YO SOY
(Reflexión en torno al ciego de
nacimiento, Juan 9, 1-41)
“Desde que recuerdo mi vida está
envuelta en oscuridad y vacío. Mi memoria no tiene imágenes, no puedo fantasear
ni volar con la mente a otros lugares, porque simplemente… ¿cómo voy a imaginarlos?
Por mucho que intentes explicármelo, ¿con qué lo voy a comparar?
Nunca he visto la luz, ni el sol,
no he visto el agua ni los ríos; el amanecer o el atardecer son para mí cosas
abstractas, sin luz; no he visto el relámpago ni la cara de mi madre. Soy ciego
de nacimiento y además pecador, por eso todos huyen de mí porque dicen que
contamino, que soy impuro, que Dios me ha castigado, aunque yo no entiendo muy
bien el porqué ya que, que yo sepa, no he hecho nada.
Soy ciego, y además invisible, nadie
me ve; sólo puedo mendigar. Ni siquiera puedo entrar en ese sitio que llaman
Templo, ese lugar donde todos van a hablar con Dios, al menos eso dicen. Pero conmigo
no, porque está enfadado, porque soy pecador desde que nací y por eso me ha
castigado con la ceguera. Me gustaría preguntarle cara a cara qué puedo hacer,
pero no me dejan.
Hoy algo cambió, había gente cerca
de mí hablando, cada vez se acercaron más, y… ¡hablaban de mí!
De pronto unas manos cálidas me
tocaron el rostro, tocaron mis ojos y decían: “¡No pecó, es para que se
manifiesten en él las obras de Dios!”.
¡Por fin alguien se daba cuenta!
Todo pasó muy rápido; lo más bonito es que me tocaba con amor; hacía mucho que
a mi ceguera se unía la soledad, nadie se acercaba, nadie me tocaba, nadie…,
nadie.
Sentí que algo húmedo tocaba mis
párpados y luego, esa voz de nuevo me dijo: “¡Ve a Siloé y lávate!”.
Fui lo más rápido que pude y mucha
gente, lo notaba, me acompañó.
Me lavé… y VEO: y al ser iluminado
comprendí que ya no soy ese ciego, ahora YO SOY, porque me han abierto los ojos
y me han dado un nuevo nombre, yo soy.
En Siloé lavé mis cegueras, mis tinieblas y errores,
descubrí un Reino que comienza a crecer, descubrí la luz de la fe y que la paz
es para todos.
En Siloé lavé mis mentiras, mis
cansancios y pecados, y descubrí que mi vida puede ser espejo donde otros se
miren y descubran su verdadero nombre.
Y comencé a gritar: ¡YO SOY!, ¡YO
SOY!, me han abierto los ojos del corazón y ahora veo, y ahora creo. Descubrí
que Dios estaba conmigo desde el principio y que esperaba con los brazos
abiertos a que yo naciera de nuevo.
Descubrí que todos estamos ciegos y
no podemos decir “yo soy” porque vemos a Dios lejos y fuera. Pero no, ahora
veo, ahora puedo gritar YO SOY, éste es mi nuevo nombre, soy hijo de Dios, soy
otro Cristo, ya no tengo que buscar respuestas fuera, no necesito poder entrar
a ese templo, yo soy ese templo y Dios habita en mí, sólo tengo que mirar
dentro y descubrirlo vivo en mí.
Él me ha sellado con su propio
Nombre, YO SOY, me ha conducido paso a paso porque yo no lo conocía, pensaba en
Él sólo como un profeta, que venía de Dios porque cumplía su voluntad; y sin
embargo, Él es el hijo del hombre, Él es Dios, por eso me postré ante Él que es
la luz del mundo, el Salvador del mundo, que ha hecho de mí una pequeña luz en
medio de la oscuridad de este mundo para que yo también sea “Siloé”, enviado,
imagen y testigo de que el Padre nos ama y nos hace criaturas nuevas, nos da
una nueva vida, plena, llena de luz y amor.
Si estás ciego, si tienes miedo, si
vives angustiado por la soledad y el abandono, escucha la voz interior del amor
que te llama: “¡hijo!, ven a Mí”, acude a Él con confianza y déjate transformar
en YO SOY”.
Sor Inmaculada
López Miró, OP
Autor: El Greco |
Salmo: "El Señor es mi pastor, nada me falta. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida.”
Oración: "Señor Dios, luz que alumbras a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestro espíritu con la claridad de tu gracia, para que nuestros pensamientos sean dignos de ti y aprendamos a amarte de todo corazón”.
Evangelio:
San Juan 9, 1-41.