martes, 19 de mayo de 2020

María, poesía


María, poesía
Son difíciles las cosas bellas
Platón

Es mayo y un altar
de flores amarillas nos recuerda
que estamos en el mes en que a la tarde
rezamos a María y le cantamos
canciones inocentes con palabras
que no muy bien sabemos, mas son bellas.

Es mayo y los vencejos nos anuncian
que está el calor ya pronto y es la hora
de darle un riego al patio y recogernos
allí bajo la parra entretejida.

Se acerca la estación en que se cortan
las mangas a las blusas para luego
poder aprovecharlas en verano.
                                 Tú le mides
las mangas a papá y, en un pespunte,
dibujas esa línea que atestigua
que es bella la pobreza cuando todo
se toca con amor y hay un motivo
que hilvana nuestra vida y la dispone
a un cielo que no alberga todavía
los rostros que queremos, ni tampoco
las manos que nos salvan de la muerte.

Es mayo y un altar
con flores del jardín reúne en torno
del seno de María nuestras voces,
palabras muy sencillas que nos unen
los unos a los otros y aprovechan
para un verano dulce al fin del mundo,
para una buena muerte en la que aguardan
palabras que ahora bien no comprendemos,
más fueron esperanza y compañía.

(De “Poemas para mi hermana”, Accésit Adonáis 2016, Rialp 2007)

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TRÍPTICO PORTINARI
                     A Juan Carlos Friebe

Mi querido Juan Carlos:
estoy en los Uffici visitando tu libro.
Frente a mí la Adoración de los Pastores
de Hugo van der Goes.
La Virgen está triste y está sola.
Ningún perfil humano se le acerca
y están sus ojos fijos en el suelo,
donde el niño parece
cadáver al que sólo abriga el barro.

Hay algo de extravío en este tríptico.
Como bien sabes tú, la enfermedad
de Hugo van der Goes era locura,
melancolía la llamaron,
pero, vista de cerca, era locura,
quizás misericordia.

Los ángeles se apartan. Dejan paso
a los pastores cuya humilde,
serena devoción es la mayor
que existe en cielo y tierra.
Siguiendo la costumbre tardogótica,
la dimensión de los cabreros
supera en proporción a las figuras
del resto de la tabla. De este modo
el pintor ha querido recordarnos
el texto de San Pablo que atestigua
la envidia de los ángeles al hombre.
Por eso estos pastores andrajosos,
desdentados y oscuros,
cubiertos de rotundas cicatrices
crudamente empastadas,
irrumpen en la escena y representan
la miseria que somos conmovida
ante el sagrado desvarío
-contra todo pronóstico-
de un Dios que se hace pobre entre los pobres.

Un haz de trigo triste y unos lirios
en un vaso de lágrimas con mirra
cierran la escena en primer plano.
Son flores de las que hay en las cunetas
de todos los caminos de la historia.

Sólo falta que los perros
acudan a lamernos las heridas
que a mí y a los pastores se nos abren
chirriantes y oxidadas como hojas
de un tríptico flamenco en los Uffici.

A excepción de los ángeles que observan
-pese al primor de su plumaje -
con recelo a estos hombres vagabundos,
no hay rastro de los pájaros ni hay cielo.

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QUIZÁ UNA GOLONDRINA
Como en el cuadro de Fra Angélico,
un pájaro, quizá una golondrina,
salta esta tarde entre las bóvedas del claustro
buscando una palabra en que anidar.

Y aunque no es este el año uno
ni estamos a finales del Trecento,
aunque ni el manto del azul más limpio
podría cancelar todas las deudas
que tengo contraídas con la vida,
aunque, Señor, yo no soy digno
de que entres en mi casa y la ilumines,

quizá, precisamente, por mi pobre
materia de hombre pobre y desvalido,
quizá porque este cuadro de Fra Angélico
me invita a adivinar que tú sí puedes,
quizá por esta humilde golondrina
que salta, como aquella del Trecento,
entre las bóvedas cuajadas
de estrellas rutilantes de este claustro,
abro mi corazón y exclamo: fiat.

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ANUNCIACIÓN DEL PRADO

Tan nítido, tan simple, tan absorto,
no sé por qué Fra Angélico
ha puesto sobre el rayo de oro puro,
que fluye de los labios del arcángel
al vientre de María, un pajarillo
—posiblemente un petiblanco—
que escapa al simbolismo del Trecento.

La explicación más conocida
nos dice que las alas color noche
y el blanco cuerpecillo de esta ave
tan sólo son humilde referencia
al hábito de fraile que el pintor
de Fiésole vestía.
           Yo me inclino
por un significado
de música y de viento:
las horas decisivas
se dicen con palabras voladoras,
pues fue una borrachera
de canto y de esperanza
la que hizo carne el verbo
en esa niña pobre de Judea.

Pero claro:
quizás estoy hablando de mi vida,
y el pájaro pintado sólo intente
dejar un testimonio blanco y negro
de cómo el infinito lo reciben
tan sólo los humildes, los que tiemblan.

En arte, en todo caso,
la última palabra nunca importa
con tal que el cuadro alumbre otra palabra
y el pájaro revuele al apagarse
la sala del museo que lo expone,
El Prado,
y tú, lector, aceptes compasivo
las cosas que la vida de los otros
me dice de mi vida y no comprendo.


De “Yo he querido ser grúa muchas veces”. Visor, 2ª edic., 2014.

Fr. Antonio Praena, OP





MISTERIOS DOLOROSOS

Primer misterio: La oración en Getsemaní

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 Segundo Misterio: La Flagelación de Jesús

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Tercer Misterio: La coronación de espinas

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 Cuarto Misterio: Jesús con la Cruz a cuestas

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 Quinto Misterio: La crucifixión y muerte de Jesús

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