San Álvaro, había conseguido que ocho hermanos de la Orden, voluntarios de distintos conventos castellanos y andaluces, le acompañaran para emprender esta nueva hazaña. Se trataba de hombres de espíritu austero, cansados de claustra, anhelando un claustro genuino.
El modelo de la reforma que San Álvaro pretende es el mismo que Santo Domingo de Guzmán: que los religiosos se entregaran a la observancia del silencio, retiro, estudio y contemplación y, desde allí, desplazarse a la ciudad para predicar y dar a conocer a Jesús y su Evangelio a todos los cordobeses.
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