sábado, 29 de mayo de 2021

Promesas Perpetuas Fraternidad laical Santo Domingo Scala Coeli - Mayo 2021

 

Dentro de la Celebración Eucarística del Domingo de Pentecostés, el pasado domingo 23 tuvo lugar el acto de otorgamiento de promesas perpetuas, por parte de Amalia Colón Cano y Manuel Antonio Navío Perales, miembros de la Fraternidad de Santo Domingo de Scala Coeli y  P. Posadas, de Córdoba.


Comenzó el acto el Presidente de la Fraternidad, Cristóbal Arellano, el cual destacó la presencia especial del Espíritu Santo en esta celebración de las promesas perpetuas de Amalia y Manolo, que suponía para ellos participar de la misión apostólica de la Orden de Predicadores, según su condición de laicos dentro de la Iglesia. Ello también suponía un compromiso para la Fraternidad, ya que como comunidad compartimos oración y estudio.

La celebración litúrgica, la cual fue preparada y contó con la participación en sus distintas partes de los miembros de la Fraternidad laical, estuvo presidida por el Asistente Religioso de la misma, Fray José Antonio Segovia, OP, el cual, en su homilía recordó que este acto de realizar promesas y, además, públicamente, no todas las personas actualmente están dispuestas a hacerlo. Pero debemos de fijarnos en Dios, el cual promete y cumple lo que promete. El Espíritu Santo es la promesa y el cumplimiento de todas las promesas de Dios. Tener fe en Él es saber que va a cumplir todas las promesas, en Jesucristo, y a favor nuestro. Creer es estar atentos a las promesas de Dios.

Relacionándolo con la celebración de este Domingo, manifestó igualmente que “la gracia de Pentecostés consiste en recibir la gracia de la fe para después poder entregarla”.

“Las personas, como Amalia y Manolo, que se comprometen públicamente, son personas de fe que son capaces de mirar con profundidad lo que pasa y ver que Dios tiene una mirada especial, son personas que viven en lucha por la vida, por la esperanza, por la reconciliación, por el amor y por la fraternidad”.

Finalizó manifestando que el carisma de Santo Domingo, cuyo 800 años de su muerte estamos celebrando, es decir, el carisma de la predicación sigue vigente en estos hermanos como laicos con la misión de transformar el mundo.

A continuación se inició propiamente el acto del compromiso perpetuo de pertenencia a la Orden de Predicadores como miembros de la Fraternidad de Santo Domingo de Scala Coeli y P. Posadas, de Córdoba, de Amalia y Manolo el cual fue prestado ante el Presidente de la Fraternidad y el Asistente Religioso, en representación del Maestro de la Orden de Predicadores.

Finalizado el acto, Amalia y Manolo recibieron las felicitaciones tanto de sus familiares que pudieron acompañarles, de los frailes de la Comunidad de Scala Coeli, así como de los miembros presentes de la Fraternidad laical y de las personas asistentes al acto que completaban en su totalidad el aforo que, por las circunstancias actuales, estaba delimitado.

 

Antonio-Jesús Rodríguez Hernández

Vocal de comunicación.

Fraternidad Santo Domingo Scala Coeli – Córdoba.

 

 

domingo, 23 de mayo de 2021

Tiempo de Pascua desde Scala Coeli (49)

 


 

 PENTECOSTES: CONSECHA DE DIOS EN LOS HERMANOS

 

Pentecostés es la Fiesta de la Cosecha Divina. Cincuenta días después de la Resurrección de Jesús, primera Cosecha, hoy acogemos la Plenitud de la gracia de Dios con la entrega de su Espíritu.

Así lo hemos ido viviendo y expresando durante toda la Pascua en este blog de Scala Coeli. Desde Roma hasta Andalucía, pasando por otros rincones de nuestro mundo, hemos vivido en torno a Cristo Resucitado, recibiendo su Espíritu para poder entregarlo ahora en Pentecostés.

El Cirio que hemos encendido, ya no se apagará jamás. Cada uno de nosotros irradiamos su Luz en nuestros ambientes y con esta cosecha espiritual, podemos orar y hacer de la oración una obra apostólica, porque “Yo soy lo que es mi oración”

 

1.   Es necesario invocar que se nos conceda el Espíritu. ¡Cuanto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan”. (Lc 11,13)

2.   Por el Espíritu confesamos al Señor Jesús. Nadie puede decir “Jesús es Señor”, a no ser impulsado por el Espíritu Santo.(1Co 12,1)

3.   Dios nos concede el Espíritu de oración. Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén, un espíritu de gracia y de oración y mirarán hacia mi. (Zac. 12,10)

4.   El Espíritu es motor de la oración. Pero vosotros orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna (Jds. 20)

5.   El Espíritu nos guía en el conocimiento profundo de nosotros y de Dios. Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu: y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios (1Cor 2, 10-11)

6.   El Espíritu nos enseña a compartir los dones de Dios. Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias  que Dios nos ha otorgado (1Cor 2,12-13)

7.   El Espíritu arranca de nosotros la exclamación filial. La prueba de que sois hijos, es que Dios ha enviado a nuestros corazones el espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba, Padre!. (Gal 4,6)

8.   La oración de adoración tiene lugar en el Espíritu. Pero llega la hora en que los adoradores verdaderos adoraran  al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu y los que adoran deben adorar en espíritu y verdad (Jn 4, 23-24).

9.   El Espíritu nos enseña a pedir en oración. El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene. Más el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu y que su intercesión a favor de los santos es según Dios. (Rom. 8,26)

                                                                                    

Fr. José Antonio Segovia, OP

 

 

 

sábado, 22 de mayo de 2021

Tiempo de Pascua desde Scala Coeli (48)

 

Dibujo para Cirio Pascual, obra de Fr. Félix Hernández, OP

 

 VISPERA DE PENTECOSTÉS

Jn. 21, 20-25: “Tú sígueme”.

 

Entre la primera vez que Pedro responde al “Sígueme” de Jesús al comienzo de la vida pública del Señor y la segunda, después de la Resurrección, le han pasado al Apóstol muchas cosas. Ha tenido que recorrer un largo camino hasta aceptar al Maestro (al cual Pedro ha querido siempre), pero también sus modos, su camino y sus criterios.

Antes de la Resurrección de Jesús, Pedro quería imponer sus criterios a Cristo: su respuesta al anuncio de la pasión, es “no será así”; frente al servicio como clave del mesianismo del Señor, dirá “no me lavarás nunca los pies a mí”, y frente a la humildad, el orgullo de su ego: “aunque todos te traicionen, yo no te traicionaré jamás”.

Después de la Resurrección de Cristo y gracias al amor generoso y perdonador de Jesús que lo afianza en el amor que, a su vez, Pedro tiene a Jesús, y le confía el cuidado de sus hermanos (“Pedro ¿me amas? Apacienta a mis ovejas”), Pedro recibe la invitación renovada de Jesús: “Tú sígueme”.

El Espíritu Santo hace que nuestra vida sea un pentecostés continuo: es decir, provoca, acompaña y hace posible ese seguimiento de Jesús desde lo cotidiano hasta las más exigentes consecuencias.

Es la fuerza y la alegría para el camino.

 

Fr. Francisco-José Rodríguez Fassio, OP

 

 

 

viernes, 21 de mayo de 2021

Tiempo de Pascua en Scala Coeli (47)

 

Dibujo para Cirio Pascual, obra de Fr. Félix Hernández, OP

 

 PASCUA: TIEMPO DE AMAR Y DEJARSE AMAR

 

Estoy seguro que si preguntásemos a un variado número de personas, tanto creyentes como no creyentes, sobre lo que consideran más esencial en sus vidas, seguro que, si no todos, la gran mayoría coincidiría en que es el amor. Y es que no podría ser de otro modo: fuimos creados por un Dios que no solo tiene por esencia el amor, sino que también comunica esa esencia, ese amor a los hombres, sus criaturas.

El amor es la base de nuestra fe y es la esencia de nuestro Dios. Podríamos decir que el misterio pascual es en cierto sentido el misterio de amor: Dios movido por su gran amor hacia nosotros, se sacrifica así mismo para introducirnos en la íntima comunión de amor intratrinitaria. Eso celebramos y recordamos en la pascua.

Las lecturas de estos últimos domingos de pascua nos han recordado con especial insistencia sobre la importancia de permanecer en este amor de Dios manifestado en su Hijo Jesús. Y permanecer en el amor de Dios no es sino guardar los mandamientos que el mismo Jesús resumió en el mandato del amor fraterno, es decir, de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado, eso es: de forma gratuita, apasionada, generosa, desinteresada, incondicional... Jesús nos ha amado con el mismo amor infinito con que lo ha amado el Padre, hasta el extremo entregar su vida por nosotros, dándonos de así la gran prueba de amor que él podía darnos (cf. 15,13). Pero hay veces, como ocurre con Pedro en el pasaje que hoy leemos en el Evangelio, que el mismo Jesús tiene que recordárnoslo. A Pedro se lo preguntó directamente hasta tres veces. Y a cada uno de nosotros también nos lo pregunta muy a menudo, tan directamente que nos pone al lado a algún hermano necesitado o alguna situación que requiere de nuestra acción. El Señor sabe que lo queremos, pero también quiere que cada uno de nosotros nos acordemos y, sobre todo, caigamos en la cuenta que el amor no es sólo decirlo, sino sentirlo y actuarlo.

 Jesús quiere que los suyos nos amemos unos a otros sin reservas; Él quiere que su forma amar no se pierda entre nosotros, sus discípulos. La voluntad de Jesús es que permanezcamos en su amor y nos amemos unos a otros “ya que el amor es de Dios, todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.” (1Jn 4,7)

En estos últimos días de este tiempo pascual, pidamos a Dios que nos conceda el coraje de dejarnos amar por Él hasta el punto de hacernos capaces de amarle a Él y a nuestros hermanos hasta el extremo. Amén.

 

Fr. Jesús Nguema, OP

 

 

 

 

 

jueves, 20 de mayo de 2021

Tiempo de Pascua desde Scala Coeli (46)

 

Dibujo de Cirio Pascual, obra de Fr. Félix Hernández, OP

 RESURRECCIÓN Y TESTIMONIO

 

     Estamos ya en la recta final de este Tiempo de Pascua desde Scala Coeli. Esta reflexión hace la nº 46.  El Domingo pasado celebrábamos la Ascensión de Cristo Resucitado, pero convencidos, como nos dice el Evangelio, que no nos ha dejado solos, sigue con nosotros y nos ha dejado un recado: que nosotros, sus seguidores, lo hagamos visible con nuestro vivir cotidiano, como nos lo recuerda en las lecturas de hoy Jueves de la semana VII de Pascua. Y como nos lo recuerda también  en la oración sacerdotal que pronunció en el discurso de la Última Cena y que leemos en el evangelio de hoy: “No sólo ruego por ellos, también por los que crean en mí por la palabra y obras de ellos”. Y una vez más nos insiste en la unión con Él y entre sí, como nos lo recordaba también hace tres domingos con la Parábola de la Vid: “Sin mí no podéis hacer nada”.

   Está claro: que cuanto más dejemos que Cristo ilumine nuestro corazón, más descubriremos cómo actúa en nosotros, sentiremos más su amor y más lo daremos a conocer. Solo así podremos decir: He resucitado con Él

    De ahí aquella plegaria de Annie Jonson Flint:

Cristo no tiene manos;

solo tiene las nuestras

para alargarlas al necesitado.

Cristo no tiene pies;

solo tiene los nuestros

para caminar con aquel que siempre está solo.

Cristo no tiene labios;

solo tiene los nuestros

para consolar al triste.

Cristo solo tiene nuestra ayuda

para ser portadores de su mensaje.

Nosotros somos la única Biblia

que la gente puede leer aún.

 

                                              Fr. Mariano del Prado del Prado, OP

 

 

 

 

 

miércoles, 19 de mayo de 2021

Tiempo de Pascua desde Scala Coeli (45)

 

Dibujo para Cirio Pascual, obra de Fr. Félix Hernández, OP

 

 LA VERDAD PLENA

 

Conságralos en la Verdad; tu Palabra es la Verdad

En su discurso de despedida, estando reunido con los apóstoles, Jesús hizo una petición a su Padre, que a la vez se convirtió en una tarea para los discípulos: ¡Padre, Conságralos en la Verdad, tu Palabra es la Verdad”. Desde ese día hasta hoy los seguidores de Jesús estamos llamados a dedicarnos a la búsqueda de la verdad, a buscar a Dios.

Buscar la verdad no es fácil, es una tarea ardua pero interesante. En más de una ocasión nos va a llevar a un mayor compromiso con las exigencias de la Palabra de Dios, nos va a empujar a ir contracorriente… nos va a complicar la vida sacándonos de nuestra zona de confort. Pero es nuestra misión y a ella debemos entregarnos en cuerpo y alma.

Para el cristiano sólo hay una verdad: Dios, y esta se revela en su Palabra.  

Profundizar en el conocimiento de la Palabra nos acerca a la verdad de Dios, y para llegar hasta la verdad plena tenemos la asistencia del Espíritu Santo a quién debemos invocar siempre que nos dispongamos a leer la Escritura.


Oración:

 

Ven a mí, Espíritu Santo,

Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu.

Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad.

Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de verdad: concédeme llegar al conocimiento de la verdad en toda su plenitud.

Ven a mí, Espíritu Santo, agua viva que lanza a la vida eterna: concédeme la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin fin. Amén.

 

                                               Monasterio de Santa Ana - Murcia.

 

 

 

 

martes, 18 de mayo de 2021

Tiempo de Pascua desde Scala Coeli (44)

 

Dibujo para Cirio Pascual, obra de Fr. Félix Hernández, OP

 

 LA VIDA ETERNA

 

Hemos sido creados desde el amor, en el amor y para el amor. Cuando ese amor es verdadero siempre tiene vocación de infinitud, me imagino que por esa razón el ser humano vive en esta tierra con esa sed de eternidad.

El “SÍ” rotundo de Jesucristo a la humanidad, el que llevó hasta las últimas consecuencias, nos devuelve al proyecto original, a lo que se nos cuenta en los primeros versículos del Génesis que Dios sueña para el ser humano.

No podemos decir mucho ni describir cómo es la vida eterna, pero desde la experiencia de la resurrección de Jesús, sí podemos afirmar sin ninguna duda que, ante todo, es un regalo: no se trata de un premio que nosotros ganamos por nuestros pobres méritos (¡estaríamos apañados!) sino de pura gracia de un Dios, loco de amor por nosotros, que no descansa hasta que ese amor triunfa para siempre.

Un don que, además, afecta a todo lo que somos, a nuestra dimensión espiritual pero también a la corporal, a la afectiva… incluso a toda la creación: un cielo y una tierra nueva donde podamos ser quienes auténticamente somos para siempre.

Sin embargo, como nos recuerda el papa Francisco en una de sus catequesis, no estamos hablando de un lugar físico, sino de un estado, más allá de conceptos humanos y finitos como el tiempo o el espacio, en el que se colmarán todos nuestros anhelos “en una nueva creación, con plenitud de ser, verdad y belleza, libre de todo mal y de la misma muerte”. Un modo de ser resucitados que a mí me gusta imaginar como ¡cuando nos abrazamos a nuestros padres, hijos o parejas y en ese momento sentimos que no nos hace falta nada más! Pues así: un abrazo infinito y muy apretado entre nosotros y de todos con Dios.

Hacia esa meta avanzamos como humanidad y como Iglesia, pero, es evidente que un determinado destino determina también el camino: no nos preparamos igual para hacer un viaje de negocios que para unas vacaciones, ni hacemos la misma maleta cuando nos dirigimos a la playa que si vamos a la montaña. La esperanza de la resurrección futura, por tanto, no está separada de nuestro presente, de alguna forma ya la empezamos a vivir aquí y ahora. Nuestro paso por esta tierra es la ocasión de abrir los brazos y el corazón, para ir reuniendo en ellos los rostros, vidas, necesidades, sueños… de más y más personas cada día.

Gracias a Cristo, la vida eterna ¡ya puede ser hoy!

 

                                                        Fr. Félix Hernández Mariano, OP

 

 

 

 

lunes, 17 de mayo de 2021

Tiempo de Pascua desde Scala Coeli (43)

 

Dibujo para Cirio Pascual, obra de Fr. Félix Hernández, OP

 

 

LA FE AUTÉNTICA

 

En la liturgia de hoy aparece con fuerza el tema de la fe, ¿qué es creer, cuál es la fe auténtica?

Para San Juan (Jn. 3,12), creer no es algo abstracto,  la fe se centra en la persona de Jesús. Tener fe significa adherirse a Él, ir a Él, tratar de conocerle, y como consecuencia de ello, la fe no consiste únicamente en aceptar una serie de verdades, sino principalmente transformar la propia vida guardando por amor la Palabra y el mandamiento nuevo del amor.

Si ahondamos un poco más, San Pablo nos dice: “el Evangelio es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree" (Rm. 1,16). Una fe que se cimenta en la escucha, en la ob-audire, la obediencia que te lleva a la entrega a Dios, y que se expresa en la vivencia del Bautismo hasta las últimas consecuencias.

Por último, en la carta a los Hebreos leemos: “la fe es garantía de lo que se espera y prueba de lo que no se ve” (Hb. 11,1); ahora  no vemos al que inicia y completa nuestra fe, a Jesús (Hb. 12, 1-2); pero sí vemos nuestras obras, nuestro testimonio, nuestra entrega, nuestro dar la vida hasta la muerte por el Evangelio.

“En el mundo tendréis luchas” (Jn. 16,33). Es cierto, ninguna vida humana está libre de ellas, ninguno se libra de sus propias debilidades o límites, ni de sus pecados. Pero Jesucristo nos ha dado una esperanza: “tened valor, yo he vencido al mundo”. Y si Él lo ha vencido, nosotros tenemos la capacidad de ser también vencedores, apoyados en Él y cimentados en Él. Esta es la fe auténtica a la que nos llama.

                  

Sor Inmaculada de la Cruz, OP

 

 

 

domingo, 16 de mayo de 2021

Tiempo de Pascua desde Scala Coeli (42)

 

Cirio Pascual Capilla MM. Agustinas - Quito

 

 Pascua es tiempo de… afinar el espíritu

 

“Aunque todavía no” pues aún continuamos nuestro entrenamiento en la espera a través del camino espinoso, a veces pedregoso que vivimos, “YA” la luz de la Pascua se alza para afinar el espíritu.

o   afinar nuestra mirada para acoger la Luz que nos hace pasar del deslumbramiento por tanta oscuridad que ha producido la pandemia al esplendor del Resucitado que ilumina nuestra realidad personal, familiar, comunitaria, social.

o   afinar nuestras palabras y saber interpretar el lenguaje del sufrimiento, en medio de la vorágine de palabras enjuiciadoras, vanas, sin corazón para predicar con esperanza la alegría del Viviente, a tantas personas tristes, solas, enfermas.

o   afinar nuestra capacidad de encontrar y seguir buscando, entre el revoltijo de lo atractivo, lo ilusorio, lo oportunista, lo superficial…sabiendo que Cristo Jesús nos lleva siempre a la otra orilla para mirar a las personas y a las situaciones desde la paz y claridad de la Pascua.

 

María de la Resurrección

Tú supiste a afinar el espíritu, la mirada, las palabras, las búsquedas... a la sombra del Espíritu.

Afina nuestro corazón para que pueda vibrar como el tuyo musitando la alegría de la Pascua y cantando la alabanza al Dios de la Vida.

Afina nuestra vida para acompasar nuestros pasos a los tuyos sabiendo que tu Hijo Resucitado nos precede y Tú nos acompañas hasta la Pascua definitiva.

 

H. María José Abad

Dominica de la Anunciata