sábado, 25 de diciembre de 2021

Navidad 2021 desde Scala Coeli

 

 NAVIDAD: Un Injerto Divino en nuestra Humanidad.

 

 Después de recorrer el camino de Adviento, como una oportunidad de Regeneración de todas las crisis, llegamos a Navidad y como resultado, vivimos una experiencia de INJERTO DIVINO en nuestra carne maltrecha.  “La Navidad es la fiesta en la que no se celebra un acontecimiento del pasado, que ocurrió una vez y ya pasó; sino algo presente, que es, al mismo tiempo, el comienzo de un futuro eterno que se nos acerca. Es la fiesta del Nacimiento de la eterna juventud. Nos ha nacido un niño y en El se injerta definitiva y triunfalmente en este mundo la eterna juventud de Dios”. K.Rahner).

La Navidad es un injerto Divino en nuestra humanidad. ¿Qué hace en nosotros ese injerto divino que se llama Jesús?.

A.“Creo que fue concebido de María Virgen, por obra del Espiritu Santo”.  "Es necesario que el cristiano crea no sólo en el Hijo de Dios, sino incluso en su Encarnación” (Santo Tomás). El misterio de la Encarnación y del Nacimiento de Jesús la podemos vivir como una Regeneración espiritual. Según Santo Tomás, al entrar en comunión con El por este misterio, recibimos  gracias especiales.

1. Se refuerza la fe debilitada por los problemas de la vida. Gracias a Cristo, nuestra fe se refuerza: "A Dios nadie lo ha visto jamás, el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es el que nos lo ha dado a conocer” (Jn 1, 18).

2. Se eleva nuestra Esperanza en la Vida Feliz y  Eterna. El Hijo de Dios, cuando asume nuestra carne, no viene a habitar en medio de nosotros para una empresa de poca importancia, sino por nuestro bien, para lo cual obró una especie de intercambio: asumió un cuerpo dotado de alma, dignándose nacer de la Virgen, para ofrecernos su propia divinidad; se ha hecho hombre, para que el hombre se hiciese Dios. "Gracias a él hemos alcanzado, mediante la fe, esta gracia, en la cual estamos salvos y nos gloriamos,  en la  esperanza de los hijos de Dios”,

3. Se enciende la Caridad, el Amor divino, en el amor humano.. No existe prueba más evidente del Amor divino que el hecho que Dios, Creador, se ha hecho criatura; el Señor nuestro se ha hecho hermano nuestro; el Hijo de Dios se ha hecho Hijo del hombre: Dios ha amado tanto al mundo, que le ha dado a su Hijo Unigénito. Valga esta consideración para volver a encender y volver a inflamar en nosotros el amor de Dios.

4. Somos animados a llevar una vida humana más plena. Nuestra naturaleza tanto fue ennoblecida y elevada a la comunión de Dios, en cuanto que fue admitida a formar parte de una Persona divina. El hombre, orando y reflexionando sobre la propia exaltación, mantiene íntegra su alma.

5.  Arde en nosotros el deseo de  vivir unidos al  Cristo total. Imaginemos que un rey tiene un hermano, que vive lejos de él. Este otro, que tiene a un rey por hermano, desea ir y llegar a él y con él permanecer continuamente. Así pues, ya que Cristo es nuestro hermano, debemos desear estar con él y unirnos a él. El apóstol Pablo, alimentaba el deseo de ser liberado y de estar con Cristo. Tal deseo crece con la meditación de su Encarnación 

B. El Misterio de la Encarnación, lo vivo como una “Vida injertada en Cristo”.

Sta Catalina de Siena, Dominica, Laica y  Mística-Apostólica, ora  así la Encarnación de Jesús

¡Oh dulce y suave Injerto!.

Tu suma dulzura, se ha dignado unirse con nuestra amargura.

Tu esplendor, con las tinieblas.

Tu sabiduría, con la necedad.

Tu vida, con la muerte

Y Tú, infinito, con nosotros finitos.

Oh dulce y suave injerto (Santa Catalina)

 

El injerto es la práctica de la propagación vital, que consiste en unir dos plantas diferentes, que sean de la misma especie y familia, para que una vez unidos sus tejidos, las dos partes del injerto se comporten como si se tratara de un solo y único individuo. Por el Misterio de la Encarnación, se da esa unión vital entre Dios y nosotros. Pero ¿qué hace y como se  realiza este injerto?

1.La  relación que Dios desea es aquella en la que El y el hombre,  sean uno.

·         Dios desea que su vida divina y la vida humana se unan en una sola.

·        Una vida en la que somos un espíritu con el Señor.

·        Esta  unión es orgánica, vital, una vida injertada y fructífera.

2.Somos injertados en Cristo, por su Encarnación,Crucifixión y  Resurrección

·        Cristo se hizo Carne a fin de que podamos ser injertados con El.

·        Cristo fue cortado en la Cruz a fin de que podamos ser injertados en El,

·        y El resucitó como Espíritu vivificante a fin de entrar en nuestro ser.

3.Por este “injerto divino”, vivimos regenerados, con alegría y fecundidad. llevando una vida en la que  nuestra humanidad y la divinidad de Jesús, se unen para crecer vitalmente. Mediante este injerto, somos unidos a El, mezclados con El e incorporados para llegar a ser el Cuerpo actual de Cristo.

4. En la vida injertada, la vida humana no es eliminada, sino fortalecida.

·        En la vida injertada, aunque la rama retiene características  propias, su vida es elevada y transformada por haber sido injertada en una vida superior.

·        En la vida injertada la vida divina opera en nuestra carne a fin de depurarla de todo elemento negativo.

·        En la vida injertada la vida divina resucita la creación original de Dios, y nuestras facultades son elevadas

·        En la vida injertada la vida divina satura todo nuestro ser, por medio de esta unión somos transformados y conformados a la imagen de Cristo

 

CONCLUSION  Con su Encarnación, Jesús viene a rejuvenecer nuestra vida y la de la humanidad. ¡Por humanos, somos vulnerables, pero con su Encarnación,  El nos levanta siempre en un nuevo nacimiento!: El Injerto divino hace que nuestra humanidad exprese  los atributos divinos, con los que podemos llamar a Dios: “Enmanuel”, Dios con nosotros y con todos, para siempre.


CONTEMPLACION de S. Juan de la Cruz en Navidad.

 

Ya era llegado el tiempo, en que de nacer había,

así como desposado, de su tálamo salía.

 

Abrazado con su esposa, que en sus brazos la traía;

al cual  la graciosa Madre en un pesebre ponía

entre unos animales que a la sazón allí había.

 

Los hombres decían cantares,

los ángeles melodía,

festejando el desposorio que entre tales dos había.

 

Pero Dios en el pesebre allí lloraba y gemía;

que eran joyas que la esposa, al desposorio traía;

 

Y la Madre estaba en pasmo el que tal trueque veía:

el llanto del hombre en Dios,

y en el hombre la alegría.

 

Fr. José Antonio Segovia, OP

 

lunes, 20 de diciembre de 2021

ADVIENTO 2021 desde SCALA COELI: Cuarta Semana

 

 LA REGENERACIÓN NOS HACE  TESTIGOS DE VIDA Y ESPERANZA.

No había para ellos sitio en la posada (Lc2,7)


1.Volvamos a empezar desde “Belen”, y desde “Nazaret”, como María y José

 

Hoy, a las puertas de Navidad, contemplamos a María y a José como dos creyentes regenerados por Dios, que han sabido empezar, con sólo un pesebre y unos pañales, y con ellos convertirse en portadores de vida y esperanza para los pobres. Sí, tanto María como José, y después Jesús, optaron en sus vidas por las periferias, tanto geográficas como existenciales, para en ellas volver a nacer.

También la Iglesia y los cristianos, estamos llamados a anunciar la Buena Noticia a partir de las periferias, porque Jesús sigue manifestándose ahí, y va a buscar a los que ahí habitan. Los pobres, los enfermos, los hambrientos. Y por ello, nos dice el Papa en este Adviento: Volvamos a empezar desde Belén, volvamos a empezar desde Nazaret, como  hizo la Santa Familia.

De hecho, el Hijo de Dios no eligió Jerusalén como lugar de su encarnación, sino Belén y Nazaret, dos pueblos periféricos, alejados del clamor de la crónica y del poder de la época. Jerusalén era la ciudad amada por el Señor, la ciudad santa, elegida por Dios para habitarla. Y donde vivían los maestros de la ley, los escribas y fariseos, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. Pero él quiso nacer en una periferia.

Por eso, la elección de Belén y Nazaret nos dice que  la marginalidad es favorecida por Dios. Jesús nace en una periferia. El Señor actúa siempre a escondidas en las periferias. En particular, Jesús viene en busca de los pecadores, entra en sus casas, les habla, los llama. Viene a buscar a los que no hicieron el mal, sino que lo padecieron. Siempre hacia las periferias. Pero también va a buscar a los que no han hecho el mal pero lo han sufrido: los enfermos, los hambrientos, los pobres, los  pequeños. Entre todos ellos estoy yo, como un ser regenerado por El.

Hoy también hay un centro y una periferia. Y la Iglesia sabe que está llamada a anunciar la buena noticia a partir de las periferias. José, que era un carpintero de Nazaret y que confía en el plan de Dios para su joven prometida y para él mismo, recuerda a la Iglesia que debe fijar su mirada en lo que el mundo ignora deliberadamente. Nos recuerda que debemos dar importancia a lo que otros descartan. En este sentido, es un verdadero maestro de lo esencial: nos recuerda que lo realmente valioso no llama nuestra atención, sino que requiere un paciente discernimiento para ser descubierto y valorado. (Papa Francisco)


2. La humildad necesaria,  para  ser testigos regenerados de vida/ esperanza

 

Todos esos sitios donde no somos acogidos o no acogemos a los demás, nos invitan a vivir nuestra periferia en una humildad que ofrezca regeneración, vida y esperanza.

a) El descubrimiento de la inseguridad. Ya no podemos mantener el sueño de la omnipotencia, ni el de la invulnerabilidad. Y descubrirlo nos hace sentir menos seguros que antes. Pero quizás también, más conscientes del mundo en el que nos toca vivir para transmitir vida y esperanza.

b) El descubrimiento de la comunidad. En el mundo nos hacemos falta. Empezamos a descubrir algunos aspectos de la comunidad: diversidad de funciones; la necesidad recíproca; la preocupación por el otro. La existencia de personas en situaciones de verdadera precariedad que requerían el acompañamiento, el apoyo a la atención de otro. Nos hemos reconocido más entrelazados de lo que pensábamos y quizás por ello, más regenerados

c) El descubrimiento de la fragilidad. Somos frágiles. No somos autosuficientes, ni vivimos en un mundo a prueba de catástrofes. Nos hemos enfrentado con la finitud con nuestra propia vulnerabilidad. La fragilidad no es el problema. El problema es creer que no necesitamos Regeneración.

d) El descubrimiento del valor de lo cotidiano. Nos comportábamos como dueños y señores de tiempo, vida y lugares. Ahora empezamos a valorar y agradecer lo que antes asumíamos como evidente. Lo pequeño también regenera.

e) El redescubrimiento de la finitud. No somos todopoderosos. Somos mortales. La finitud nos permite valorar el tiempo de que disponemos y nos obliga a elegir, sin engañarnos, la nueva vida de Dios.

f) El descubrimiento del largo plazo. Estamos aprendiendo a vivir el tiempo. El largo plazo se nos vuelve necesidad. Necesitamos recuperar la conciencia del tiempo, de la necesidad de posponer planes, de aplazar proyectos o de trabajar más a largo plazo, es una buena escuela, la del Evangelio

g) El descubrimiento del afecto cotidiano. Tenemos ganas de encontrarnos, de abrazarnos, de compartir risas. Porque nos regeneramos unidos y en comunión.

 

ANUNCIO DEL NACIMIENTO de Jesús, en la Periferia de Belén.

Ya era llegado el tiempo, en que de nacer había, así como desposado, de su tálamo salía, abrazado con su esposa, que en sus brazos la traía;

al cual la graciosa Madre en un pesebre ponía entre unos animales que a la sazón allí había.

Los hombres decían cantares, los ángeles melodía, festejando el desposorio que entre tales dos había.

Pero Dios en el pesebre allí lloraba y gemía; que eran joyas que la esposa, al desposorio traía;

Y la Madre estaba en pasmo el que tal trueque veía: el llanto del hombre en Dios,

y en el hombre la alegría;

lo cual del uno y del otro tan ajeno ser solía.

(San Juan de la Cruz)


ORACION desde nuestras periferias personales.

Señor Jesús, poco a poco, voy descubriendo que Tú, como tus padres, también elegiste la periferia para nacer y para vivir. Yo también tengo la mía, donde  me siento tan inseguro y frágil, que  veo que no hay nada firme en esta vida. Pero tu Palabra me dice: "No tengas miedo gusanillo mío. Yo soy tu salvador" (Is 41,14). Te siento aquí, en mi periferia. Contigo todo termina bien. Confiar en ti es mi mayor poder. "Fuerza mía, para ti cantaré. Porque Dios es mi protección, el Dios de mi amor" (Sal 59, 18).

Muchas veces, me traiciona la pobreza de mi mente limita­da, y te imagino como un ser escondido y misterioso. Pero hoy descubro que es para hacerte a la medida de mi pobreza. Tu Presencia en las periferias, me dice que cuando nos dejamos habitar por ti, inmediatamente nos llenas de alegría. (Lc 15, 6. 23-24). Tú eres un Dios capaz de gritar y bailar de alegría (Sof 3, 17).

Dame tu luz, Señor, para que vuelva a des­cubrirte presente en los márgenes. Que tu gracia despierte una vez más la dulce alegría de tu amistad. Quiero caminar sumergido en tu amor, sos­tenido en tu gracia. Mi corazón es pobre y se cierra. Pero yo sé que tu amor poderoso puede derribar los muros de mi indiferencia, y, poco a poco, lo lograrás, Dios mío. Tu amor triunfará.


Fr. José Antonio Segovia, OP

 

 

lunes, 13 de diciembre de 2021

ADVIENTO 2021 desde SCALA COELI: Tercera Semana

 LA ORACIÓN COMO EXPERIENCIA REGENERADORA

Velad y Orad en todo tiempo (Lc 21,36)

 

En Adviento te dice la Sabiduría de Dios: “Hijo mío, atiende mis palabras, presta oído a mis consejos; consérvalos y vivirás;  mi instrucción es como la niña de tus ojos; átatelos a los dedos, escríbelos en la tablilla de tu corazón. Al caminar no serán torpes tus pasos, al correr no tropezarás; agárrate a la instrucción, no la sueltes, consérvala, porque te va la vida. Por encima de todo, cuida tu corazón porque en él están las fuentes de la vida» (Pr 7,1-3; 4,23).


1.     “La Oración”,  experiencia regeneradora.

a) La oración es un encuentro con Dios para escucharle y dejarte hacer. La iniciativa y la llamada son suyas, y es El quien desea tu presencia infinitamente más que tú la suya. «Lo tuyo» es, en primer lugar, tomar la decisión de orar para responder a esa llamada y crear el clima que precede a una cita. Después intenta permanecer silencioso en su presencia, con toda tú fe y tu amor despiertos para adherirte a lo que quiere hacer en ti. Y el deseo del Padre es hacer de ti, medio del Espíritu de Jesús que te habita, alguien cada vez más parecido a su Hijo. Buscar a Dios en su Palabra. ¿Voy a la oración a hablar yo, o a dejar que Dios me hable?

b) Al comenzar la oración, trata de situarte en tu centro más profundo y, desde ahí, ábrete a la presencia de Dios y trata de hacerte disponible para El. Este primer momento de la oración, en el que tratas de movilizar toda tu atención, pide de ti esfuerzo, obstinación, paciencia e intensidad. Es tu humilde manera de colaborar a la acción de Dios en ti: porque lo que importa en la oración no es lo que tú haces, sino lo que consientes que haga El. Acercarme a lo que hay en mi corazón. ¿Cómo cuido la relación íntima que se da en la oración ?.

c) Desde el principio toma conciencia de lo que deseas y necesitas, agradeces o buscas, y lo exprésalo con alguna frase breve que puedas repetir a lo largo del día. Será como un «ansia» que te ayude a volver al centro de tu corazón. ¿Cuál es mi oración más recurrente?. “Señor, aumenta mi fe”. “Señor, que vea”. Señor, ¿no te importa que perezcamos?......

d) Recuerda que nunca llegas solo a la oración: estás ahí en nombre de muchos hermanos, de su deseo y de su clamor. Siéntete unido a ellos y sostenido por ellos, y en contrarás fuerza en momentos de cansancio. “Padre nuestro”. Abrirme a su presencia. ¿Cómo vivo esa comunión de la Oración?.

e) No acabes la oración bruscamente, porque no se terminan así los encuentros personales; dirígete al Padre, con la confianza de los hijos o «como un amigo habla con su amigo», y luego detente unos momentos a ver cómo te ha ido: lo que te ha sido ayuda o dificultad. Este pequeño examen hará crecer en ti la «sabiduría oracional» y te ayudará a adquirir el discernimiento. ¿Cambia mi vida la oración? Señor, en todas partes te busco por si te puedo encontrar. Y en todas partes te encuentro, sólo por irte a buscar. AMEN


           2.      Orar es Amar y dejarse Amar. Escuchar y hablar a quien más me ama.

 Una vez que estaba Jesús orando, le dijo uno de sus discípulos: ¡Señor, enséñanos a Orar! .Lc 11,1. Y El le dijo, cuando oréis decid: ¡Padre!.

a) ¡Padre!.¡Este es mi Hijo Amado! (Lc 9,29). Orar es amar y sentirse amado. Con la oración entramos en contacto con nuestra verdadera esencia. Lo superfluo está de sobra. Se rompen las máscaras bajo las que nos escondernos. Cuando oramos, nuestra vida se pone en orden, experimentamos la verdadera libertad en Dios y la imagen que los hombres tienen de nosotros ya no es tan importante. Ciertamente, la experiencia de oración no se deja contener: Una nube oscurece de nuevo nuestra mirada y debemos volver solos con los recuerdos de esa experiencia de luz a menudo nebuloso valle de nuestra vida diaria. Bien pudiera el Señor transfigurarse fuera de la oración, si quisiera; más quiso de propósito que allí fuese, para mostrarnos en la transfiguración de su cuerpo la virtud que la oración tiene para transfigurar las almas, perder las costumbres del hombre viejo y vestirse del nuevo.

b) ¡Escuchadlo!. Orar es escuchar y hablar con aquel que más me ama. Con este Amor de la Oración, se alumbra el entendimiento con los rayos del sol de justicia y allí es donde se renuevan las vestiduras y atavíos del alma y se paran más blancas que la nieve. Porque, en hecho de verdad, ésta es una de las grandes excelencias de la oración, que con ser ella una virtud, es común despertador y ejercicio de todas las otras virtudes. Orar no es pensar, sino amar, para poder vivir de otra manera.

c) ¿Qué nos da la experiencia de la Oración regeneradora? (P. Granada)

- Se limpia el alma de los pecados. ¿Qué aspectos de mi vida debería limpiar?

- Se alimenta la caridad. ¿Cómo me llega el Amor de Dios en la Oración?

- Se confirma la fe. ¿Me hace crecer en confianza la Oración?

- Se fortalece la esperanza. ¿Espero recibir lo que pido en oración?

- Se alegra el espíritu. ¿Qué tipo de alegría me da la oración?

- Se derriten las entrañas. ¿Me cambia la oración por dentro?

- Se pacifica el corazón. ¿Pacifico mi vida en la oración?

- Se descubre la verdad. ¿Aprovecho la oración para conocerme según Dios?

- Se vence la tentación. ¿Qué me dice el “velad y orad, para no caer en tentación”?

- Se repara la virtud enflaquecida. ¿Me hago más fuerte en la oración?

- Se despide  la tibieza. ¿Me ayuda a reaccionar la oración?

- Se consume el orín de los vicios. ¿Qué secuelas van dejando los malos hábitos?

- Y en ella saltan centellas  de deseos del cielo. ¿Me estimula la oración?

- Y arde la llama del divino amor. ¿Puedo decir también yo que Orar es Amar?

 

ORAR  LA  PALABRA  PARA  VIVIR  REGENERADOS

 

1. El Señor está cerca. Que nada os angustie, en cualquier situación presentad vuestros deseos a Dios orando, suplicando y dando gracias. (Fil 4,6.24).

2.  Y al orar no os perdáis en palabras como hacen los paganos, creyendo que Dios los va a escuchar por hablar mucho.  (Mt 6,7)

3. El Señor está cerca de quien lo invoca, de quien lo invoca de verdad. (Sal 145,18)

4.  Estad siempre alegres. Orad en todo momento. Dad gracias por todo, pues esta es la voluntad de Dios. (1Tes 5, 16-18).

5.  Todo lo que pidáis en vuestra oración, lo obtendréis si creéis que vais a recibirlo. (Mc 11),

6. Acerquémonos con confianza al trono de la gracia, a fin de alcanza misericordia y hallar la gracia de un socorro oportuno. (He 4, 16).

7. Se acerca el fin de todas las cosas. Sed, pues, sensatos y vivid  sobriamente para dedicaros  a la oración. (1 Pe 4, 7).

8.  Si alguno de vosotros carece de sabiduría, pídasela a Dios y sin echarlo en cara, se la concederá. Pero que pida con fe, sin dudar. (Sant 1,6).

9.  Si sabemos que El nos escucha cuando le pedimos algo, sabemos que tenemos todo lo que hemos pedido. (1Jn 5,15).

10. Vivid alegres por la esperanza, sed pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración. (Ro 12,12)


ORACIÓN

 

Estoy aquí, Dios mío. ¿Me buscas? ¿Qué querías de mí? No tengo nada más que darte. Desde nuestro último encuentro, no he puesto nada a un lado para ti. Nada... ni siquiera una obra buena Estaba demasiado cansada. Nada, si siquiera una buena palabra. Estaba demasiado triste. Nada  sino el disgusto de vivir, el aburrimiento, la esterilidad.

- Y me dice Dios. ¡Dámelos a mí!. La prisa de cada día, por terminar la jornada, si servir para nada. El deseo de reposo lejano del deber y de las obras.El desapego del bien por hacer, el disgusto de Ti,  ¡Dámelos!. El sopor de mi alma, los remordimientos de mi flaqueza y la flaqueza más fuerte que los remordimientos...

- ¡Dámelos! Las turbaciones, los miedos, las dudas.

- Señor, pero entonces Tú, como un trapero, recogiendo mis sobras, mis basuras, mis pobrezas. ¿Qué quieres hacer con ellas?

- ¡Quiero hacerlo todo nuevo y construir el Reino de los Cielos contigo!.


Fr. José Antonio Segovia, OP

 

lunes, 6 de diciembre de 2021

ADVIENTO 2021 desde SCALA COELI: Segunda Semana

EN ADVIENTO 

LA  REGENERACIÓN  nos hace, como a las Madres:  Testigos de  Esperanza

En Adviento y ante la Navidad, los cristianos nos sentimos como si estuviésemos en estado de buena esperanza. ¡Como María! ¿Cómo?. ¿Por qué?. Porque podemos descubrir  que en lo profundo de todo sufrimiento, aún  hay mucha vida. Y esto lo vivimos, no sólo mirando a María, sino  volviendo a la realidad, donde, entre las incertidumbres y  dificultades encontramos a Dios. Sabemos en efecto que la creación  entera  está gimiendo  con dolores de parto, pero en esperanza (Rom 8,18-24). ¿Cómo regenerarnos y alumbrar vida en situaciones embarazosas?. Como María, Madre. ¡Contemplando  desde dentro el fruto de su vientre y mirando hacia el futuro, anhelando como ella,  una vida plena,  para todos, porque Dios sigue latente, en medio de  los sufrimientos  humanos.

1.Nuestra Regeneración de hoy, nos sacará de las muertes de cada día. Tenemos y debemos creer en la Encarnación y en la  Resurrección, pero no como  un hecho privado de la vida de Jesús, que nunca llegaremos a explicar, sino como una resurrección de todos con El en nuestra propia humanidad. El dijo que el Reino ya está presente y éste se pone de manifiesto en la liberación total de los hombres: los ciegos ven, los cojos andan, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados.  Cristo es el Hombre de las esperanzas de todos los que sufren en este mundo. En El son vencidos la muerte y las catástrofes.  En Jesucristo  recibimos la respuesta definitiva de Dios a todas las preguntas que nos hacemos los hombres, sobre todo cuando peor lo pasamos; no ha sido la muerte  sino la vida, la última palabra que Dios, ha pronunciado sobre el destino humano. Por eso, el futuro de Cristo es también mi futuro y el futuro de la humanidad.

2. En el mundo hay miedo porque hay sufrimiento, pero también hay alegría porque ya hay resurrección a una vida eterna con El. La muerte ya no tiene la última palabra, pase lo que pase estamos resucitados. Si la muerte no tiene la última palabra, menos aún muchas de las situaciones o circunstancias que nos angustian y tememos. Experimentar esto tiene como consecuencia que la alegría profunda y verdadera ha de ser característica de nuestra vida.

3. La vida nueva,   se logra en unión con Cristo Encarnado y  Resucitado, porque  Dios no solo  toma nuestra carne y nos resucita con El, sino que nos sienta ya desde ahora en los cielos. Nosotros somos testigos, porque comimos y bebimos con El después que resucitó de entre los muertos.  Y como ya estamos ahora con Cristo, la muerte es una de las formas de estar con El (2Cor 5,8). Estoy seguro de que Cristo será glorificado en mi cuerpo ( Flp 1,20). Para mi vivir es Cristo y morir ganancia. (Flp 1,31)

4. Y esta  unión con el Resucitado aquí en la tierra es para siempre. Ya vivamos, ya muramos, somos del Señor (Rom 14,8). En un mundo donde las noticias son cada vez más catastrofistas, donde el pesimismo y el cansancio existencial se van extendiendo, los cristianos estamos llamados a ser, testigos de vida y esperanza, porque Cristo se ha encarnado, ha resucitado y su Vida ha cambiado ya para siempre el  signo de la historia, aunque esto no nos evite las dificultades presentes.


¡MI DESEO DE “REGENERACION ESPIRITUAL” LA PUEDO VIVIR…


1.Como necesidad y anhelo profundo. Todo ser creado necesita regeneración.

La carne humana, pobre y limitada, anhela la vida de Dios. Por eso en su conversación con Nicodemo, Jesús dijo dos veces que el hombre debe nacer de nuevo para ver el Reino de Dios (Jn 3,3-7). La regeneración no es opcional, porque “lo que nace de la carne es carne; y lo que nace del espíritu, es espíritu. (Jn 3,6). Se vive como necesidad de gracia, que yo acojo y coopero con ella.

2. Como “cambio y conversión”. La regeneración es un cambio del corazón

Tal como nuestro nacimiento físico resultó en un nuevo individuo entrando en un mundo terrenal, nuestro nacimiento espiritual resulta en una nueva persona que entra en el reino de los cielos (Ef 2,6). Después de la regeneración comenzamos a ver, a oír y a buscar las cosas celestiales: empezamos a vivir una vida de fe y de santidad. Ahora somos partícipes de la naturaleza divina, habiendo  sido hechos nuevas criaturas (2Cor 5,17). Dios y no el hombre, es el origen de esta transformación (Ef 2,1-8). El Amor de Dios, su abundante gracia y misericordia, son la causa del nuevo nacimiento.  (1Ef,1,19-20).

3.Como “docilidad al Espíritu”. La regeneración es lo que Dios hace en nosotros, en el momento de salvación, junto con el sello del Espíritu Santo (Ef 1,13):  la adopción como hijo (Gal 4,5), y la reconciliación misericordiosa (2Cor 5,18-20). La oportunidad de que una persona viva espiritualmente.  Antes de la salvación, no éramos hijos de Dios (Jn , 1,12),  más bien éramos hijos de la ira (Ef 2,3, Rom 5, 18-20). Antes de la salvación estábamos perdidos; después de la salvación somos regenerados. Y las señales de esta nueva vida son: la paz con Dios (Rom 5,1), un bautismo regenerador (Tit 3,5; 2Co 5,17) y la filiación,  (Jn 1,12-13; Gal 3,26), siendo sus hijos para siempre. Cada regeneración inicia un proceso de  santificación, por medio de la cual nos convertimos en las personas que Dios quiere que seamos (Rom 8,28-30).

4.Regenerarse no se logra por las buenas obras, sino por docilidad y humildad   “Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Dios (Rom 3,20). No tenemos necesidad de una reforma personal  como reorganización; pero sí como “nuevo nacimiento”  o “regeneración. ¿Cómo se manifiesta esto ?

a) Mis ojos se abren. Comprendo el mundo de una forma nueva y me comprendo a mí mismo también de un modo nuevo. ¿Qué novedad me ofrece Dios en estos momentos?

b) Me permite ver la presencia de Dios, como el yo divino en la humanidad de Cristo y en la  de los hombres” ¿Cómo se ve iluminada mi realidad por la presencia de Cristo?. ¿Estoy abierto a El?. ¿Me fío de El?

c)  Puedo empezar de nuevo. Nacer de Dios, es la verdadera naturaleza del ser humano. ¿Cómo puedo ir más allá de la realidad humana que me esclaviza?. ¿Estoy dispuesto a nacer de nuevo?. Un autor espiritual entiende el nuevo nacimiento en el espíritu como un “conocimiento de su corazón, comprendiendo cuanto hay en él y no sintiéndose afligido por nada”. ¿En qué aspectos puedo nacer de nuevo?

 

ORACION  a María, Madre, de nuestra Regeneración 

Señora del Adviento, Señora de la preñez evidente y extenuante. ¡Cuánto deseamos que camines con nosotros! ¡Cuánto necesitamos de ti, mujer del pueblo, que viajas presurosa y alegre a servir a Isabel, a pesar de tu vientre pesado y fatigoso!. 

Señora del Adviento, Señora de los Brazos Vacíos, también nosotros estamos preñados de esperanzas y sueños.  Soñamos con que el canto de las aves no vuelva a ser turbado por el ruido de las balas. Soñamos con nuestros niños y jóvenes sin temores, cantando al fruto de tu vientre ya cercano. Soñamos con nuestras comunidades durmiendo tranquilas al arrullo de una oración. Soñamos que nuestros mayores y enfermos se encuentran contigo tranquilos y en paz con nosotros, regalándonos una sonrisa.

Soñamos con que algún día nosotros podamos recuperar el sueño de nuestra vocación a la vida y santidad plena.

Señora del Adviento, la de los Brazos Vacíos, visítanos como a tu prima. Monta en el burrito de tu humildad generosa  y ayúdanos a regenerarnos. Nuestros corazones son pesebres huecos y fríos donde hace falta que nazca tu Hijo.

Ven, Señora, con tus gritos de parto a calentar nuestros corazones, y a seguir tejiendo esperanzas con nosotros, como lo hiciste con Isabel.

Solo así, en medio de la noche iluminada por tus brazos ahora llenos, y por tus pechos que amamantan, podremos volver a soñar y gritar: ¡Ven Señor Jesús!

 

Fr. José Antonio Segovia, OP