jueves, 28 de mayo de 2020

La práctica del Rosario

La práctica del Rosario estimada en mucho por la fe de la Iglesia

Es evidente que el culto más preciado que puede dirigirse a María es el litúrgico, en el que se hace presente su vinculación inseparable con Cristo, desde la encarnación y nacimiento, pasando por el hogar de Nazaret, súplica de la anticipación de «su hora» en Caná de Galilea, manifestación de auténtica maternidad, por la unión que mantenía con la voluntad redentora del Padre celestial, firmeza en la comunión plena con su Hijo en el dolor salvífico al pie de la cruz, esperanza inquebrantable en la victoria pascual y posesión de la bienaventuranza eterna en su Asunción a los cielos.
Todo lo anterior admitido, hay que convenir también que «hay que estimar en mucho —afirma el Concilio Vaticano II— las prácticas y los ejercicios de piedad hacia María, recomendados por el Magisterio en el curso de los siglos» (LG, 67). Probablemente, ninguna práctica y ejercicio de piedad ha sido tan recomendada por quienes tienen la misión de regir, enseñar y santificar en la iglesia, como el Rosario. Sobre este particular podría aducirse una infinidad de documentos.
Es cierto que en el siglo XVI se difundió ampliamente la devoción del Rosario por toda España. Lo propio cabe decir para el resto de los países europeos que se mantuvieron católicos, y para el Nuevo Mundo, para América y el Extremo Oriente. En España, como en Italia, el influjo llegó de tierras alemanas, francesas y de los Países Bajos, especialmente de la mano de dominicos inscritos en las Congregaciones de reforma. Se significó, en particular, fray Juan Agustín, hijo del convento de Lérida. Extendió la devoción por Valencia y otras zonas de España a partir de mediados del siglo XV. Predicó con gran fruto en Andalucía y falleció en Córdoba en 1476.
Qué duda cabe que en el tiempo contemporáneo el magisterio de la Iglesia, especialmente de la mano de los Santos Pablo VI y Juan Pablo II, ha animado a los fieles al rezo del Rosario. Las razones que han aducido no son pocas, ni carentes de hondura. Las resumimos. Pablo VI, en su «Marialis cultus» (1974), reflexionaba así, sobre el Rosario:
ü Es compendio o resumen del Evangelio. Saca de él el enunciado de los misterios y las fórmulas principales. Su orientación es profundamente cristológica.
ü Considera de manera armoniosa la sucesión de los principales acontecimientos salvíficos, que se han cumplido en Cristo.
ü Constituye una repetición litánica en constante alabanza a Cristo.
ü Es memoria contemplativa del misterio de Cristo.
ü Asocia a los humildes a la alabanza e intercesión de la Iglesia.
ü Los misterios de la vida del Señor se han de ver a través del corazón de María.
ü Es muy apto para desarrollar la oración contemplativa. Sin contemplación, el Rosario sería como un cuerpo sin alma.
ü Exige un ritmo tranquilo y reflexivo.
ü Encierra la alabanza y la súplica al mismo tiempo.
ü Es muy eficaz para promover la vida cristiana y el empeño apostólico.
ü Es como un brote o tallo del árbol secular de la liturgia cristiana. Se armoniza fácilmente con ella.
ü Estimula a la voluntad a sacar normas de vida.
Por su parte, San Juan Pablo II avanzaba en la oferta de ofrecer motivos de veneración del Rosario, en su «Rosarium Virginis Mariae» (2002):
Ø El Rosario fue difundido en el segundo milenio bajo el soplo del Espíritu Santo.
Ø Es una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad.
Ø Se encuadra bien en un cristianismo que se siente empujado por el Espíritu de Dios a «remar mar adentro».
Ø Se centra en la cristología.
Ø En él se aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor.
Ø Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias y es un instrumento espiritual eficaz ante los males de la sociedad.
Ø Acompaña en los momentos de alegría y en los de tribulación.
Ø Es plegaria maravillosa por su sencillez y profundidad.
Ø Con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo.
Ø El Rosario forma parte de la mejor y más reconocida tradición de la contemplación cristiana.
Lejos de perder fuerza en este tercer milenio comenzado, el Rosario recibe nuevo impulso por parte de la Iglesia, con el fin de lograr una renovación espiritual que tiene que estar en la base de la actividad apostólica. Ayuda a conocer más de cerca a Jesús, con el repaso, en definitiva, de todo el Evangelio. Esto es particularmente verdad tras la introducción que ha hecho Juan Pablo II de los «Misterios Luminosos», que completan de manera particular el tramo de la vida pública de Jesús, con el repaso de su bautismo, del mencionado anticipo de «su hora» en las bodas de Caná, predicación del Reino en medio de la humanidad, Transfiguración y Eucaristía.
Fr. Vito T. Gómez García, O.P.



MISTERIOS LUMINOSOS

Primer misterio: El Bautismo de Jesús

“Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo, y vio que el Espíritu de dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Y vino una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. (Mt. 3, 16-17).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Segundo Misterio: Jesús en las Bodas de Caná
“Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien libros cada una. Jesús les dijo: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: sacad ahora, y llevádselo al mayordomo. Ellos se lo llevaron”. (Jn. 2).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Tercer Misterio: La predicación del Reino
“Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed en el Evangelio”. (Mc. 1, 14-15).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Cuarto Misterio: La transfiguración del Señor
“Pedro (al contemplar a Cristo transfigurado) le dijo: Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías”. (Mt. 17, 4).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Quinto Misterio: La institución de la Eucaristía en la última cena.
“Jesús tomó pan; dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed todo de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros. Jesús tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos diciendo: Tomád y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros, y por todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”. 
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.


Oración sobre María

Dios, Padre nuestro:
En María nos has dado un modelo
de esta sencillez callada,
de este valor de las cosas pequeñas.

En María nos has dado
la síntesis de la mujer perfecta,
en la contemplación
en el quehacer diario,
en escuchar y responder,
en hablar y callar,
en el orar y en el actuar.

Ayúdanos a acercarnos
a ese modelo de vida cristiana,
para situarnos más cerca
en el camino de Jesús, tu Hijo.

Haznos entender lo que significa
un estilo de vida sencillo
y a valorar las pequeñas cosas
que realizamos cada día.

Amén.



Libro para este día:

“EL ROSARIO, LA ORACION DE LA FAMILIA”
Autor:  Ricardo Cuadrado Tapia, OP
Editorial: San Esteban