continuación cedió la palabra a Fr. Félix, no sin antes presentarlo como un teólogo con la pintura, con la palabra y con la acción pastoral, testigo y predicador de la Belleza, la Verdad y  el Bien, que son los otros nombres de Dios.

Fr. Félix, inició su intervención agradeciendo la presentación y la amplia asistencia a este acto, señalando que iba a tratar de traer al mundo de hoy, a nuestras vidas, a lo concreto, esa búsqueda de la Verdad de Sto. Tomás.

Tras presentar varias definiciones del término “verdad”, Fr. Félix explicó su significado desde la tradición cristiana, mencionando a quién más se refirió a la misma, San Juan a través de su Evangelio. “Pero Juan no llama nunca a Dios mismo como “la Verdad”, sino que Dios nos revela “Su Verdad”. Y esa “Verdad” que Dios revela es Jesucristo”.

Hoy la verdad es un tema muy discutido, parece que se ha extendido en nuestro mundo que no hay una sola verdad, sino que todo es relativo (“lo que hoy es verdad, ayer no lo era”, “la verdad de hoy puede que mañana no lo sea”). Parece que cada persona tiene su “propia verdad” y todas son igualmente válidas. Pero esto es peligroso y triste, ya que si cada uno se mueve y valora por una propia y aislada verdad, es imposible tener un ámbito común en el que relacionarse, encontrarse y construir juntos. Y así se presentan fenómenos como las “fake news” o noticias falsas, que a fe de repetirse mucho pueden llegar a ser tenidas como válidas y verdaderas.

Pero, frente a todo lo anterior, tampoco se puede pretender la imposición de una sola verdad, cerrada para todos e incapaz de acoger la pluralidad del ser humano.

Fr. Félix se pregunta “cómo podemos situarnos entonces los creyentes, sobre todo los católicos, frente a esto”. Para ser humanos, para convivir, para progresar, necesitamos encontrar ese espacio común donde todos podamos encontrarnos con nuestro propio bagaje, con nuestras culturas, tradiciones e historias, y con nuestros sueños. Y eso es “la Verdad”, una verdad común y objetiva, pero, eso sí, una sola Verdad, que no es poseída en absoluto por nadie, que ha de ser buscada y, además, en común. Y para los católicos, esa Verdad que Dios revela es Jesucristo. Él mismo nos lo dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Y en la Verdad de Dios encontramos también la propia Verdad del ser humano. Jesús es la plenitud de esa revelación de Dios.

Jesucristo nos muestra esa Verdad de forma plena, pero nosotros –las personas- no cerramos la comprensión de esa Verdad, porque como seres humanos que somos, esa verdad la recibimos, compartimos y expresamos en categorías que son humanas y, por tanto, limitadas. Por eso debemos decir que ninguna persona está en posesión absoluta de la verdad. Si nadie la posee ni la encierra, es necesario por tanto buscarla permanentemente, y, además, esa búsqueda hay que hacerla con los demás, de un modo compartido. Es decir, una búsqueda de la verdad que necesariamente ha de ser dialogada y compartida. O como decía Fr. Timothy Radcliffe, o.p. “buscar la verdad es un acto de amor para llegar a aquellos que son diferentes y distintos a nosotros”.

Concretando lo manifestado anteriormente, Fr. Félix señaló que esa búsqueda de la verdad hay que hacerla a través del diálogo, el cual ha de tener una serie de características: ha de ser un diálogo total, es decir, un diálogo con todos, con el hermano, con el diferente, incluso con la sociedad que nos ha tocado vivir, con la cultura en la que vivimos y con las diferentes culturas que nos podemos encontrar; un diálogo con las realidades del dolor y el sufrimiento; un diálogo con toda la creación, ya que no podemos olvidar que la verdad se busca, exige nuestro esfuerzo y tiene que ser trabajada, pero, ante todo, se nos revela, se nos va ofreciendo por un Dios que se manifiesta en todo y en todos. Para la búsqueda de la verdad nos necesitamos todos. Y para ello necesitamos salir de la “propia tierra”, abandonar nuestras “propias seguridades”, lo que creemos saber y conocer, para acercarnos al otro con humildad, sin verlo como adversario, escuchándolo de verdad, tratando de no juzgarlo, de no rebatir lo que oímos, sino tratando de comprender, de acoger sus argumentos, su vida, su historia, con actitudes tales como la contemplación, el silencio, la comprensión y la misericordia.

Y otro elemento importante para la búsqueda de la verdad a través del diálogo es el conocerse a sí mismo, saber “quién soy”, saber qué elementos son renunciables y cuáles son esenciales, tener argumentos que ofrecer al otro, saber “lo que creo y por qué lo creo”. Y la mejor forma de saberlo es a través de la razón. La razón es parte de la fe, es parte de nuestro ser. Desde la razón también tenemos que amar. Si el amor sólo fuera sentimiento, sería inestable, caduco, cambiante. Sólo cuando la razón entra en el amor es cuando se puede construir algo sólido y definitivo. Por eso tiene que entrar la razón en la fe, porque la fe es una relación de amor, con Dios, consigo mismo y con los hermanos. Y la razón dicho en “dominicano”, es el estudio.

El estudio es un elemento esencial para la búsqueda de la verdad. Un estudio, en primer lugar, de la Palabra de Dios, no de forma literal, sino en profundidad; también, de la tradición y los saberes humanos, los signos de los tiempos, que nos permitan entender lo que Dios nos dice hoy para poder amar. Sólo se cambia lo que se ama. Hay que amar el mundo, hay que amar nuestra realidad  para poderla conocer, para poderla estudiar.  En todo podemos encontrar a ese Dios que se revela, y con todos podemos construir ese diálogo que es tan necesario para la búsqueda de la verdad. Aprender a dialogar con todo y con todos es buscar la verdad.

Y como parte final, Fr. Félix se refirió a la relación que existe entre la Verdad, el Bien y la Belleza, relación también estudiada por Sto. Tomás de Aquino. Se trata de un vínculo tan estrecho que la búsqueda de uno supone la búsqueda de los otros, y lo que podamos adquirir de uno lo vamos a adquirir también de los otros. La bondad es imprescindible, siempre y cuando nos lo planteemos con generosidad, buscando el bien de los hermanos, incluso con alguna propia renuncia. Por otra parte, la belleza, que parece que sea la única que no está en crisis, que sigue cautivando a las personas. Quizás sea uno de los caminos privilegiados que tengamos que aprender a transitar para podernos encontrar con el otro y buscar juntos la verdad.

Fr. Félix, mencionando la Encíclica “Fides es ratio” de  Juan Pablo II, señaló que debemos se buscadores de la Verdad y, además, contadores de esa Verdad. Tenemos que compartir esas pequeñas certezas, esos hallazgos, porque así se retroalimenta la búsqueda de la Verdad.

Finalmente, y como conclusión, Fr. Félix señaló que la búsqueda de la Verdad es amar, y el estudio es amor.  Estudiamos para amar más y mejor. Y conforme vamos caminando en esa aventura de la búsqueda de la verdad, nuestro corazón cada vez se ensancha más, podemos amar más y mejor. Que seamos capaces de hacerlo y que nos ayudemos los unos a los otros.

Finalizada la intervención de Fr. Félix se abrió un amplio e interesante dialogo entre los asistentes.

martes, 28 de enero de 2020

Festividad de Sto. Tomás de Aquino


Sto. Tomás de Aquino - Fr. Félix Hernández, O.P. - Scala Coeli Córdoba


… Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. Allí lo que cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Ga 5,6). Las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu: «La principalidad de la ley nueva está en la gracia del Espíritu Santo, que se manifiesta en la fe que obra por el amor». Por ello explica que, en cuanto al obrar exterior, la misericordia es la mayor de todas las virtudes: «En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias. Esto es peculiar del superior, y por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia, en la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo».

 … Santo Tomás de Aquino destacaba que los preceptos dados por Cristo y los Apóstoles al Pueblo de Dios «son poquísimos». Citando a san Agustín, advertía que los preceptos añadidos por la Iglesia posteriormente deben exigirse con moderación «para no hacer pesada la vida a los fieles» y convertir nuestra religión en una esclavitud, cuando «la misericordia de Dios quiso que fuera libre»…

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
EVANGELII GAUDIUM

DEL SANTO PADRE FRANCISCO

SOBRE EL ANUNCIO DEL EVANGELIO
EN EL MUNDO ACTUAL
 24 de noviembre de 2013





Dios, ¿está o no está en todas las cosas?

Dios está en todas las cosas, no dividiendo su esencia, o por accidente, sino como el agente está presente en lo que hace. Es imprescindible que el agente esté en contacto con lo que hace directamente y lo llene con su poder. En el VII Physic. Se prueba que el motor y lo movido van juntos. Como quiera que Dios es por esencia el mismo ser, es necesario que el ser creado sea su propio efecto, como quemar es el efecto propio del fuego. Este efecto lo causa Dios en las cosas no sólo cuando empiezan a existir, sino a lo largo de su existir, como la luz que el sol provoca en el aire se mantiene mientras el aire está iluminado. Así, pues, cuanto más existe una cosa, tanto más es necesaria en ella la presencia de Dios según el modo propio de ser. Además, el ser es lo más íntimo de una cosa, lo que más la penetra, ya que es lo formal de todo lo que hay en la realidad, como quedó demostrado (q.4 a.1 ad 3). Por todo lo cual se concluye que Dios está en todas las cosas íntimamente.

Dios, ¿está o no está en todas partes?

Como quiera que el lugar es una cosa determinada, estar en algún lugar puede entenderse de dos maneras: o como están las demás cosas, es decir, como algo está del modo que sea en otras cosas, así los accidentes del lugar están en un lugar; o como algo que está según el modo propio de un lugar, así los seres colocados están en un lugar. En cierta manera, de ambos modos está Dios presente en todo lugar, que es lo mismo que estar en todas partes. Del primer modo, porque así como está en todas las cosas dándoles ser, virtud y acción, así también está en todo lugar dándole virtud locativa. También porque las cosas colocadas están en un lugar llenándolo; y Dios lo llena todo. Pero no como cuerpo; pues se dice que el cuerpo llena un lugar en cuanto que no lo puede ocupar otro cuerpo. En cambio, el que Dios esté en algún lugar, no impide que otros estén allí. Precisamente Él llena todos los lugares, porque da ser a todas las cosas colocadas que son lasque llenan todos los lugares.
Sto. Tomás de Aquino
SUMA DE TEOLOGÍA
La Naturaleza Divina. Cuestión 8. 




Himno a Jesús Sacramentado
(Adoro te devote)

Te adoro con devoción, Dios escondido,
oculto verdaderamente bajo estas apariencias.

A Ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.


Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto;
pero basta el oído para creer con firmeza;
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios:
nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.


En la Cruz se escondía sólo la Divinidad,
pero aquí se esconde también la Humanidad;
sin embargo, creo y confieso ambas cosas,
y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.


No veo las llagas como las vio Tomás
pero confieso que eres mi Dios:
haz que yo crea más y más en Ti,
que en Ti espere y que te ame.


¡Memorial de la muerte del Señor!
Pan vivo que das vida al hombre:
concede a mi alma que de Ti viva
y que siempre saboree tu dulzura.


Señor Jesús, Pelícano bueno,
límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.


Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego,
que se cumpla lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro cara a cara,
sea yo feliz viendo tu gloria.


Amén.



lunes, 27 de enero de 2020

Semana dedicada a Sto. Tomás de Aquino, O.P. (6)



Sto. Tomás de Aquino (detalle). Iglesia de Sto. Domingo de Scala Coeli . Córdoba







“ … Tomás de Aquino, siguiendo la escuela de Alberto Magno, llevó a cabo una operación de fundamental importancia para la historia de la filosofía y de la teología; yo diría para la historia de la cultura: estudió a fondo a Aristóteles y a sus intérpretes, consiguiendo nuevas traducciones latinas de los textos originales en griego. Así ya no se apoyaba únicamente en los comentaristas árabes, sino que podía leer personalmente los textos originales; y comentó gran parte de las obras aristotélicas, distinguiendo en ellas lo que era válido de lo que era dudoso o de lo que se debía rechazar completamente, mostrando la consonancia con los datos de la Revelación cristiana y utilizando amplia y agudamente el pensamiento aristotélico en la exposición de los escritos teológicos que compuso. En definitiva, Tomás de Aquino mostró que entre fe cristiana y razón subsiste una armonía natural. Esta fue la gran obra de santo Tomás, que en ese momento de enfrentamiento entre dos culturas —un momento en que parecía que la fe debía rendirse ante la razón— mostró que van juntas, que lo que parecía razón incompatible con la fe no era razón, y que lo que se presentaba como fe no era fe, pues se oponía a la verdadera racionalidad; así, creó una nueva síntesis, que ha formado la cultura de los siglos sucesivos…

... La vida y las enseñanzas de santo Tomás de Aquino se podrían resumir en un episodio transmitido por los antiguos biógrafos. Mientras el Santo, como acostumbraba, oraba ante el crucifijo por la mañana temprano en la capilla de San Nicolás, en Nápoles, Domenico da Caserta, el sacristán de la iglesia, oyó un diálogo. Tomás preguntaba, preocupado, si cuanto había escrito sobre los misterios de la fe cristiana era correcto. Y el Crucifijo respondió: «Tú has hablado bien de mí, Tomás. ¿Cuál será tu recompensa?». Y la respuesta que dio Tomás es la que también nosotros, amigos y discípulos de Jesús, quisiéramos darle siempre: «¡Nada más que tú, Señor!» (ib., p. 320). ”

... santo Tomás nos propone una visión de la razón humana amplia y confiada: amplia porque no se limita a los espacios de la llamada razón empírico-científica, sino que está abierta a todo el ser y por tanto también a las cuestiones fundamentales e irrenunciables del vivir humano; y confiada porque la razón humana, sobre todo si acoge las inspiraciones de la fe cristiana, promueve una civilización que reconoce la dignidad de la persona, la intangibilidad de sus derechos y la obligatoriedad de sus deberes. No sorprende que la doctrina sobre la dignidad de la persona, fundamental para el reconocimiento de la inviolabilidad de los derechos del hombre, haya madurado en ambientes de pensamiento que recogieron la herencia de santo Tomás de Aquino, el cual tenía un concepto altísimo de la criatura humana. La definió, con su lenguaje rigurosamente filosófico, como «lo más perfecto que hay en toda la naturaleza, es decir, un sujeto subsistente en una naturaleza racional» (Summa Theologiae, Iª, q. 29, a. 3).

La profundidad del pensamiento de santo Tomás de Aquino brotaba —no lo olvidemos nunca— de su fe viva y de su piedad fervorosa, que expresaba en oraciones inspiradas, como esta en la que pide a Dios: «Concédeme, te ruego, una voluntad que te busque, una sabiduría que te encuentre, una vida que te agrade, una perseverancia que te espere con confianza y una confianza que al final llegue a poseerte».


BENEDICTO XVI
AUDIENCIAS GENERALES
 2 y 16 de junio de 2010


¿Es conveniente orar?

Fueron tres los errores de los antiguos acerca de la oración. Unos dieron por supuesto que la Providencia no dirige los asuntos humanos, de donde se sigue que la oración y el culto a Dios son algo inútil. A ellos se aplica lo que se lee en Mal 3,14: Dijisteis: frívolo es quien sirve a Dios. 

La segunda opinión fue la de quienes suponían que todo, también las cosas humanas, sucede necesariamente por la inmutabilidad de la divina Providencia, por la influencia ineludible de los astros o por la conexión de las causas. Según éstos, queda asimismo excluida la utilidad de la oración. 

La tercera fue la opinión de los que suponían que los sucesos humanos están regidos por la divina Providencia y que no acontecen necesariamente; pero decían asimismo que la disposición de la divina Providencia es variable y que se la hace cambiar con nuestras oraciones u otras prácticas del culto divino. 

Todo esto quedó ya refutado; por tanto, nos es preciso mostrar la utilidad de la oración en tales términos que ni impongamos necesidad a las cosas humanas, sujetas a la divina Providencia, ni tengamos tampoco por mudable la disposición divina. Así, pues, para que esto que decimos resulte evidente, hay que tener en cuenta que la divina Providencia no se limita a disponer la producción de los efectos, sino que también señala cuáles han de ser sus causas y en qué orden deben producirse. Ahora bien: entre las otras causas, también los actos humanos causan algunos efectos. De donde se deduce que es preciso que los hombres realicen algunos actos, no para alterar con ellos la disposición divina, sino para lograr, actuando, determinados efectos, según el orden establecido por Dios. Esto mismo acontece con las causas naturales. Y algo semejante ocurre también con la oración; pues no oramos para alterar la disposición divina, sino para impetrar aquello que Dios tiene dispuesto que se cumpla mediante las oraciones de los santos, es decir: Para que los hombres merezcan recibir, pidiéndolo, lo que Dios todopoderoso había determinado darles, desde antes del comienzo de los siglos, como dice San Gregorio.

Santo Tomás de Aquino
Suma de Teología IV. Parte II-II
Cuestión 83 artículo2.