UN
ENCUENTRO JUNTO AL POZO
En estos días de
desconcierto y confusión a nivel mundial, nos sale al encuentro, en el tercer
domingo de Cuaresma, el diálogo de Jesús con la mujer samaritana. Es fácil
entrar en esta escena, que nos resulta tan familiar. ¿Quién no ha sentido –o
siente ahora- la sed en sus diferentes formas? Quizás nuestras grietas o
heridas personales, nuestros miedos, nuestros recurrentes bloqueos personales…
O tal vez esa necesidad insaciable de un “algo más” imposible de saciar, o incluso
de definir… En este tiempo de mayor
soledad podemos escucharnos interiormente y hacer el dibujo de nuestra sed más
profunda.
Jesús recuerda a la
mujer, y nos dice a nosotros, que nos sanan los encuentros. Esos inesperados,
que nos sorprenden en el brocal, cuando decididamente buscamos estar aislados.
O aquellos más frecuentes que a diario nos llegan de forma rutinaria.
Necesitamos que alguien nos acoja y escuche, que nos centre desde dentro y nos
defina, que nos ayude a ver sentido a lo que somos y hacemos. No es preciso que
sean muchos (la samaritana tenía tanto maridos y ninguno la había llenado),
sino que sean auténticos. ¿Quién, o quiénes,
son –o han sido- personas referentes en mi vida? Los que me descubren la
sed y me dicen dónde se encuentra el agua verdadera…
No hay un pozo, ni una
fuente que nos sacie por entero. ¡Ni un cargamento de agua embotellada! La vida
se encarga de mantenernos una sed sana, ¡bendita!, que nos permite seguir
buscando y empuja el deseo a continuar
caminando. ¡Dichosa sed que nos mantiene vivos y despiertos! El agua se nos da
en pequeñas gotas, a sorbos contados que nos saben a gloria, y que nos la
adelantan. ¿Cuál ha sido el agua que más te ha llenado en tu proceso personal,
y dónde la encontraste? ¿Cómo te pone en búsqueda tu propia sed?
El Evangelio culmina en
una experiencia comunitaria. Cuando la sed se comparte, y se comparten los
encuentros, se crea fraternidad. La mujer llama a los suyos, los discípulos se
hacen presentes, todos creen porque han visto y experimentado… El cántaro,
símbolo del vacío doloroso, ya no es necesario. Y por doquier se extiende el
deseo de anunciar que se ha encontrado el agua viva… ¿Cuál es, o ha sido en
algún momento, mi comunidad de referencia, con la que compartir el deseo y
beber juntos el agua que sacia?
En estos días de
obligado parón tenemos la excusa perfecta para crecer hacia adentro, para
revisar nuestra vida en sencillez, para sintonizar con lo que nos da paz y
serenidad: nuestro deseo hondo de Dios.
Fr. F. Javier
Garzón, OP
Agua de Lourdes |
Oración:
Padre de vida y dador de todo lo
bueno: queremos beber tu vida al máximo.
Que Jesús, tu Palabra Viviente, nos hable de corazón a corazón.
Danos una sed insaciable de las cosas realmente importantes:
la fe y el sentido de nuestras vidas, la esperanza en un mundo mejor
lleno de tu justicia y tu paz, un espíritu de amor comprometido
que sabe cómo compartirse a sí mismo.
Que Jesús, tu Palabra Viviente, nos hable de corazón a corazón.
Danos una sed insaciable de las cosas realmente importantes:
la fe y el sentido de nuestras vidas, la esperanza en un mundo mejor
lleno de tu justicia y tu paz, un espíritu de amor comprometido
que sabe cómo compartirse a sí mismo.
Evangelio:
San Juan 4, 5-42.
Música para el camino:
"Dame de beber" de Salomé Arricibita