lunes, 2 de marzo de 2020

El camino de la Cuaresma día a día. -5-



       Al estilo de Jesús


        Como todos los años, la liturgia nos ofrece estos 40 días de Cuaresma en recuerdo de los 40  días que Jesús pasó en el desierto en oración, ayuno y penitencia en preparación para su ministerio.


         La Cuaresma nos invita a la conversión, a adoptar esa nueva forma de pensar y de actuar...al estilo de Jesús. Para ello, y porque la lucha contra el pecado es dura y nuestras fuerzas exiguas, la Iglesia nos da las armas para el combate: la oración, el ayuno y la limosna. 

         El embate de las tentaciones que fuerzan por desviarnos de la voluntad de Dios lo sufriremos, como Jesús, durante toda la vida.

         El pecado campea a sus anchas por todas partes, y detrás, el maligno, erguido y soberbio, causante maquinador de maldades, manifestadas en el horror y sufrimiento en crisis humanitarias, violencia, corrupción, migraciones forzadas, violación masiva de los derechos humanos, hambre y abuso inmisericorde de nuestros recursos naturales.....

         La Cuaresma nos invita a todo cristiano, a ti y a mí, a la conversión a Dios y al hermano; a colaborar juntos por un mundo más humano y fraterno. A ser portadores del perdón de Dios y de su paz, y a ser mensajeros, con Jesús, de la Buena Noticia. A manifestar al mundo, con nuestra vida, el amor de Dios.

P. Pablo Olmedo, CMF



        
La tentación de Cristo. Autor: Botticelli. Capilla Sixtina C. Vaticano



Salmo: “Señor, que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón".


Oración: “Padre bueno, tú que nos has creado para que gocemos de una vida digna, feliz y fraterna, ayúdanos a erradicar de nosotros el pecado de egoísmo, de soberbia, de indiferencia ante el sufrimiento ajeno y todo lo que nos aleja de ti y de nuestros hermanos. Ayúdanos a colaborar lo que podamos en construir un mundo más humano y fraterno, más feliz y más lleno de vida y verdad. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor”.


Evangelio: San Mateo, 25, 31-46.