600 años de Santo Domingo de Scala Coeli ( y 30)

     En Scala Coeli se mantiene el convencimiento, como así ha sido desde su fundación, que la fuerza del seguimiento de Cristo, la espiritualidad dominicana, los momentos de oración y los espacios de reflexión y predicación teológica que desde allí se sirven con ilusión tienen plena vigencia en cualquier tiempo y, sobre todo, en el momento y mundo actual, y responden a lo que la Orden de Predicadores puede y debe ofrecer desde este convento.

     Así han ido transcurriendo sus primeros 600 años. Dios quiera que próximas generaciones de frailes y de laicos comprometidos con el carisma de Santo Domingo de Guzmán, así como cuantas personas se puedan encontrar en búsqueda y seguimiento de Jesús, puedan seguir acudiendo a este lugar que, como escalera que lleva al cielo, hace sentir a Dios más próximo y cercano.

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     También, este convento es lugar de encuentro de grupos de personas que hacen un alto en el camino en clima de sosegada reflexión y oración, estando abierto a cuantas demandas se presenten para vivir momentos de retiro, oración y recogimiento, sobre todo en fines de semana, con o sin necesidad de pernoctación.

     En el convento se cumplen también cuantas solicitudes de predicación y reflexión teológica, doctrinal y espiritual son solicitadas, según permita el calendario de cada uno de los frailes residentes.

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     En Scala Coeli, desde hace ya años se ofrecen en los llamados tiempos fuertes de la vida cristiana (adviento, cuaresma, pascua, pentecostés) y en otros momentos, cursos y retiros en los que, en silencio y en clima orante, se sirve al Pueblo de Dios ocasión para la contemplación y profundización en la fe cristiana.

    Asimismo, se atienden varios Talleres de Oración y Crecimiento Espiritual, y se organizan jornadas de espiritualidad durante el año destinadas a las Fraternidades laicales dominicanas y a todos los que deseen vivir momentos de tranquila predicación y meditación.

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    Durante el siglo XX y este primer cuarto del siglo XXI, los frailes que durante este tiempo han formado parte de la comunidad del convento han seguido manteniendo la misión propia de la Orden de Predicadores, cual es evangelizar con todas las posibilidades que facilita el convento, su paisaje serrano con su hermosa historia religiosa y la vocación de predicadores y servidores de la fe en Cristo Jesús, siguiendo los ejemplos de Santo Domingo y de San Álvaro.

    Scala Coeli sigue siendo un centro de espiritualidad dominicana y un lugar de formación y encuentro de la Familia Dominicana cordobesa y andaluza, abierta también a toda la provincia de Hispania, así como a todos aquellos que sienten o tienen interés en conocer a Jesucristo y su Evangelio.

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      En Scala Coeli, desde su fundación, se va quedando un poso espiritual de todas las vivencias y anhelos de cuantos han pasado por el lugar, que va alimentando a todos aquellos que acuden, lo cual hace de este lugar, ya por sí mismo, un centro irradiador de fuerza, alegría, comunión y espiritualidad.

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    Desde su fundación Scala Coeli se convierte en una casa de oración y conversión –casa de reforma-, funcionando en 1434 como un “Studium conventuale”, es decir,  aulas con su cuadro de profesores y alumnos. La fidelidad a los esquemas genuinos de la tradición es santo y seña de Scala Coeli.

    En las décadas de los 50 y 60 del pasado siglo el Santuario es designado por la Orden de Predicadores como casa de formación de sus novicios, siendo varias generaciones de frailes dominicos los que han recibido las enseñanzas y alcanzado los conocimientos propios de la Orden. Son de destacar como Maestros de novicios en Scala Coeli fr. Lucas Guerra OP, fr. Alejandro Fernández OP, y fr. Manuel Uña OP.

    Con posterioridad, ya en los años setenta el santuario recibió un fuerte impulso debido a la nueva construcción del convento por el arquitecto Emilio Rodríguez, terminándose en 1978.

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     Además de San Álvaro, fray Luis de Granada, y el beato P. Francisco de Posada, también hemos de destacar al P. Lorenzo de Ferrari, el cual ya ha sido nombrado en varias ocasiones al ser considerado como verdadero restaurador material y espiritual de Scala Coeli en el siglo XVIII.

    En el siglo XIX podemos destacar al obispo dominico fr. Ceferino González, obispo de Córdoba entre 1875y 1883, el cual amaba sobremanera a Scala Coeli. Se dice que en sus idas y estancias en el Santuario escribió parte de su obra “Historia de la Filosofía”. Por deferencia a tan ilustre prelado, en su tiempo las autoridades municipales acordaron construir y le dedicaron la carretera que sube hasta Scala Coeli.

     Ya en el siglo XX, destacamos al cordobés P. Rafael Cantueso, y al P. Manuel Uña, Maestro que fue de novicios, hasta que fue designado Prior Provincial de los dominicos en Andalucía, por lo que se tuvo que trasladar a Sevilla. Todos ellos han dejado su impronta entre los muros de este convento.

    Finalmente mencionaremos al P. José Fernández Moratiel OP, el cual acudía anualmente a dirigir sus conocidos y muy seguidos cursos de la Escuela del Silencio.

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    Hoy haremos una breve referencia del Beato Francisco de Posadas, OP.

    Fr. Pedro de Alcalá, confesor y biógrafo del P. Posadas, lo define como un dominico criado en el seno nutricio de Scala Coeli, tallado a la medida y a la plenitud de sus modelos y predecesores en dicho convento, como fueron S. Álvaro y Fr. Luis de Granada.

     El primer contacto de Francisco de Posadas con Scala Coeli se produce como consecuencia de serle negada su admisión en el convento de S. Pablo. Ante ello, escribió una carta al prior de Scala Coeli, ya que en dicho convento no se miraba tanto la hidalguía de la sangre y la condición social de las familias, como se hacía en el de S. Pablo, cuanto la hidalguía del alma.

    Francisco de Posadas fue aceptado en dicha comunidad de Scala Coeli, le fue puesto el hábito dominico el 22 de noviembre de 1662 -convirtiéndose ya en hijo de Scala Coeli-, y fue enviado a hacer el noviciado a Jaén. Una vez finalizados estos estudios y ser ordenado sacerdote, el Padre Posadas vuelve a Córdoba, celebrando su primera misa en el santuario de la Fuensanta. Tras ello, y con la fama adquirida de excelente predicador, el P. Posadas volvió a Scala Coeli.

    Con posterioridad fue destinado al Hospicio de Scala Coeli en Córdoba (pequeña hospedería construida por San Álvaro para descanso de los frailes cuando bajaban del convento a Córdoba o para pernoctar cuando el mal tiempo no les permitía subir a Scala Coeli), ejerciendo como vicario, confesor, guía de almas y recolector de las limosnas que se recibían para el sustento del convento, siendo desde ese momento conocido popularmente como el “Hospitalico del P. Posadas”. Desde dicho hospitalico, y sin olvidar en ningún momento “su” convento de Scala Coeli, realizó una ingente y reconocida labor de apostolado entre los cordobeses de todo tipo y condición social.

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     En este paseo que estamos realizando durante el mes de Junio por todo el Santuario de Santo Domingo de Scala Coeli, es justo reseñar, aunque sea brevemente, a personas que han convivido en el convento después de la muerte de San Álvaro.

    Entre ellos podemos destacar a fray Luis de Granada, OP, al cual se le considera “refundador” del Santuario. Fray Luis había llegado a Córdoba en el invierno de 1534, tras el intento fallido de irse como misionero a las Indias. Su Provincial lo destinó a la restauración de Scala Coeli. Se puso a contratar obreros adecentando lo mejor que pudo la iglesia, colocando en el altar mayor imágenes de San Álvaro, Santo Domingo y San Francisco. Rehace también el convento y el claustro. Cinco años después restauró el noviciado en Scala Coeli. Allí se continúa trabajando y se vuelve a desarrollar la vida plenamente dominicana. Incluso, allí sube a contemplar, y a hacerle compañía y a animarlo Juan de Ávila, “el apostol de Andalucía” y Doctor de la Iglesia, que encuentra en Scala Coeli el ambiente propicio para templar el alma. Fray Luis dirá que tuvieron en muchas ocasiones “casa y mesa comunes”.

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     En la explanada/plaza del Santuario, se levanta un monumento escultórico dedicado a San Álvaro, en el cual nuestro santo tiene en sus brazos al pobre que se había encontrado en el camino cuando regresaba al convento de su acción pastoral en Córdoba. Es la imagen más fidedigna del santo, con esa actitud de compasión, misericordia y ayuda al más necesitado.

    Dicho monumento está realizado con piedra “arenisca de Tarragona” con una altura, todo el conjunto, de unos 4 m., realizado por los hermanos García Rueda.

    El acto de su descubrimiento tuvo un carácter festivo y multitudinario, los asistentes abarrotaron tanto la Iglesia como la plaza. Tuvo lugar el 16 de febrero de 1992, coincidiendo con el cuarto centenario de la Hermandad del Stmo. Cristo y San Álvaro, siendo el Prior Provincial de los dominicos en Andalucía, fr. Manuel Uña, OP, quien lo bendijo.

    En palabras del P. Mariano del Prado, OP, recogidas en la revista “Escala Romera” de dicho año “Todos terminamos la jornada convencidos de que San Álvaro deambulaba por estos lugares, haciendo ver que aún se puede vivir en paz, alegres, y que las personas aún somos humanos y que podemos convivir y compartir”.

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    En la Iglesia se muestran, tanto en la capilla de San Álvaro como en el camarín del Santísimo Cristo, una de las colecciones más completas existentes en Córdoba de ex-votos, sobre todo, en la modalidad de retablitos pintados.

    Ello viene a demostrar la popularidad que tuvo desde un principio y a lo largo de estos 600 años Santo Domingo de Scala Coeli, ya que fue considerado por los cordobeses como un lugar de peregrinación para alcanzar no solo dispensas o beneficios desde el punto de vista espiritual, sino que también acudían en solicitud de un favor o ayuda tanto al Santísimo Cristo como a San Álvaro desde su fallecimiento, dejando como recuerdo y en señal de haberse visto cumplida la petición realizada el correspondiente ex-voto.

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      Otra característica del interior de la Iglesia es que está en su totalidad pintada con personajes. Ya hemos explicado y mostrado, pasajes de la vida de Santo Domingo, milagros de San Álvaro, los retratos de santos y beatos dominicos y dominicas, de los Papas declarados santos, así como de los dos cardenales dominicos más representativos en la época en la que se decoró la Iglesia.

    Pues, para que no quedaran huecos, a lo largo de todas las paredes y también en los techos aparecen dibujados un gran número de ángeles querubines, en unos casos de cuerpo entero y en otros sólo las cabezas.

   Además de los dibujados, también se encuentran otros en forma de pequeñas estatuas formando parte de la composición de los distintos altares laterales.

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       También es de destacar las pinturas/retratos realizados en el techo de los cuatro papas dominicos canonizados y dos cardenales, también dominicos, bastante reconocidos en su época:

       * Inocencio V: Fray Pedro de Tarantasia fue elegido Papa por unanimidad el 21 de enero de 1276, escogiendo el nombre de Inocencio V. Su elección como Papa se debe no sólo a sus cualidades humanas, sino a una profunda piedad y rectitud de conciencia. Su gran mérito fue la intensa lucha por la unión de las Iglesias.

      * Benedicto XI: A la muerte de Bonifacio VIII, el 11 de octubre de 1303, el cónclave para la elección de su sucesor, se reúne el 21 de octubre y, ya al día siguiente, fue elegido Papa, por unanimidad de los electores, fray Nicolás Boccasini, tomando el nombre de Benedicto XI. Se presenta como un Papa sumamente conciliador.

      * Pío V: Descubierto por San Carlos Borromeo, el cardenal fray Miguel Ghislieri es elegido Papa en 1566. Pío V -así se llamará- lleva el estilo de la Orden de Predicadores a la Curia Romana. Desde el momento en que es elegido Papa, conservará el espíritu y el hábito dominicano dedicándose con total decisión a poner en práctica, con el ejemplo de su vida, todas las consignas del Concilio de Trento para la reforma de la Iglesia y el bien de las almas. Estimuló la formación teológica de los clérigos en los seminarios a los que, entre otras medidas, propone la introducción de la enseñanza de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, al que proclama “Doctor de la Iglesia”.

El 7 de octubre de 1571, se desarrolla la batalla de Lepanto mientras el Papa se encuentra en oración a María, la Madre de Dios, en su devoción al rosario; por ello instituye para este día la fiesta con el título de Nuestra Señora de la Victoria que en 1573 se denominará "del Rosario".

     * Benedicto XIII: En un cónclave largo y politizado, que seguirá a la muerte de Clemente XI, el 29 de mayo de 1721 será elegido Papa, por unanimidad, el cardenal dominico fray Vicente María Orsini, que tomará el nombre de Benedicto XIII.

El nuevo Papa empieza un estilo de vida de verdadero religioso. Su habitación, su celda, es completamente pobre: con la misma cama que había usado los días del cónclave y una mesa, una silla y algunas láminas. Él mismo afirmará que, en la celda es fray Vicente María; y en los suntuosos salones del Vaticano, es Benedicto XIII. El Papa vive en una grandísima austeridad. Disminuye el boato de la Curia papal. Se libera de los guardias de cuerpo o guardaespaldas. Camina libremente por la ciudad. Visita los hospitales. Se decía que para el Papa todas las calles llevaban a algún hospital, donde cuida materialmente de los enfermos y los conforta, o a alguna iglesia, donde administra los sacramentos, escucha los sermones, celebra la Eucaristía o celebra públicamente el Oficio divino. Se sabe con certeza que en la noche se dedica largamente a la oración.

Muere el 21 de febrero del año 1730, a los 81 años de edad, y fue sepultado inicialmente en la basílica de San Pedro, pero fue inmediatamente trasladado a la basílica dominicana de Santa María "supra Minervam".

    * Cardenal Hugo de San Caro, OP: Es el primer cardenal dominico que participa en un cónclave. Participó en 1254, en el cónclave en el que se eligió a Alejandro IV. También estuvo presente en 1261 donde se elige a Urbano IV.

       * Cardenal Annibale Annibaldi, OP: Partícipó en los cónclaves de 1265, en el que se eligió a Clemente IV, y 1268, en el que fue elegido Gregorio X. Era amigo de Santo Tomás de Aquino, quien le dedica su Catena Aurea.

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     Como ya hemos mencionado en ocasiones anteriores, la Iglesia supone un verdadero canto a la Orden Dominicana. Y ello también se puede ver en otra característica muy llamativa de la misma.

        En ella encontramos un importante número de retratos pintados en las paredes de santos y beatos dominicos y dominicas cuyas vidas sirven de ejemplo para los frailes del convento, así como también para todos los visitantes del Santuario.

     En algunos casos, junto al retrato aparece su nombre: Sta. Margarita de Cita Castelo, Beata Lucía “la casta”, S. Ceslao de Cracovia, S. Diego de Venecia, S. Ambrosio de Sena, S. Diego de Me Vania, S. Mateo Carrerio, S. Dalmacio Monerio, S. Vicente Ferrer, S. Agustín Gazoto, S. Alberto Magno, S. Antonino de Florencia, Sta. Lucía de Narni, Sta. Catalina de Ricci, B. Imelda Lambertini, B. Domingo de Henares, S. Juan Macías, B. Cedislava de Berka, S. Raimundo de Peñafort… En otros casos aparece el retrato pero no consta de quién se trata.

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     Sobre los altares laterales situados a la derecha según se entra a la Iglesia, se recogen tres milagros de San Álvaro de Córdoba. Concretamente:

      + Encima del altar de las llagas de San Francisco se describe el milagro del pobre que se encontró fr. Álvaro cuando regresaba de su labor evangelizadora en Córdoba. Lo halló medio moribundo y, como no podía levantarse, fr. Álvaro lo cubrió con su capa y lo llevó a hombros al convento. Al llegar al mismo y solicitar a sus hermanos frailes que le ayudaran a introducirlo , descubrieron que lo que llevaba cargando fr. Alvaro era el mismo Cristo Crucificado.

     + Sobre el altar de Santa Catalina mártir se describe el milagro de la ayuda recibida por parte de los ángeles al comienzo de las obras para levantar la iglesia y la casa para los frailes. Debido a la dificultad y el costo tan elevado de trasladar desde la ciudad los materiales de construcción, hubo un momento de falta total de los mismos y de pago a los alarifes, por lo que éstos estuvieron a punto de abandonar el trabajo. Ante ello, fray Álvaro se pasó la noche en oración, siendo escuchadas sus súplicas por Dios. En esto que, al día siguiente, bajaron los ángeles y descargaron de sus carros aéreos abundantes materiales al pie de la obra comenzada. Los obreros, estupefactos al comprobar lo ocurrido, se pusieron a trabajar, gozosos.

     + Finalmente, encima del altar de San José se describe la situación que se producía cuando fray Álvaro iba de rodillas a orar a la capilla preparada en un monte próximo, y que le hacía que sangrara, siendo atendido y curado durante el camino por los mismos ángeles.

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   Toda la Iglesia constituye un ejemplo de la enseñanza dominicana. Y así lo podemos ver en las cuatro tallas de madera de ángeles lampadarios de grandes dimensiones que se ofrecen a la vista nada más entrar en la misma, pertenecientes a la escuela italiana, del último tercio del siglo XVIII.

   Cada uno de estos ángeles representa a una de las virtudes cardinales:

* Prudencia: Como la define Santo Tomás de Aquino, es la “regla recta de la acción”. O como se menciona en los Proverbios: “El incauto cree todo lo que le dicen, pero el prudente vigila sus pasos”.

* Justicia: Virtud que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido, respetando los derechos de cada uno y estableciendo en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las persona y al bien común.

* Fortaleza: Virtud que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien, y reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral.

* Templanza: Virtud que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.

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    En la misma capilla dedicada a San Álvaro, en el otro frontal, se encuentra un altar presidido por una pequeña figura de otro hijo ilustre de Scala Coeli, el beato Francisco de Posadas. En el lugar más alto se encuentra una figura de la Virgen de la Fuensanta, de la que era muy devoto el P. Posadas.

    Toda la pared recoge una pintura del año 1955, cuyo autor es Amalio García del Moral. Se representa el milagro del pobre recogido por San Álvaro que se convirtió en el Stmo. Cristo, siendo las figuras pintadas frailes del convento en dicha época, entre otros fr. Rafael Cantueso, fr. Pedro Riesco, fr. Gregorio Matellanes y fr. Antonio García del Moral.

    También en la capilla se conservan disciplinas y cilicios de San Álvaro, una cruz de hierro con puntas del beato Posadas y una pequeña campana, de la que se cuenta una historia relativa a los frailes del convento.

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    Al morir San Álvaro en 1430, fue sepultado a ras de tierra en el lugar que en ese momento era la capilla capitular del convento.

    A finales del siglo XVI, el Obispo de Córdoba, Fray Martín Mendoza, dominico, decidió construir una capilla dedicada a San Álvaro, que es la existente en la actualidad, siendo pues ésta la pieza más antigua del Santuario.

     En 1614, D. Alonso de Miranda, chantre (maestro encargado de la música) de la Catedral de Córdoba, mandó labrar un arca de madera, con bajorrelieves, y en ella se colocaron los restos de San Álvaro; una rejilla permite verlos. Y encima de la urna, el busto de San Álvaro en hábito de dominico, de esa misma época y de autor desconocido, realizado en soporte de madera policromada. El conjunto ha sido considerado, después del Santísimo Cristo, como el mayor tesoro de este Santuario.

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    Cuentan que San Álvaro deseaba tener en su iglesia una imagen de Jesús Crucificado, no consiguiéndolo por carecer de medios, puesto que había apurado cuantos encontró para labrar aquélla y el convento. 

    Su corazón caritativo le hizo fijarse un día en cierto pobre tirado en el camino, desfallecido por el cansancio y el hambre. Le invitó a seguirle al convento pero no pudiendo levantarse, se lo echó sobre sus hombros, llegando hasta la portería, donde lo dejó, entrando a dar aviso a sus hermanos frailes para que le ayudasen a subirlo a su celda. Cuando volvieron el pobre había desaparecido y en su lugar estaba la sagrada imagen del Cristo, que tanto se venera en aquel lugar y que ella misma vino a satisfacer con creces los deseos del humilde y piadoso Álvaro.

    Con posterioridad, la Hermandad que se creó, consiguió el montante necesario para labrar en la misma iglesia un bonito camarín para el Stmo. Cristo, con sacristía debajo, retablo, cruz y una magnífica repisa.

    La imagen del Santísimo Cristo de San Alvaro ha sido sometida en diversos momentos históricos a trabajos de restauración, siendo la última en el año 2009, tras la que recuperó su policromía y el esplendor que había ido perdiendo.

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    Respecto a los altares situados a la derecha según se entra a la Iglesia, a continuación de la capilla de san Álvaro, a la que nos referiremos en días siguientes, se encuentran los siguientes:

    * Las llagas de San Francisco. Se trata de San Francisco en actitud de penitencia y conversión. La escultura parece de la misma mano que la de María Magdalena, pero mucho mejor acabada y entendida.

    * Santa Catalina de Alejandría: Siempre se le ha tenido mucha devoción dentro de la Orden, como ejemplo de conversión y mantenimiento en la fe.

    * San José: La razón de una capilla dedicada a San José se debe a que, desde el comienzo de la Orden de Predicadores, existen señales de su devoción. El mismo San Alberto Magno refiere que escribió un oficio de San José por ser muchos los frailes que se lo habían pedido. También san Vicente Ferrer, santo Tomás de Aquino y otros dominicos ilustres predican y tratan repetidas veces las excelencias, glorias y méritos del santo Patriarca.

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    Los altares laterales a la izquierda según se entra a la Iglesia son:

    * Santa María Magdalena: Para todo creyente supone un ejemplo del poder transformador que puede actuar en las personas cuando se acoge a Jesús, cuando se intenta vivir siguiéndole, un ejemplo de conversión, de vocación.

    Es tenida por los dominicos como Protectora y Patrona de la Orden de Predicadores. Se dice de ella que es apostola apostolorum, apóstol de los apóstoles, por haber recibido la primera el encargo de Jesús de anunciar a los hermanos el acontecimiento de la resurrección.

    Se trata de una bellísima escultura que es elogiada por cuantos visitan esta iglesia. Se cree es traída de Venecia

    * Santo Domingo de Guzmán: La figura actual es una donación del siglo XVII. Antes había un Ecce-homo, y antes de la desamortización en esta capilla había situada una Virgen del Rosario.

    * Inmaculada Concepción: El P. Ferrari era muy devoto de la Inmaculada. Por este motivo, hizo una nueva capilla. La figura se trata de una Inmaculada Concepción, de acuerdo con la teoría dominica de la redención.

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    Esta iglesia tiene dos coros, uno alto sobre el cancel y otro detrás del altar mayor, en el que se encuentra una bonita sillería de nogal tallado, bien trabajada, y sus paredes y cúpula están pintadas al fresco, viéndose en ellas varios grupos de ángeles tocando diferentes instrumentos, las penitentes santas María Magdalena, Rosalía, Genoveva y María Egipciaca, Santo Domingo con la Virgen dándole el sagrado néctar, San Álvaro en un milagro en que se lo tornaron en rosas los pedazos de pan que daba a los pobres, el beato Posadas dando rosarios a los niños y el padre fray Luis de Granada escribiendo una de sus obras. También se ve la ermita de la Magdalena con unos frailes entrando en ella.

    El centro del coro lo ocupa un facistol tallado y sobre él el ángel de la fe teniendo a sus plantas un dragón de siete cabezas en referencia a la lectura que se recoge en el Apocalipsis.

    Todo el techo es una visión de la Gloria: instrumentos de música, ángeles y presidiéndolo todo el Espíritu Santo.

600 años de Santo Domingo de Scala Coeli (8)

 

    El techo de la Iglesia se encuentra dividido en tres partes que cuentan episodios de la vida de Santo Domingo de Guzmán.

    En el tramo más cercano al altar mayor se aprecia una gran barca, en la cual se encuentra Santo Domingo con otro compañero, ya que en aquella época siempre iban dos religiosos juntos (“id y predicad de dos en dos”).

    En el tramo central, se distingue a santo Domingo y San Francisco de Asís sujetando un globo terráqueo, como señal de las dos órdenes mendicantes creadas por ambos.

    El último tramo supone una visión de Santo Domingo de la Gloria, en la que Santo Domingo se dirige a la Madre Virgen del Rosario preguntándole por sus hijos e hijas dominicas que él había dejado cuando falleció, y que no encontraba a ninguno que hubiera llegado a la gloria, recibiendo por respuesta y mostrándole la Virgen a todos ellos bajo su manto protector.

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    El presbiterio está ocupado en su totalidad por el retablo mayor, de estilo churrigueresco, realizado en torno a 1740. Fue construido en madera de pino vista, aunque aparece teñido con una capa de protección que le da un color oscuro.

    Consta de un banco, un cuerpo dividido en tres calles separadas por columnas salomónicas y un ático. El espacio central lo ocupa un manifestador en cuyo interior se ubica una imagen de la Virgen del Rosario, obra de mediados del siglo XVII. Las otras imágenes representadas son coetáneas a la ejecución del retablo: encontramos sobre el manifestador, Santo Domingo penitente; a la derecha, San Pedro de Verona, primer mártir dominico; a la izquierda, San Jacinto, ambos de medio cuerpo; sobre la cúpula del templete, santo Tomás de Aquino. Y en la parte inferior, esculturas de las dos santas dominicas más representativas: Santa Catalina de Siena y Santa Rosa de Lima.

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    Acomodados en la Torre de Berlanga, San Álvaro y sus compañeros decidieron levantar de nueva planta una iglesia y una casa para convento. La falta de recursos, el acarreo de los materiales y traslado de la mano de obra desde la ciudad y los cimientos sobre roca viva fueron sus principales dificultades, que se superaron con la generosidad dadivosa de los cordobeses y, según la tradición, la ayuda de los ángeles enviados por Dios, el cuál escuchó las suplicas de San Álvaro en muchas noches de oración.

    La actual Iglesia fue construida en el siglo XVII sobre la primitiva Iglesia, y es considerada una joya del barroco cordobés. Fue fray Lorenzo de la Concepción Ferrari –con título nobiliario, antes de entrar en la Orden de Predicadores, de conde de Cumbre Hermosa- quien la restauró y embelleció, remodelando el decorado interior y reparando la estructura.