La
práctica del Rosario estimada en mucho por la fe de la Iglesia
Es evidente que el culto más preciado que puede
dirigirse a María es el litúrgico, en
el que se hace presente su
vinculación inseparable con Cristo, desde la encarnación y nacimiento, pasando
por el hogar de Nazaret, súplica de la anticipación de «su hora» en Caná de
Galilea, manifestación de auténtica maternidad, por la unión que mantenía con
la voluntad redentora del Padre celestial, firmeza en la comunión plena con su
Hijo en el dolor salvífico al pie de la cruz, esperanza inquebrantable en la
victoria pascual y posesión de la bienaventuranza eterna en su Asunción a los
cielos.
Todo lo anterior admitido, hay que convenir
también que «hay que estimar en mucho —afirma el Concilio Vaticano II— las prácticas y los ejercicios de piedad
hacia María, recomendados por el Magisterio en el curso de los siglos» (LG,
67). Probablemente, ninguna práctica y ejercicio de piedad ha sido tan
recomendada por quienes tienen la misión de regir, enseñar y santificar en la
iglesia, como el Rosario. Sobre este
particular podría aducirse una infinidad de documentos.
Es cierto que en el siglo XVI se difundió
ampliamente la devoción del Rosario por toda España. Lo propio cabe decir para
el resto de los países europeos que se mantuvieron católicos, y para el Nuevo
Mundo, para América y el Extremo Oriente. En España, como en Italia, el influjo
llegó de tierras alemanas, francesas y de los Países Bajos, especialmente de la
mano de dominicos inscritos en las Congregaciones de reforma. Se significó, en
particular, fray Juan Agustín, hijo
del convento de Lérida. Extendió la devoción por Valencia y otras zonas de
España a partir de mediados del siglo XV. Predicó
con gran fruto en Andalucía y falleció en Córdoba en 1476.
Qué duda cabe que en el tiempo contemporáneo el
magisterio de la Iglesia, especialmente de la mano de los Santos Pablo VI y
Juan Pablo II, ha animado a los fieles al rezo del Rosario. Las razones que han
aducido no son pocas, ni carentes de hondura. Las resumimos. Pablo VI, en su «Marialis cultus» (1974),
reflexionaba así, sobre el Rosario:
ü Es
compendio o resumen del Evangelio. Saca de él el enunciado de los misterios y
las fórmulas principales. Su orientación es profundamente cristológica.
ü Considera
de manera armoniosa la sucesión de los principales acontecimientos salvíficos,
que se han cumplido en Cristo.
ü Constituye
una repetición litánica en constante alabanza a Cristo.
ü Es
memoria contemplativa del misterio de Cristo.
ü Asocia a
los humildes a la alabanza e intercesión de la Iglesia.
ü Los
misterios de la vida del Señor se han de ver a través del corazón de María.
ü Es muy
apto para desarrollar la oración contemplativa. Sin contemplación, el Rosario
sería como un cuerpo sin alma.
ü Exige un
ritmo tranquilo y reflexivo.
ü Encierra
la alabanza y la súplica al mismo tiempo.
ü Es muy
eficaz para promover la vida cristiana y el empeño apostólico.
ü Es como
un brote o tallo del árbol secular de la liturgia cristiana. Se armoniza
fácilmente con ella.
ü Estimula
a la voluntad a sacar normas de vida.
Por su parte, San Juan Pablo II avanzaba en la
oferta de ofrecer motivos de veneración del Rosario, en su
«Rosarium Virginis Mariae» (2002):
Ø El
Rosario fue difundido en el segundo
milenio bajo el soplo del Espíritu Santo.
Ø Es una
oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad.
Ø Se
encuadra bien en un cristianismo que se siente empujado por el Espíritu de Dios
a «remar mar adentro».
Ø Se centra
en la cristología.
Ø En él se
aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar
la profundidad de su amor.
Ø Mediante
el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias y es un instrumento
espiritual eficaz ante los males de la sociedad.
Ø Acompaña
en los momentos de alegría y en los de tribulación.
Ø Es
plegaria maravillosa por su sencillez y profundidad.
Ø Con el
trasfondo de las Avemarías pasan ante
los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo.
Ø El
Rosario forma parte de la mejor y más reconocida tradición de la contemplación
cristiana.
Lejos de perder fuerza en este tercer milenio comenzado, el Rosario
recibe nuevo impulso por parte de la Iglesia, con el fin de lograr una
renovación espiritual que tiene que estar en la base de la actividad
apostólica. Ayuda a conocer más de cerca a Jesús, con el repaso, en definitiva,
de todo el Evangelio. Esto es particularmente verdad tras la introducción que
ha hecho Juan Pablo II de los «Misterios Luminosos», que completan de manera
particular el tramo de la vida pública de Jesús, con el repaso de su bautismo,
del mencionado anticipo de «su hora» en las bodas de Caná, predicación del
Reino en medio de la humanidad, Transfiguración y Eucaristía.
Fr. Vito T. Gómez García, O.P.
MISTERIOS LUMINOSOS
Primer
misterio: El Bautismo de Jesús
“Apenas se
bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo, y vio que el Espíritu de dios
bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Y vino una voz del cielo que
decía: Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. (Mt. 3, 16-17).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Segundo Misterio: Jesús en
las Bodas de Caná
“Había allí
colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de
unos cien libros cada una. Jesús les dijo: Llenad las tinajas de agua. Y las
llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: sacad ahora, y llevádselo al
mayordomo. Ellos se lo llevaron”. (Jn. 2).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Tercer
Misterio: La predicación del Reino
“Cuando
arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed
en el Evangelio”. (Mc. 1, 14-15).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Cuarto
Misterio: La transfiguración del Señor
“Pedro (al contemplar a Cristo transfigurado) le dijo: Señor, ¡qué bien se
está aquí! Si quieres, haré tres tiendas una para Ti, otra para Moisés y otra
para Elías”. (Mt. 17, 4).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Quinto
Misterio: La institución de la Eucaristía en la última cena.
“Jesús tomó
pan; dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y
comed todo de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros.
Jesús tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos
diciendo: Tomád y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros, y por
todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración
mía”.
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Oración sobre María
Dios, Padre nuestro:
En María nos has dado un modelo
de esta sencillez callada,
de este valor de las cosas pequeñas.
En María nos has dado
la síntesis de la mujer perfecta,
en la contemplación
en el quehacer diario,
en escuchar y responder,
en hablar y callar,
en el orar y en el actuar.
Ayúdanos a acercarnos
a ese modelo de vida cristiana,
para situarnos más cerca
en el camino de Jesús, tu Hijo.
Haznos entender lo que significa
un estilo de vida sencillo
y a valorar las pequeñas cosas
que realizamos cada día.
Amén.
Libro para este día:
“EL ROSARIO, LA ORACION DE LA FAMILIA”
Autor:
Ricardo Cuadrado Tapia, OP
Editorial: San Esteban