Toda la Iglesia constituye un ejemplo de la enseñanza dominicana. Y así lo podemos ver en las cuatro tallas de madera de ángeles lampadarios de grandes dimensiones que se ofrecen a la vista nada más entrar en la misma, pertenecientes a la escuela italiana, del último tercio del siglo XVIII.
Cada uno de estos ángeles representa a una de las virtudes cardinales:
* Prudencia: Como la define Santo Tomás de Aquino, es la “regla recta de la acción”. O como se menciona en los Proverbios: “El incauto cree todo lo que le dicen, pero el prudente vigila sus pasos”.
* Justicia: Virtud que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido, respetando los derechos de cada uno y estableciendo en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las persona y al bien común.
* Fortaleza: Virtud que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien, y reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral.
* Templanza: Virtud que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.
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