Al estilo de Jesús
Como todos
los años, la liturgia nos ofrece estos 40 días de Cuaresma en recuerdo de los
40 días que Jesús pasó en el desierto en oración, ayuno y penitencia
en preparación para su ministerio.
La Cuaresma nos invita a la
conversión, a adoptar esa nueva forma de pensar y de actuar...al estilo de
Jesús. Para ello, y porque la lucha contra el pecado es dura y nuestras fuerzas
exiguas, la Iglesia nos da las armas para el combate: la oración, el ayuno y la
limosna.
El embate de las tentaciones que fuerzan
por desviarnos de la voluntad de Dios lo sufriremos, como Jesús, durante toda
la vida.
El pecado campea a sus anchas por todas
partes, y detrás, el maligno, erguido y soberbio, causante maquinador de
maldades, manifestadas en el horror y sufrimiento en crisis humanitarias,
violencia, corrupción, migraciones forzadas, violación masiva de los derechos
humanos, hambre y abuso inmisericorde de nuestros recursos naturales.....
La Cuaresma nos invita a todo
cristiano, a ti y a mí, a la conversión a Dios y al hermano; a colaborar juntos
por un mundo más humano y fraterno. A ser portadores del perdón de Dios y de su
paz, y a ser mensajeros, con Jesús, de la Buena Noticia. A manifestar al mundo,
con nuestra vida, el amor de Dios.
P. Pablo Olmedo, CMF
Salmo: “Señor, que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón".
Oración: “Padre bueno, tú que nos has creado para que gocemos de una vida digna, feliz y fraterna, ayúdanos a erradicar de nosotros el pecado de egoísmo, de soberbia, de indiferencia ante el sufrimiento ajeno y todo lo que nos aleja de ti y de nuestros hermanos. Ayúdanos a colaborar lo que podamos en construir un mundo más humano y fraterno, más feliz y más lleno de vida y verdad. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor”.
Oración: “Padre bueno, tú que nos has creado para que gocemos de una vida digna, feliz y fraterna, ayúdanos a erradicar de nosotros el pecado de egoísmo, de soberbia, de indiferencia ante el sufrimiento ajeno y todo lo que nos aleja de ti y de nuestros hermanos. Ayúdanos a colaborar lo que podamos en construir un mundo más humano y fraterno, más feliz y más lleno de vida y verdad. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor”.
Evangelio: San Mateo, 25, 31-46.