LA GRATITUD
A buen seguro que la inmensa mayoría de nuestros
padres, nos inculcaron desde bien pequeñitos, dos conceptos fundamentales en
las relaciones humanas, como son: ‘el dar las gracias’ ante un beneficio
o favor recibido y ‘el pedir disculpas’ cuando nuestros actos no han
sido del agrado de los demás y en consecuencia hemos podido molestar.
En momentos como los que vivimos ahora, de inquietante
zozobra a causa de la pandemia que nos asola, al ser más conscientes de nuestra
necesidad y fragilidad, somos también más sensibles y, así, por citar un
ejemplo, de manera más o menos espontánea, surgen muestras de gratitud hacia
los colectivos más implicados o visibles en la lucha en que estamos empeñados; de
manera que, salimos a nuestros balcones a dedicar un aplauso -signo de
reconocimiento y agradecimiento- a la labor del personal sanitario y demás
profesionales que, exponiendo su seguridad, se afanan en la atención y
recuperación de los enfermos y en mantener los servicios básicos que nos hacen más
llevadero el obligado confinamiento. Y es que, como dice nuestro Refranero: “es
de bien nacidos ser agradecidos”. Y sintiéndonos deudores, nos animamos a
responder con bien el bien recibido. ¡Nobleza obliga!
La Cuaresma, que nos invita de modo especial a la
revisión de vida, es un tiempo muy apropiado para tomar conciencia del regalo
que hemos recibido de Dios, que es algo impagable para nosotros. Pensemos si no
¿Con qué pagar el don de la vida? ¿Y el de la salvación? … ¡Eso sí es un
regalazo! ¡Eso no se paga con nada! Pero, algo habrá que hacer…, nuestro
corazón no debe quedar impasible; al menos, seamos agradecidos esforzándonos -conscientes
de nuestras pocas fuerzas- en no olvidar cuánto ha hecho por nosotros y ofreciéndole
aquello que le agrada, sin pretender saldar deuda alguna, pues no lo hemos
recibido por nuestros méritos, si no gratis, por la gracia de Dios.
De manera que, puesto que Él desea nuestra amistad, tratémosle
con confianza en la oración; porque se hizo hombre -como nosotros-, amémosle en
nuestros semejantes, en particular los más pequeños y desposeídos; porque nos
regala el perdón, acerquémonos a la reconciliación y perdonemos también a
nuestros hermanos; porque nos ha entregado el agua viva de Su Palabra, bebamos
de esa fuente, meditándola para entregarla a los demás; porque se ha dado como
alimento, recibámosle en la Comunión; porque ha decidido quedarse entre
nosotros, no olvidemos Su presencia en el sagrario; porque es compasivo y
misericordioso con todos, seamos así con los demás; porque nos ama, hasta el
extremo de entregarse por nosotros, amemos a nuestros hermanos y así seremos
reconocidos como discípulos del Maestro bueno.
Es sencillamente, una manera modesta -siempre
insuficiente, quizás la única-, que tenemos a nuestro alcance para mostrarle que apreciamos Su regalo y que se lo agradecemos. Pues ‘es
justo y necesario’. ¡Gracias!
Manuel A. Navío Perales, OP
Autor: Fr. Félix Hernández, OP |
Salmo: "Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar. Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra.”
Oración: "Te pedimos, Señor, que las prácticas santas de esta Cuaresma dispongan el corazón de tus fieles para celebrar dignamente el misterio pascual y anunciar a todos los hombres la grandeza de tu salvación”.
Evangelio:
San Juan 5, 1-3a.
Música para el camino:
"Anda ... levántate y anda", de Álvaro Fraile.
"Anda ... levántate y anda", de Álvaro Fraile.