jueves, 14 de mayo de 2020

Los misterios de la luz

Los misterios de la luz
Al realizar los cuadros de los misterios de la luz, quería expresar en estas obras la constante novedad de estos misterios, de Jesucristo y su buena noticia.
Una de las principales características de la actualidad es el mestizaje, la comunicación y el enriquecimiento entre formas de vida, tendencias...etc.  Por ello en las pinturas se combinan elementos, tanto de distintas culturas como de diferentes estilos artísticos, Cristo y su reino son novedad en cualquier sociedad y momento de la historia.        En todas las imágenes, los elementos relacionados con Dios contienen pintura plateada o dorada, según desde el lugar desde el que se observan brillan intensamente y destacan en el conjunto o  pueden verse oscuros.. confundidos en el entorno. Así es también en la realidad, Dios está aquí... en todo lo que nos rodea, depende de nosotros, de cómo nos situemos ante Él el que pase inadvertido en la confusión o que advirtamos su presencia, su amor y su luz.
La colección quiere ser una invitación para quien la observe, un reto de vida y plenitud. La oferta de un Dios de libertad y comprensión que, con demasiada frecuencia, presentamos distorsionado y limitado por nuestras mismas miserias.
      
  JORDÁN.
 En su bautismo, Jesús expresa la asunción de la misión que el Padre le encomienda y lo hace libremente. Los fragmentos de cadenas son el símbolo de esa libertad con la que Jesús rompe con el pecado, de la "conversión" con la que muestra su respuesta al Padre.  

 
 
Con Cristo se hunde en las aguas una historia roja, de sufrimiento y promesas; en su lugar surge una historia verde, de confianza y cumplimiento de lo prometido: el bautismo de Jesús convierte las lágrimas en llamas de esperanza.
Ante esta acción, Dios Padre lo reconoce como su hijo y el Espíritu desciende sobre Él. La conversión está al alcance de todos, las manos del Padre acogen y reconocen también como hijo a todo aquel que rompa con sus ataduras y asuma la misión que se le encomienda, es una llamada a la humanidad entera de la que pretende ser reflejo el planeta Tierra de la parte superior del cuadro.
      
  CANÁ.
Encontramos aquí una explosión de vino. En las bodas de Caná, Jesús proporciona a los invitados lo preciso para que la fiesta continúe, el mejor vino.

Alrededor del vino aparecen los invitados, de todas las razas, la humanidad entera que canta y baila con alegría. Son personificaciones de lo que necesitamos para que nuestra vida sea una fiesta: luz, calor, alimento, capacidad de crear..., pero lo que principalmente precisa la humanidad está en el centro del cuadro: Jesús, el mismo Dios, el único que puede dar sentido a nuestra existencia.
Junto a Jesús, María que, atenta a todas nuestras carencias, provoca que se manifieste públicamente la presencia de Dios entre nosotros.
      
 NAZARET.
Al anunciar el cumplimiento de la Escritura, Jesús aparece vestido con un manto de manos. Es un anuncio de algo que ya es realidad, pero que necesita de nosotros para serlo; el "ya, pero todavía no".

El cumplimiento de una promesa que nos recuerda cual es la principal ocupación de los seguidores de Jesús, el Reino de Dios. Un reino que no es inalcanzable, al contrario, ya está entre nosotros. Se nos envía a trabajar para que las madres de los países en vías de desarrollo puedan alimentar a sus hijos; para que los violentos se deshagan de sus armas y puedan ser perdonados por las víctimas, a pesar de la sangre derramada; por ahogar definitivamente a la serpiente de las drogas; a luchar por la paz en contra de todas las guerras; por un mundo donde  todos los niños puedan jugar lejos de toda explotación y las mujeres maltratadas puedan despojarse de sus mantos de lágrimas; donde no existan fronteras ni nadie tenga que inmigrar; en el que se rompan las cadenas de todos los corazones que son condenados y oprimidos a causa de sus sentimientos...
Es un anuncio que resquebraja los muros de una religión malentendida que no conduce al hombre a su plenitud, a la libertad y a Dios, sino que privilegia y otorga poder a unos pocos, oprimiendo, culpando y esclavizando a otros. Es un Reino en cuyo centro está el Espíritu de Dios, que nos guía  y sostiene en el camino.
       
 TABOR.
En nuestros días Jesucristo es, por lo general, aceptado y admirado como un hombre bueno o un revolucionario, pero es mucho menos común que se le reconozca verdaderamente como Dios. El cuadro de la transfiguración quiere ser una invitación a identificarlo como tal, por ello, sólo he representado a dos de los tres discípulos que aparecen en la narración evangélica: el tercero es el espectador.

Cristo da sentido a nuestra existencia y a la luz de su divinidad se comprenden la ley y los profetas, toda la historia de la salvación de la humanidad.
Ante esto, uno de los discípulos trata de agarrarse a la tierra, de aferrarse al momento, pero una flecha los envía a la Tierra. El Dios que se revela en Cristo es un Dios vivo, un Dios para el mundo.
        
 JERUSALÉN.
La eucaristía es el sacramento del amor, por ello, en el centro del cuadro tenemos el pan y el vino sobre una mesa con forma de corazón. 



Alrededor de él se distribuyen los discípulos, hombres y mujeres que mantienen la pluralidad en la unidad de una comunidad cuyo nexo es Jesús. Es así donde la eucaristía cobra su máximo sentido. Cada uno de nosotros, al participar del sacramento se compromete a compartir la misión de Cristo, a darse a los hermanos. La mesa eucarística se entrega a unas manos delgadas y dolientes. Son las manos de los miles de hermanos que sufren a nuestro alrededor, por los que, en la eucaristía, nos comprometemos a ofrecer nuestra vida.
                                       Fr. Félix Hernández,  OP.