viernes, 8 de mayo de 2020

María, Abogada de los Predicadores

María, Abogada de los Predicadores
        El verso que más me conmueve del rezo de la Salve y que para mí es capaz de sintetizar bastante de la figura de María para los dominicos, es aquel en el que invocamos a la Virgen como Abogada Nuestra:
“Ea pues, Señora Abogada Nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”
         De las narraciones primitivas de la fundación y al respecto de esto, les traigo la narración de sor Cecilia, del convento romano de san Sixto, que cuenta lo siguiente:
Relación sobre santo Domingo dada por la beata Cecilia, virgen:
En cierta ocasión el bienaventurado Domingo se quedó orando en la iglesia hasta la media noche y llegando al dormitorio se puso a orar al ingreso. Cuando estaba así en oración miró hacia el fondo del dormitorio y vio llegar a tres señoras muy hermosas y la que estaba en el centro parecía más venerable y de aspecto aún más hermoso y digno que las otras dos. Una de ellas llevaba un recipiente bellísimo reluciente y la otra llevaba un hisopo y con él la señora rociaba y signaba con la cruz a los frailes. Esta señora dijo el bienaventurado Domingo: «Yo soy la misma a quien invocáis cada día, y cuando decía: Ea, pues, abogada nuestra, me postro ante mi Hijo pidiendo por el mantenimiento de esta Orden».
Después de esto y de dar una vuelta por el dormitorio signando y rociando a cada fraile, desapareció. El bienaventurado Domingo volvió a su oración en el mismo lugar en que antes estaba y entonces fue arrebatado en espíritu ante Dios y vio al Señor y a la bienaventurada Virgen, que estaba sentada a su derecha. Y le parecía al bienaventurado Domingo que nuestra Señora vestía un manto color zafiro.
Cuando Domingo miró entonces a su alrededor, vio en la presencia del Señor a religiosos de todas las órdenes, pero no veía a ninguno de la suya y por ello rompió a llorar con amargura y, quedándose lejos, no se atrevía a ponerse cerca del Señor y de su Madre. Entonces nuestra Señora le hizo señas con la mano para que viniera junto a ella, pero él no se atrevía aún a acercarse hasta cuando el mismo Señor lo llamó. Acercándose el bienaventurado Domingo se postró ante ellos, siempre llorando amargamente. El Señor le dijo que se pusiera en pie y estando ya levantado le preguntó: «¿Por qué lloras tan amargamente?» Él respondió: «Lloro porque estoy aquí viendo aquí de todas las órdenes, pero no entreveo a nadie de la mía.» El Señor le dijo: «¿Quieres ver a tu Orden?» Y él, tembloroso, respondió: «Sí, Señor» Entonces la bienaventurada Virgen abrió el manto con que se cubría y lo extendió en torno ante el bienaventurado Domingo, al cual le pareció tan grande que le dio la impresión de que podía dar cabida a toda la patria celestial, y bajo el manto vio una muchedumbre de hermanos.
Entonces el bienaventurado Domingo se postró y dio gracias a Dios y a su Madre la bienaventurada María y entonces desapareció la visión. Cuando volvió en sí, al instante se apresuró a tocar la campana para los maitines. Terminado el oficio de maitines convocó a los frailes en el capítulo y les predicó un magnífico y hermosísimo sermón, exhortándolos al amor y reverencia a la bienaventurada Virgen María. Y entre las cosas que les dijo les contó esta visión.
El mismo bienaventurado Domingo refirió esta visión a sor Cecilia y demás monjas de San Sixto, pero contándolo como si le hubiera sucedido a otro, más los frailes que lo acompañaban, y ya lo habían oído, hacían señas a las monjas de que se trataba de él mismo.
         El patrocinio de María en la Orden, se celebraba antiguamente en el aniversario de la fundación, el 22 de diciembre de 1216, pues siempre se consideró que precisamente en la misma fundación, la Virgen como abogada ante Dios mismo, había sido su impulsora. Con las reformas litúrgicas contemporáneas, se trasladó su celebración para el día 8 de mayo.
         Y es que desde el origen de la Orden de Predicadores, su historia ha estado vinculada a María como protectora e intercesora de los miembros de la Familia Dominicana, tanto que incluso en la fórmula de profesión religiosa se la expresa, prometiendo obediencia a Dios y “a la bienaventurada Virgen María”. El propio Domingo cultivó y transmitió esa especial devoción a la Virgen, instituyendo por ejemplo el canto de la “Salve”, tras la oración de Completas, al finalizar el día, poniéndose así a toda la familia bajo su cuidado y especial protección.
         Uno de los primeros Maestros de la Orden, fray Humberto de Romans, afirmaba: «La Virgen María fue una gran ayuda para la fundación de la Orden y se espera que la lleve a buen fin. Tenemos muchos motivos para pensar que la Virgen María es Patrona especial de nuestra Orden, apoyándonos en hechos ciertos acaecidos en los primeros tiempos. Por cuanto por mí mismo oí y por otras muchas cosas ya escritas en las vidas de los frailes, se ve que ella es madre especial de esta Orden fundada para alabar, bendecir y predicar a su Hijo y por esto ella la guía, la promueve y la defiende».
Pero, ¿qué significa que María protege a los dominicos, intercediendo como abogada?
         Tal expresión remite a una cierta experiencia personal y comunitaria que tiene que ver con el desamparo y la fragilidad por un lado, y con la humildad y la confianza por otro.
         La humildad y la confianza en tanto que el predicador asume que no es él quien lleva adelante su misión, es decir, que no es él quien acerca a la gente a Dios, sino que es Dios mismo quien toca el corazón de las personas, quien les susurra su voz o les hace intuir su rostro. Si bien lo hace a través de mediaciones humanas –la palabra del predicador, su testimonio, su persona, su figura- no es propiamente el predicador quien hace que los demás encuentren a Dios. En la relación con Él, es siempre Dios mismo quien toma la iniciativa. El predicador lo más que puede es pedir que Dios le ilumine, no ser un obstáculo para la intervención divina. Y ahí necesita protección, intermediación, socorro, ayuda. Que no sea un obstáculo mi miseria para que la gente se encuentre con Dios. La humildad y la confianza de María en su sí, han de ser fortaleza para el predicador que no se envanezca de su misión.
         La experiencia de desamparo y fragilidad tiene que ver con la conciencia limitada de cada uno, con el sabernos pecadores, imperfectos, con saber que llevamos tesoros en vasijas de barro, que hacemos el mal que no queremos, y con la confianza y la fe que en la debilidad se muestra la fuerza de Dios. Pedir el auxilio, la intermediación, la protección de María, es reconocer que no somos dignos de la misión recibida, que tantas y tantas veces nuestra vida, nuestra conducta, nuestros pensamientos, nuestras acciones, están alejadísimas de nuestra propia fe, que necesitamos que el manto de María cubra nuestra vergüenza, que necesitamos una abogada que llena de misericordia nos presente a Dios, porque nosotros no nos atrevemos. La conciencia de la fragilidad y la experiencia del desamparo por el pecado, nos impulsan a agarrarnos a María como madre que entiende, que comprende, que cuida, que intercede.
         María, Protectora de los Predicadores, cuida de nosotros, no te olvides de nosotros, cúbrenos con tu manto. 

Fray Vicente Niño Orti, OP
Fr. Félix Hernández, OP




   















































MISTERIOS DOLOROSOS

Primer misterio: La oración en Getsemaní

“Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y, puesto de rodillas, oraba: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haya mi voluntad, sino la tuya ” (Lc 22, 41-42).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.

Segundo Misterio: La Flagelación de Jesús

“Oculté mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. No oculté mi rostro a insultos y salivazos”  (Is.50,6).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.

Tercer Misterio: La coronación de espinas

“Jesús salió afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: Aquí lo tenéis. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias gritaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo!” (Jn.19, 5-6).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.

Cuarto Misterio: Jesús con la Cruz a cuestas

“El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación –para nosotros- es fuerza de Dios”.(1Cor. 1, 18).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.

Quinto Misterio: La crucifixión y muerte de Jesús

“Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Jesús dijo a uno de los malhechores: Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”.  (Lc.23, 34 y 43).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.




Oración a María

 A ti Madre nos acercamos con confianza.
En tí se ha hecho carne la Palabra
que contemplamos y que alabamos,
que predicamos y por la que vivimos.

Bajo tu manto nos refugiamos como Familia
y pedimos tu intercesión cada día.
Ayúdanos a ser testigos, ante los hombres,
de la verdad que nos hace libres
y del amor que nos reúne.



María en la música:

"CONTIGO, MARÍA", de Athenas.