domingo, 31 de mayo de 2020

María en Pentecostés

María en Pentecostés
       
“Os digo la verdad: os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré” (Jn 16, 7).
¿Cómo resonarían estas palabras de Jesús en el corazón de María? También ella, como los apóstoles sentiría tristeza por la desaparición de la vista y el contacto físico de su Hijo. Pero como madre amorosa y creyente fiel, se situaría en la confianza, en ese “os conviene”. Todo sería para el bien.
¿Qué aportó el Espíritu Santo, derramado de una manera nueva en Pentecostés a quien ya estaba tanto tiempo llena de su gracia y bajo su sombra (Lc 1, 28.35)? Podemos intuirlo si repasamos los efectos principales de esa efusión pentecostal en la Iglesia primitiva, de la cual ella es madre y parte integrante.
En primer lugar, la revelación plena de ese plan de Dios en beneficio de todos los hombres, previsto desde toda la eternidad, pero realizado ahora por Cristo (Ef 3, 4-9). María ha participado ardientemente de las esperanzas de su pueblo y de toda la humanidad, su necesidad imperiosa de que Yahweh cumpla sus promesas, como cantó en el Magníficat (Lc  1, 50-55); se ha puesto en manos del Señor, siempre disponible (Lc 1, 38), elegida, como dirá Pablo de sí mismo: “a mí, el más insignificante de los creyentes, se me ha concedido la gracia de anunciar a las naciones la insondable riqueza de Cristo y cómo se  cumple este misterioso plan escondido desde el principio en Dios, creador de todas las cosas” (Ef 3, 8-9). “Misterio escondido” ¡cómo lo sabe María! Ella ha tenido que vivirlo en la oscuridad de lo cotidiano, en las preguntas suscitadas por la fe “¿Cómo será esto?” (Lc 1, 34); sin entender los modos y las maneras de Dios: “Hijo ¿por qué nos has tratado así?” (Lc 2, 48); a través de la horrible experiencia de la cruz…Ahora, a la luz de Espíritu del Resucitado que nos enseña todo, comprende, como los discípulos de Emaús, que estos modos y maneras eran precisos y necesarios (Lc 24, 26).
En segundo lugar, el Espíritu Santo hace presente y eficaz a Cristo en la vida de cada creyente. Ya no se está “con” Cristo, como era acompañado antes de su muerte y resurrección. Ahora, gracias al Espíritu, estamos “en” Cristo; en una relación más profunda y más íntima que la que tiene cada uno consigo mismo. “Ser en Cristo” no es algo pasajero o accidental. Es constitutivo de nuestro ser. Un autor llega a afirmar que el cristiano, por así decir, no se compone de alma y cuerpo, sino de alma, cuerpo y Cristo. Si quiere ser auténtico y honesto consigo mismo tiene que pensarse y sentirse desde ahí. María, que fue la única que pudo decir que Cristo “era” y crecía “en” ella, durante nueve meses, pudo comprender de modo especial, qué suponía el ser y crecer “en” Cristo.
El que es de Cristo, debe vivir como vivió él (1Jn 2,6). Este “vivir” supone hacer de las bienaventuranzas el criterio y las actitudes de nuestro obrar. María, que recibió la primera bienaventuranza que se narra en el Evangelio, de los labios de Isabel (Lc 1, 45), había hecho de la fe su programa de vida. Ahora, bajo el Espíritu, va creciendo de fe en fe (Ef, 3, 17-19).
El Espíritu del Resucitado reparte los carismas “para la construcción del cuerpo de Cristo” (Ef 4, 12), La Virgen había recibido en la cruz, el encargo de ser madre de la Iglesia, representada en Juan (Jn). Ahora recibe el Espíritu cuando se halla reunida con los apóstoles, algunas mujeres y los parientes de Jesús, en el Cenáculo (Hch 1, 13-14). Es como el seno materno que, igual que en la anunciación, recibiendo al Espíritu, le hace madre amorosa y cuidadosa de una nueva humanidad. Y como los dones de Dios son irrevocables, ella sigue ejerciendo ese carisma en su existencia glorificada después de su asunción.

Fr. Francisco J. Rodríguez Fassio, OP


Autor: Félix Hernández, OP


MISTERIOS GLORIOSOS

Primer misterio: La Resurrección del Señor
“El ángel habló a las mujeres: vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ha resucitado, como había dicho… Id aprisa y decir a sus discípulos: ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea”. (Mt. 28, 5).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Segundo Misterio: La Ascensión a los cielos
“Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes.” (Mc. 16, 19-20)
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Tercer Misterio: La venida del Espíritu Santo
“Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo”. (Hch.1, 8)
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Cuarto Misterio: La Asunción de María
“Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”. (Pío XII).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Quinto Misterio: La Coronación de Nuestra Señora
“Apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas”. (Ap. 12, 1).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.

Oración a María

El Señor ha estado grande, a Jesús resucitó.
Con María, sus hermanos entendieron qué pasó.
Como el viento que da vida, el Espíritu sopló,
y aquella fe incierta en firmeza se cambió.

Gloria al Señor, es nuestra esperanza,
y con María se hace vida su Palabra.
Gloria al Señor, porque en el silencio guardó
la fe sencilla y grande con amor.

Pues sus ojos se abrieron y también su corazón,
la tristeza fue alegría, fue su gozo el dolor.
Esperando con María se llenaron del Señor,
porque Dios está presente si está limpio el corazón.

 Nuestro tiempo es tiempo nuevo, cada vez que sale el sol,
 y escuchamos su Palabra, fuerza viva de su amor.
Que disipa las tinieblas y aleja del temor.

Se hacen fuertes nuestras manos con la Madre del Señor.


Libro sobre María:


“ESPOSA DEL ESPIRITU SANTO”
Autor:  Josemaría Monforte
Editorial: EUNSA



María en la música:

"PENTECOSTES: dones y frutos del Espíritu Santo". Ixcis


sábado, 30 de mayo de 2020

María, mujer de relación interpersonal

María, mujer de relación interpersonal: La Visitación de María a su prima Santa Isabel 

El 31 de mayo de 1999, la Visitación de la Virgen María, entré en el Monasterio de la Santa Cruz en Vitoria-Gasteiz. Allí, las dominicas contemplativas me acogieron con gran alegría, pues era una posible vocación… De eso hace veintiún años, y aquí sigo.
Elegí una fecha clave para un SÍ importante: Ella, María, no podía faltar en ese momento tan señalado de mi vida.
Precisamente, en este año, ese día cae en la Solemnidad de Pentecostés, pero conviene recordar que la Virgen también estuvo en Pentecostés (de eso no hay duda). 
En este texto de Lc 1, 39-59, María nos deja boquiabiertos: la sencilla, la humilde, la que parece que no dice nada, nos hace un gran regalo, una oración incomparable a nuestro Padre Dios, el Magníficat.
Si en algún momento de nuestras vidas sufrimos un shock superior a nuestras fuerzas, en este canto de María encontramos un remedio eficaz. 
Hace unos años, en medio de una crisis muy fuerte, cuando creía que no sería capaz de levantar cabeza, ante una situación acaecida por mi debilidad, que en palabras de San Pablo es como un aguijón que no puedes arrancar, un sacerdote me invitó, después de confesar mi pecado, a hincar mi rodilla y rezar con el Magníficat. De pronto, sentí un alivio en mi interior. Ella estaba ahí, rompiendo la soledad que se había instalado en mi corazón, pues participaba de mi sufrimiento.
En estos tiempos, parece que todos andamos pendientes del whatsapp, a ver quién nos dice algo, huyendo de estar solos. Nos olvidamos de que nuestra Madre siempre está esperando que la llamemos; quizás, si se entera de lo que nos pasa, correrá presurosa, como lo hizo para visitar a su prima Isabel. ¿Os es que, acaso, infravaloramos a nuestras madres?
Ya cansa escuchar hablar del Rosario como una oración de papagayos, una oración trasnochada o de monjas (“monjitas”, como dicen algunos). Pues sí, somos unas papagayas contemplativas (¡está de moda ser animalista!). Lo somos porque nos sentimos agradecidas, bendecidas, alegres, necesitadas de la intercesión de nuestra Madre.
Para algunas personas, el hecho de que María engendrara a su Hijo por obra del Espíritu Santo no es muy creíble. Yo, con respeto, me acerco a todos ellos y les pregunto: “¿Acaso es creíble que un virus, invisible, “el tal COVID-19”, nos haya llevado a esta situación límite e incluso que haya otros muchos que ya ni siquiera pueden contarlo? Hay muchos más misterios de lo que pensamos a nuestro alrededor.
Demos gracias a Dios por haber creado a esta criatura tan como nosotros y a la cual nos podemos parecer pues no ha firmado ningún copyright. 
Precisamente hoy, al rezar los misterios gozosos, ELLA ES NUESTRO MAGNIFICAT, “NUESTRA ALABANZA PLENA A DIOS”, NUESTRA MADRE.
Sor Carmela Fernández Salmerón, OP




MISTERIOS GOZOSOS

Primer misterio: La Encarnación del Hijo de Dios
“Alégrate, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.(Lc. 1,  20. 30-31).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Segundo Misterio: La Visitación de María a Isabel
“María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá, entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.” (Lc. 1, 39-40).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Tercer Misterio: El Nacimiento de Jesús
“Mientras estaban en Belén, le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.(Lc. 2, y 7).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Cuarto Misterio: La Presentación de Jesús en el Templo
“Los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén  para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor. Simeón lo tomó en brazos y dijo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador”. (Lc. 2, 22-40).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Quinto Misterio: El Niño Jesús perdido y hallado en el templo
“Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres”. (Lc 2, 41-43).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.

Oración a María

Oh, María, Madre de Dios y Madre nuestra:
Enséñanos a aceptar la voluntad de Dios,
con el Espíritu de la Anunciación.
Visítanos en nuestras necesidades,
como visitaste a Isabel.
Engéndranos a la gracia,
como engendraste a Jesús en la carne.
Preséntanos a Dios Padre,
como hijos de Él e hijos tuyos.
Haz que nos perdamos un tiempo, cada día,
en comunicarnos con Dios, para que,
a ejemplo de tu Hijo, Jesús,
tengamos, como alimento, dejar que Dios
pueda actuar su providencial plan de salvación
sobre cada uno de nosotros. Amén.

(Ricardo Cuadrado Tapia, OP)


Libro sobre María:

“¡BIENAVENTURADA!”
Editorial: BAC


María en la música:

"MARÍA, PEQUEÑA MARÍA". Kiko Argüello



viernes, 29 de mayo de 2020

María: Rosa Mística

Rosa Mística
He seguido con sumo interés cuanto se ha dicho en el blog durante este mes de Mayo, mes de María. Interesantísimas comunicaciones sobre la predicación de la Virgen María, lo que ha significado y sigue significando para la Orden y sobre todo como modelo de predicación.
Hace unos días recibí un mensaje de Pilar Moreno, de Sevilla, que me decía que “cualquiera de los títulos que dedicamos a María en la letanía del Rosario, sirven para dirigirnos a ella en cualquier circunstancia”. Se refería a un lienzo del siglo XVII que se encuentra en este convento de Santo Domingo de Scala Coeli, de estilo barroco, que tiene nombre: la Virgen de la Antigua, advocación extendida por muchísimos lugares de la geografía española y por América. El lienzo es copia del existente en la Catedral de Sevilla. Se representa a la Virgen con el niño en el brazo izquierdo y una rosa en la mano derecha: “Rosa Mística”, nos dice la tradición.
 Con esta expresión también ella quiso predicar con este símbolo de la rosa, con su total entrega y generosidad, esparciendo fragancia también entre las espinas, tanto en Nazaret, en Belén, en Judea, en Egipto, como en Jerusalén y el Monte Calvario. Ella supo mejor que nadie, lo que posteriormente la Orden Dominicana se pondría como lema para una verdadera predicación: “Contemplar y lo contemplado darlo a los demás”
 La grandeza de María radica en su humildad. Ella no tuvo lo más llamativo, lo que más nos gusta a los humanos, sobresalir. Pero sí poseyó lo más importante: Creer, esperar, amar, respetar, convivir y comprender. ¿No será todo esto que vivió María lo que la sociedad de hoy necesita, incluso en la situación de esta pandemia? En vez de tanto activismo por tener y tanta soberbia para ser más. Y qué raquítico es nuestro afán de inquietud por ser.
Por otra parte, María nos está también predicando hoy que, en nuestra vida de cada día, lo divino lo podemos transformar en humano, y lo humano, en divino. ¿O es que no estamos haciendo algo divino cuando practicamos la solidaridad, la hospitalidad, la convivencia, la tolerancia, la honradez, la humildad y la comprensión, como lo hizo ella?
En estos momentos que estamos viviendo parece que no hay muchos motivos  para vivir esperanzados, nos viene bien mirarnos en María, cuya vida ha sido dinamizada por la alegría y la esperanza.
Ella mira el pasado, la historia de Israel, y no se fija en las dificultades por las que pasó, ni en los muchos pecados con los que se alejaron de Dios. La esperanza no tiene su fundamento en el pueblo caminante. Lo que María contempla en la historia del pueblo es la huella que Dios ha dejado en él. Ha estado presente en cada momento a través de su misericordia y de su auxilio, como nos dejó dicho en su cántico del Magníficat: “Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación… Auxilia a Israel su siervo, como lo había prometido a nuestros padres”
Es preciso que nosotros aprendamos a mirar la vida como María, para que seamos capaces de ver el paso de Dios por ella. De ese modo se convertirá en historia de salvación, donde lo bueno que nos haya ocurrido y los momentos negativos que hayamos vivido, son integrados y asumidos.
Por otro lado, la esperanza en el futuro puede más en María que el realismo del presente. Ella se encontraba en una situación compleja con un embarazo difícil de explicar. Pero no teme, porque se sabe acogida de la mano de Dios.
                                            Fr. Mariano del Prado del Prado, OP



MISTERIOS DOLOROSOS

Primer misterio: La oración en Getsemaní

“Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a los discípulos y les dijo: Ya podéis dormir y descansar.” (Mt 26, 43-45).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.

Segundo Misterio: La Flagelación de Jesús

“Pilato dijo a los judíos: ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? Volvieron a gritar: A ese no, a Barrabás. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. (Jn. 18, 39-40 y 19,1).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.

Tercer Misterio: La coronación de espinas

“Los soldados desnudaron a Jesús y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante Él la rodilla, se burlaron de Él diciendo: ¡Salve, rey de los judíos!.” (Mt. 27, 28-29).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.

Cuarto Misterio: Jesús con la Cruz a cuestas

“El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación –para nosotros- es fuerza de Dios”.(1Cor. 1, 18).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.

Quinto Misterio: La crucifixión y muerte de Jesús

“Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego, dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa”.  (Lc.23, 34 y 43).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.


Oración a María

Oh Virgen gloriosa y bendita.
Madre de Dios y Madre de la iglesia,
bendita en tus misterios y tus glorias,
y bendita en tu poder intercesor sobre los hombres.

Con esquema de rosas te predicó Santo Domingo,
en ese ramo fresco del Rosario.
Y hoy en esta primavera de mayo y de jardines,
te aclamamos, rendidos...

Madre de Dios, enséñanos a Dios, tú que le diste nuestra figura,
enséñanos la iglesia, tú que fuiste su primera verdad,
enséñanos la dignidad del ser humano, tú, Inmaculada,
la dignidad del hombre hecho a tu imagen,
la del varón, tú que engendraste al Nuevo Adán, el primogénito,
la dignidad de la mujer, tú Nueva Eva, respetada y querida por José,

Enséñanos cómo tratar al emigrante, tú que huiste a Egipto,
cómo ser dignos y ser pobres,
tú que cantaste la suerte del pobre en el Magnificat,
cómo querer al enfermo y al anciano,
cómo esperar la muerte y cómo tratar los miedos y terrores,
cómo preparar el destino de mi alma y de mi cuerpo,
tú que tienes cuerpo y alma en estado glorioso...

En este mayo pujante de vida y de promesas,
tú, belleza incorruptible, flor de flores,
enséñanos a ser de Dios para ser nuestros,
a creer, amar, esperar, para ser enteramente humanos,
a ser cristianos, comunitaria, eclesialmente,
a ser ciudadanos despiertos, serviciales...

Y en este mundo que es único y de todos,
enséñanos la paz, don de Dios, cosecha de evangelio,
lección de ángeles, herencia de hijos, triunfo de hermanos,
¡Oh Virgen gloriosa y bendita!

Miguel Iribertegui Eraso, O.P.



Libro sobre María:

“LA BELLEZA DE MARÍA. Ensayo de teología estética
Autor:  Miguel Iribertegui  Eraso, OP
Editorial: San Esteban - Edibesa

jueves, 28 de mayo de 2020

La práctica del Rosario

La práctica del Rosario estimada en mucho por la fe de la Iglesia

Es evidente que el culto más preciado que puede dirigirse a María es el litúrgico, en el que se hace presente su vinculación inseparable con Cristo, desde la encarnación y nacimiento, pasando por el hogar de Nazaret, súplica de la anticipación de «su hora» en Caná de Galilea, manifestación de auténtica maternidad, por la unión que mantenía con la voluntad redentora del Padre celestial, firmeza en la comunión plena con su Hijo en el dolor salvífico al pie de la cruz, esperanza inquebrantable en la victoria pascual y posesión de la bienaventuranza eterna en su Asunción a los cielos.
Todo lo anterior admitido, hay que convenir también que «hay que estimar en mucho —afirma el Concilio Vaticano II— las prácticas y los ejercicios de piedad hacia María, recomendados por el Magisterio en el curso de los siglos» (LG, 67). Probablemente, ninguna práctica y ejercicio de piedad ha sido tan recomendada por quienes tienen la misión de regir, enseñar y santificar en la iglesia, como el Rosario. Sobre este particular podría aducirse una infinidad de documentos.
Es cierto que en el siglo XVI se difundió ampliamente la devoción del Rosario por toda España. Lo propio cabe decir para el resto de los países europeos que se mantuvieron católicos, y para el Nuevo Mundo, para América y el Extremo Oriente. En España, como en Italia, el influjo llegó de tierras alemanas, francesas y de los Países Bajos, especialmente de la mano de dominicos inscritos en las Congregaciones de reforma. Se significó, en particular, fray Juan Agustín, hijo del convento de Lérida. Extendió la devoción por Valencia y otras zonas de España a partir de mediados del siglo XV. Predicó con gran fruto en Andalucía y falleció en Córdoba en 1476.
Qué duda cabe que en el tiempo contemporáneo el magisterio de la Iglesia, especialmente de la mano de los Santos Pablo VI y Juan Pablo II, ha animado a los fieles al rezo del Rosario. Las razones que han aducido no son pocas, ni carentes de hondura. Las resumimos. Pablo VI, en su «Marialis cultus» (1974), reflexionaba así, sobre el Rosario:
ü Es compendio o resumen del Evangelio. Saca de él el enunciado de los misterios y las fórmulas principales. Su orientación es profundamente cristológica.
ü Considera de manera armoniosa la sucesión de los principales acontecimientos salvíficos, que se han cumplido en Cristo.
ü Constituye una repetición litánica en constante alabanza a Cristo.
ü Es memoria contemplativa del misterio de Cristo.
ü Asocia a los humildes a la alabanza e intercesión de la Iglesia.
ü Los misterios de la vida del Señor se han de ver a través del corazón de María.
ü Es muy apto para desarrollar la oración contemplativa. Sin contemplación, el Rosario sería como un cuerpo sin alma.
ü Exige un ritmo tranquilo y reflexivo.
ü Encierra la alabanza y la súplica al mismo tiempo.
ü Es muy eficaz para promover la vida cristiana y el empeño apostólico.
ü Es como un brote o tallo del árbol secular de la liturgia cristiana. Se armoniza fácilmente con ella.
ü Estimula a la voluntad a sacar normas de vida.
Por su parte, San Juan Pablo II avanzaba en la oferta de ofrecer motivos de veneración del Rosario, en su «Rosarium Virginis Mariae» (2002):
Ø El Rosario fue difundido en el segundo milenio bajo el soplo del Espíritu Santo.
Ø Es una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad.
Ø Se encuadra bien en un cristianismo que se siente empujado por el Espíritu de Dios a «remar mar adentro».
Ø Se centra en la cristología.
Ø En él se aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor.
Ø Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias y es un instrumento espiritual eficaz ante los males de la sociedad.
Ø Acompaña en los momentos de alegría y en los de tribulación.
Ø Es plegaria maravillosa por su sencillez y profundidad.
Ø Con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo.
Ø El Rosario forma parte de la mejor y más reconocida tradición de la contemplación cristiana.
Lejos de perder fuerza en este tercer milenio comenzado, el Rosario recibe nuevo impulso por parte de la Iglesia, con el fin de lograr una renovación espiritual que tiene que estar en la base de la actividad apostólica. Ayuda a conocer más de cerca a Jesús, con el repaso, en definitiva, de todo el Evangelio. Esto es particularmente verdad tras la introducción que ha hecho Juan Pablo II de los «Misterios Luminosos», que completan de manera particular el tramo de la vida pública de Jesús, con el repaso de su bautismo, del mencionado anticipo de «su hora» en las bodas de Caná, predicación del Reino en medio de la humanidad, Transfiguración y Eucaristía.
Fr. Vito T. Gómez García, O.P.



MISTERIOS LUMINOSOS

Primer misterio: El Bautismo de Jesús

“Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo, y vio que el Espíritu de dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Y vino una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. (Mt. 3, 16-17).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Segundo Misterio: Jesús en las Bodas de Caná
“Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien libros cada una. Jesús les dijo: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: sacad ahora, y llevádselo al mayordomo. Ellos se lo llevaron”. (Jn. 2).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Tercer Misterio: La predicación del Reino
“Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed en el Evangelio”. (Mc. 1, 14-15).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Cuarto Misterio: La transfiguración del Señor
“Pedro (al contemplar a Cristo transfigurado) le dijo: Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías”. (Mt. 17, 4).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Quinto Misterio: La institución de la Eucaristía en la última cena.
“Jesús tomó pan; dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed todo de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros. Jesús tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos diciendo: Tomád y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros, y por todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”. 
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.


Oración sobre María

Dios, Padre nuestro:
En María nos has dado un modelo
de esta sencillez callada,
de este valor de las cosas pequeñas.

En María nos has dado
la síntesis de la mujer perfecta,
en la contemplación
en el quehacer diario,
en escuchar y responder,
en hablar y callar,
en el orar y en el actuar.

Ayúdanos a acercarnos
a ese modelo de vida cristiana,
para situarnos más cerca
en el camino de Jesús, tu Hijo.

Haznos entender lo que significa
un estilo de vida sencillo
y a valorar las pequeñas cosas
que realizamos cada día.

Amén.



Libro para este día:

“EL ROSARIO, LA ORACION DE LA FAMILIA”
Autor:  Ricardo Cuadrado Tapia, OP
Editorial: San Esteban