martes, 31 de marzo de 2020

El camino de la Cuaresma día a día. -34-


UN OIR CAPAZ DE ESCUCHAR

         La necesidad de mantener la distancia social de seguridad mientras dure la pandemia del coronavirus, ha destacado la importancia del oír: oír noticias para mantenernos informados sobre el progreso de la enfermedad y las medidas necesarias para combatirla; oír a los familiares y amigos que no podemos visitar; el impulso solidario de hacer oír nuestros aplausos para que los que luchan en primera fila contra el mal, se sientan acompañados y respaldados. Las recomendaciones de psicólogos y consejeros espirituales nos indican la utilidad de aprovechar este tiempo para oírnos a nosotros mismos en profundidad, para dialogar con los hijos, la pareja; para rezar, pidiendo a Dios que atienda a nuestras necesidades.

         Pero el oír no se acaba en sí mismo. A la frase: “mirar es un esfuerzo, ver es un milagro”, se le podía adjudicar como gemela la de “oír es un esfuerzo; escuchar es un milagro”. Oímos sonidos, pero escuchamos significados. Oímos palabras, pero escuchamos a personas; los ruidos afectan a nuestro nervio auditivo, pero escuchamos la intimidad de los hombres y las mujeres.

         ¿Qué escucho cuando oigo lo que oigo? Quizás ni siquiera pongo el oído, o los cierro para no tener que enterarme y tener que responder;  para que no me afecte. Atreverse a oír es un acto de valentía, que exige, a continuación, el discernimiento de la parte de verdad o de mentira que contiene lo oído, la reflexión sobre ello y asumir el reto que conlleva para mí, mi forma de actuar y  mi forma de ser. Sí, existe una educación necesaria del oído a fin de que sea capaz de escuchar y existe también una evangelización del oído y del escuchar.

         La fe bíblica da mucha importancia al oír: “Escucha Israel”: así empieza la principal oración del AT. “El que tenga oídos para oír, que oiga”, repite Jesús como clave de comprensión y seguimiento.

         ¿Dónde está la meta del oír? José Tolentino Mendonça, en su libro “Hacia una espiritualidad de los sentidos”, recoge una admirable reflexión de Clarice Lispector:

         “Escúchame, escucha mi silencio. Lo que digo no es nunca lo que digo, sino otra cosa. Capta esa otra cosa de la que hablo en realidad, porque yo no puedo hacerlo”.

         Escuchar el silencio de lo que no puede decirse con palabras. Esa es la meta del oír. Escuchar este silencio de mí mismo, del otro, de Dios. Que el oír se transforme en encuentro y comunión, no sólo de ideas o sentimientos o comentarios, sino de persona a persona, para existir juntos.

Fr. Francisco J. Rodríguez Fassio, OP



Salmo: "Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta tí. El Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra, para escuchar los gemidos de los cautivos y liberar a los condenados a muerte. ” 

Oración: "Concédenos, Señor, perseverar en el fiel cumplimiento de tu santa voluntad, perdona nuestras faltas y guía nuestro corazón vacilante, y así alcanzar los dones del cielo.”

Evangelio: San Juan 8, 21-30.





Música para el camino:

"Quién eres Tú", de Hermana Glenda

 

lunes, 30 de marzo de 2020

El camino de la Cuaresma día a día. -33-


EL ENCUENTRO CON DIOS.

San Juan nos dice que Jesús “se retiró al Monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba”; y luego, san Juan nos cuenta un “efecto” de la oración de Jesús.

Jesús, el Señor, se retiró al Monte de los Olivos; este monte es muy significativo para el  Señor, va a ser la antesala de su Pasión, el lugar donde su fidelidad a Dios y a los hombres, de buena voluntad, se puso a prueba de una manera brutal, suprema.

Jesús se retiró de noche a orar. Este es el “motor” de su vida: su relación con el Padre. Su experiencia de Dios, su encuentro con Dios; una experiencia, un encuentro que necesita ser regado, de vez en cuando, con el agua de la fidelidad y de la confianza incondicional. Su vida, su camino, pronto se hubiesen quebrado si Jesús no hubiera cuidado constantemente esta experiencia inicial. Esto es lo que le hace asumir responsabilidad, sembrar esperanza y esperar un tiempo nuevo para una humanidad nueva.

Jesús, el Señor, no tiene compartimentos en su vida, un compartimento para los hombres, otro para Dios. No, Jesús no funciona así. Él tiene esta profunda experiencia de Dios en su vida, y es esta vida, cargada de luz y de verdad, la que transmite, sentado, a su pueblo.

“Al amanecer”, cuando la Luz de Dios empieza a alumbrar la vida de los hombres, Jesús, el Señor, se presenta en el templo. El Señor sustituye al templo. Las leyes, normas y mandatos han quedado atrás, Jesús les enseña lo que había aprendido aquella noche. Dios es misericordia y perdón. Dios nunca nos deja solos. Dios tiene algo que decir en la vida de cada día. “Al amanecer”, cuando un nuevo horizonte se dibuja en la frontera de los hombres, Jesús, el Señor, abre la ventana de la esperanza para un pueblo reseco de emotividad y falto de verdad.

Jesús, es la Luz del mundo, y todo el pueblo acudió a él, a la luz, para saber qué tenía que hacer en su vida. Este pueblo, con Jesús, tampoco quiere que Dios se quede en las puertas de su vida. Quiere que Dios entre, que le diga lo que tiene que hacer. Y Jesús, sentado, se lo dijo. 

La luz de Dios para que llegue a nuestro fondo, necesita sosiego, no necesita competidores huecos y vanos; necesita la paz que viene de Dios. Y entonces, el pueblo descubrió que el Dios de Jesús, el Señor, su Dios, era el Dios del perdón y de la misericordia, “tampoco yo te condeno”. Esto es lo que Jesús enseñaba al pueblo y que él había aprendido aquella noche donde se retiró para fortalecer su encuentro con Dios. 

Me pregunto si nosotros también hemos dejado a Dios que entre en nuestras vidas o lo tenemos en la puerta, en su compartimento reservado solo para él.

Fr. Benito Medina, OP




Salmo: "El Señor es mi pastor, nada me falta; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Su bondad y su misericordia me acompañan todos los días de mi vida.” 

Oración: "Señor,  Dios nuestro, cuyo amor sin medida nos enriquece, haz que nos preparemos como hombres nuevos a tomar parte en la gloria de tu reino; y que siguiendo las huellas de Cristo, lleguemos a tí, que eres nuestra vida.”

Evangelio: San Juan 8, 1-11.



Música para el camino:

"Cúrame", de Salomé Arricibita

domingo, 29 de marzo de 2020

El camino de la Cuaresma día a día. -32-


“Esta enfermedad no acabará en la muerte, 
sino que servirá para la gloria de Dios”

 Nos aproximamos al fin de la cuaresma, una cuaresma que está siendo  muy significativa para todos y que va a dejarnos bien marcados, para bien o para mal, y que, sin duda, no va a ser como las demás.
El evangelio de este V Domingo de Cuaresma nos habla de enfermedad, de muerte y de VIDA. ¿Os suenan estas tres palabras? Son tres palabras que nos acompañan, día y noche desde hace más de un mes cuando nos percatábamos de que la epidemia del coronavirus se extendía, misteriosamente, sin parar. Me he dado cuenta de que el diálogo que se establece en el evangelio de este domingo es nuestro propio diálogo con el Señor desde que la Pandemia ha cogido una magnitud insospechada y que nos desborda a todos los niveles.
Quiero compartir con vosotros ese diálogo, que como ya os he dicho, estoy segura que es el diálogo de todos.
En aquel tiempo, nuestros hermanos caían enfermos por un virus desconocido. Los creyentes mandaron recado a Jesús diciendo:
-         Señor, tus hijos están enfermando.
Jesús, al oírlo, dijo:
-         Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Dios nos ama y cuida de cada uno de nosotros, y todos de alguna manera experimentamos ese amor de Dios. Por eso, cuando vivimos acontecimientos dolorosos como estos, nos desconcertamos y surge la eterna pregunta…. ¿Dónde está Dios?
Dijeron  a Jesús:
-         Señor si hubieras estado aquí no habrían muerto tantos hermanos nuestros y en la más absoluta soledad.
Jesús contesta:
-         Yo estoy siempre con vosotros. Yo estoy en cada agonía, en cada expiración, en cada cuidado normal e intensivo, en cada esfuerzo y colaboración por superar un día más, en cada sonrisa, en cada mirada, en cada servicio y atención, en cada gesto de amor y cercanía. En todo y en todos estoy, pero cuando os encerráis en vuestro dolor no sois capaces de verme. Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre, porque yo he vencido a la muerte con mi muerte y estoy aquí para que tengáis vida abundante. ¿CREES ESTO?
Contestaron:
-         Sí, mi Señor, creemos que has venido al mundo a redimirnos. Que tú eres el Hijo de Dios y que estás aquí alentando nuestras vidas.
En este evangelio hay muchos personajes.
Por un lado están los discípulos que, como siempre, no se enteran de nada…si duerme se salvará…Vamos también nosotros y muramos con él. También, entre nosotros hay quien, en medio de este caos en el que vivimos, no se enteran de nada y no se responsabilizan de sus vidas ni de las vidas de los demás.
Están los judíos, curiosos, acechantes y críticos a las obras de Jesús…Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste? También nosotros podemos ser de los que siguen desafiando a Dios: Si Dios existe, cómo permite todo esto? Quejándonos y buscando culpables para descargar contra ellos nuestra impotencia.
Están Marta y María, que aman y dicen creer en Jesús, pero que en definitiva dudan porque su fe no es confianza y abandono en las manos de Dios… Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días… Así es también nuestra fe muchas veces….
Pero también está Jesús, que nos acompaña y llora con nosotros, que se entrega y actúa como tantos hermanos nuestros que están exponiendo sus vidas por cada uno de nosotros; Jesús, en este evangelio también nos enseña a levantar los ojos al cielo y orar al Padre: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que está angustiada y se sienten abandonados de ti, para que crean que tú eres el Dios Vivo y Verdadero que camina con su pueblo y me has enviado para salvarlos.
¿En qué grupo o con quién te identificas tú?
Sor Mª Montserrat de la Cruz, OP 


Autor: José de Ribera. Museo del Prado


Salmo: " Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra. Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa ".

Oración: "Te rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo".


Evangelio: San Juan 11, 3-7. 17. 20-27. 33-45.

 


Música para el camino:

"Volver a Tí", de María José Bravo.