Al morir San Álvaro en 1430, fue sepultado a ras de tierra en el lugar que en ese momento era la capilla capitular del convento.
A finales del siglo XVI, el Obispo de Córdoba, Fray Martín Mendoza, dominico, decidió construir una capilla dedicada a San Álvaro, que es la existente en la actualidad, siendo pues ésta la pieza más antigua del Santuario.
En 1614, D. Alonso de Miranda, chantre (maestro encargado de la música) de la Catedral de Córdoba, mandó labrar un arca de madera, con bajorrelieves, y en ella se colocaron los restos de San Álvaro; una rejilla permite verlos. Y encima de la urna, el busto de San Álvaro en hábito de dominico, de esa misma época y de autor desconocido, realizado en soporte de madera policromada. El conjunto ha sido considerado, después del Santísimo Cristo, como el mayor tesoro de este Santuario.
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