María,
Abogada de los Predicadores
El verso
que más me conmueve del rezo de la Salve y que para mí es capaz de sintetizar
bastante de la figura de María para los dominicos, es aquel en el que invocamos
a la Virgen como Abogada Nuestra:
“Ea pues,
Señora Abogada Nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”
De
las narraciones primitivas de la fundación y al respecto de esto, les traigo la
narración de sor Cecilia, del convento romano de san Sixto, que cuenta lo
siguiente:
Relación
sobre santo Domingo dada por la beata Cecilia, virgen:
En cierta ocasión el bienaventurado Domingo se
quedó orando en la iglesia hasta la media noche y llegando al dormitorio se
puso a orar al ingreso. Cuando estaba así en oración miró hacia el fondo del
dormitorio y vio llegar a tres señoras muy hermosas y la que estaba en el
centro parecía más venerable y de aspecto aún más hermoso y digno que las otras
dos. Una de ellas llevaba un recipiente bellísimo reluciente y la otra llevaba
un hisopo y con él la señora rociaba y signaba con la cruz a los frailes. Esta
señora dijo el bienaventurado Domingo: «Yo soy la misma a quien invocáis cada
día, y cuando decía: Ea, pues, abogada nuestra, me postro ante mi Hijo pidiendo
por el mantenimiento de esta Orden».
Después de esto y de dar una vuelta por el
dormitorio signando y rociando a cada fraile, desapareció. El bienaventurado
Domingo volvió a su oración en el mismo lugar en que antes estaba y entonces
fue arrebatado en espíritu ante Dios y vio al Señor y a la bienaventurada
Virgen, que estaba sentada a su derecha. Y le parecía al bienaventurado Domingo
que nuestra Señora vestía un manto color zafiro.
Cuando Domingo miró entonces a su alrededor, vio
en la presencia del Señor a religiosos de todas las órdenes, pero no veía a
ninguno de la suya y por ello rompió a llorar con amargura y, quedándose lejos,
no se atrevía a ponerse cerca del Señor y de su Madre. Entonces nuestra Señora
le hizo señas con la mano para que viniera junto a ella, pero él no se atrevía
aún a acercarse hasta cuando el mismo Señor lo llamó. Acercándose el
bienaventurado Domingo se postró ante ellos, siempre llorando amargamente. El
Señor le dijo que se pusiera en pie y estando ya levantado le preguntó: «¿Por
qué lloras tan amargamente?» Él respondió: «Lloro porque estoy aquí viendo aquí
de todas las órdenes, pero no entreveo a nadie de la mía.» El Señor le dijo:
«¿Quieres ver a tu Orden?» Y él, tembloroso, respondió: «Sí, Señor» Entonces la
bienaventurada Virgen abrió el manto con que se cubría y lo extendió en torno
ante el bienaventurado Domingo, al cual le pareció tan grande que le dio la
impresión de que podía dar cabida a toda la patria celestial, y bajo el manto
vio una muchedumbre de hermanos.
Entonces el bienaventurado Domingo se postró y dio
gracias a Dios y a su Madre la bienaventurada María y entonces desapareció la
visión. Cuando volvió en sí, al instante se apresuró a tocar la campana para
los maitines. Terminado el oficio de maitines convocó a los frailes en el
capítulo y les predicó un magnífico y hermosísimo sermón, exhortándolos al amor
y reverencia a la bienaventurada Virgen María. Y entre las cosas que les dijo
les contó esta visión.
El mismo bienaventurado Domingo refirió esta
visión a sor Cecilia y demás monjas de San Sixto, pero contándolo como si le
hubiera sucedido a otro, más los frailes que lo acompañaban, y ya lo habían
oído, hacían señas a las monjas de que se trataba de él mismo.
El
patrocinio de María en la Orden, se celebraba antiguamente en el aniversario de
la fundación, el 22 de diciembre de 1216, pues siempre se consideró que
precisamente en la misma fundación, la Virgen como abogada ante Dios mismo,
había sido su impulsora. Con las reformas litúrgicas contemporáneas, se
trasladó su celebración para el día 8 de mayo.
Y es
que desde el origen de la Orden de Predicadores, su historia ha estado
vinculada a María como protectora e intercesora de los miembros de la Familia
Dominicana, tanto que incluso en la fórmula de profesión religiosa se la
expresa, prometiendo obediencia a Dios y “a la bienaventurada Virgen María”. El
propio Domingo cultivó y transmitió esa especial devoción a la Virgen,
instituyendo por ejemplo el canto de la “Salve”, tras la oración de Completas,
al finalizar el día, poniéndose así a toda la familia bajo su cuidado y
especial protección.
Uno
de los primeros Maestros de la Orden, fray Humberto de Romans, afirmaba: «La
Virgen María fue una gran ayuda para la fundación de la Orden y se espera que
la lleve a buen fin. Tenemos muchos motivos para pensar que la Virgen María es
Patrona especial de nuestra Orden, apoyándonos en hechos ciertos acaecidos en
los primeros tiempos. Por cuanto por mí mismo oí y por otras muchas cosas ya
escritas en las vidas de los frailes, se ve que ella es madre especial de esta
Orden fundada para alabar, bendecir y predicar a su Hijo y por esto ella la
guía, la promueve y la defiende».
Pero, ¿qué significa que María protege a los
dominicos, intercediendo como abogada?
Tal
expresión remite a una cierta experiencia personal y comunitaria que tiene que
ver con el desamparo y la fragilidad por un lado, y con la humildad y la
confianza por otro.
La
humildad y la confianza en tanto que el predicador asume que no es él quien
lleva adelante su misión, es decir, que no es él quien acerca a la gente a
Dios, sino que es Dios mismo quien toca el corazón de las personas, quien les
susurra su voz o les hace intuir su rostro. Si bien lo hace a través de
mediaciones humanas –la palabra del predicador, su testimonio, su persona, su
figura- no es propiamente el predicador quien hace que los demás encuentren a
Dios. En la relación con Él, es siempre Dios mismo quien toma la iniciativa. El
predicador lo más que puede es pedir que Dios le ilumine, no ser un obstáculo
para la intervención divina. Y ahí necesita protección, intermediación,
socorro, ayuda. Que no sea un obstáculo mi miseria para que la gente se
encuentre con Dios. La humildad y la confianza de María en su sí, han de ser
fortaleza para el predicador que no se envanezca de su misión.
La
experiencia de desamparo y fragilidad tiene que ver con la conciencia limitada
de cada uno, con el sabernos pecadores, imperfectos, con saber que llevamos
tesoros en vasijas de barro, que hacemos el mal que no queremos, y con la
confianza y la fe que en la debilidad se muestra la fuerza de Dios. Pedir el
auxilio, la intermediación, la protección de María, es reconocer que no somos
dignos de la misión recibida, que tantas y tantas veces nuestra vida, nuestra
conducta, nuestros pensamientos, nuestras acciones, están alejadísimas de
nuestra propia fe, que necesitamos que el manto de María cubra nuestra
vergüenza, que necesitamos una abogada que llena de misericordia nos presente a
Dios, porque nosotros no nos atrevemos. La conciencia de la fragilidad y la
experiencia del desamparo por el pecado, nos impulsan a agarrarnos a María como
madre que entiende, que comprende, que cuida, que intercede.
María,
Protectora de los Predicadores, cuida de nosotros, no te olvides de nosotros,
cúbrenos con tu manto.
Fray
Vicente Niño Orti, OP
Fr. Félix Hernández, OP |
MISTERIOS DOLOROSOS
Primer misterio: La oración en Getsemaní
“Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y, puesto
de rodillas, oraba: Padre, si
quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haya mi voluntad, sino la tuya ” (Lc
22, 41-42).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Segundo Misterio: La Flagelación de Jesús
“Oculté mis espaldas
a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. No oculté
mi rostro a insultos y salivazos” (Is.50,6).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Tercer Misterio: La coronación de espinas
“Jesús salió afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les
dijo: Aquí lo tenéis. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias
gritaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo!” (Jn.19, 5-6).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Cuarto Misterio: Jesús con la Cruz a cuestas
“El mensaje de la cruz
es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están
en vías de salvación –para nosotros- es fuerza de Dios”.(1Cor. 1, 18).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Quinto Misterio: La crucifixión y muerte de Jesús
“Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Jesús dijo a uno de los
malhechores: Te lo aseguro: hoy estarás
conmigo en el paraíso”. (Lc.23, 34 y
43).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Oración a María
A ti Madre nos acercamos con confianza.
En tí se ha
hecho carne la Palabra
que
contemplamos y que alabamos,
que
predicamos y por la que vivimos.
Bajo tu
manto nos refugiamos como Familia
y pedimos tu
intercesión cada día.
Ayúdanos a ser
testigos, ante los hombres,
de la verdad
que nos hace libres
y del amor
que nos reúne.
María en la música:
"CONTIGO, MARÍA", de Athenas.