viernes, 27 de noviembre de 2020

Curso de Psicología espiritual: El Camino espiritual de la fragilidad (7)

 

 EL  PROCESO  DE  MARCHITARSE,  PARA  REVERDECER EN ADVIENTO

 

         Todos nos marchitábamos como  si fuéramos hojas. (Is 64,5). No temas tierra de cultivo, salta de gozo, alégrate, porque el Señor ha hecho proezas. Las eras se llenarán de trigo, los lagares rebosarán de vino y aceite. (Jl 2,21-24)

         ¿Quieres curarte? Señor, no tengo a nadie que me introduzca  en el estanque. (Jn 5,6-9) Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Mc 21-12.

         Un minusválido irreversible ha dejado escrito: Todo árbol vuelve a brotar olvidando el invierno.  La rama  florece sin preguntar el porqué.  El pájaro hace su nido sin pensar en el otoño. Y todo ello porque la vida es esperanza.  La vida es volver a empezar.» Es ofrecer siempre lo mejor

         Adviento es  tiempo para reverdecer, que  conectando con las penas y angustias de nuestro mundo, (marchitarse), también lo hace con las ilusiones y esperanzas de los hombres.(Reverdecer). Adviento no sólo es un tiempo fuerte, sino que hay que salir de él “reverdecidos”, con más fortaleza humana y espiritual. «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo». (Vat. II. Gaudium et spes) 

 

1. ¿Sirve para algo la experiencia de  marchitarse en la vida?. ¿De qué experiencia se trata?.

                   Todos sabemos de experiencias  humanas y espirituales que nos recuerdan lo que en botánica llamamos marchitarse. Es decir, esa parte del proceso de germinación de una semilla arrojada a la tierra, que corresponde al momento en que una serie de microorganismos atacan como parásitos a la semilla para comérsela. Y parece que la semilla, marchitándose, perece...En cambio no es así: estos animalitos que la están destruyendo la hacen transfigurarse, y la semilla se transforma en una nueva vida, es ella en realidad quien se come los microorganismos y los sintetiza en la germinación. Y comienza una nueva planta, que habrá aprendido a comer, de ese enemigo, su nueva vida. Parecía un desastre, y por el contrario era una Pascua. (Cfr 1Cor 15,35-38; 42-44). Algo que será siempre sorprendente. Nos desconcertará, nos molestará y su escuela elemental será la humillación y la obediencia. Y la universidad donde aprenderlas será la pobreza y la pequeñez.

         Esta experiencia de reverdecer, sabiéndonos marchitos la vivimos  en Adviento. Y no  tanto como un ejercicio de humillación, sino como una gracia de esperanza. He aquí que lo hago todo nuevo (Apc 21,5). Se trata de la gracia de recomenzar, cuya lógica nunca entenderemos los hombres, pero que es necesaria para recibir al Dios de la vida en Navidad. Sacar vida nueva de una cosa que nos destruye. En verdad os digo que si el grano de trigo no muere al caer en ella tierra, queda infecundo, pero si muere, produce mucho fruto. (Jn12,24).

         Se trata de nacer desde abajo, desde el grano que muere. Esta pequeña tierra de mi vida,  debo permitir que me marchite, debo metabolizar la humillación. Necesitamos los amargos choques con la verdad para ser conscientes. Lo real hiere a quien está fuera de la realidad. Lo que hace daño de verdad en estas humillaciones es el orgullo.

 

2. A nosotros nos toca decidir si reverdecer como “diamantes”, o marchitarse como “carbón”.

         Se sabe que el diamante y el carbón están constituidos químicamente por la misma materia, pero con una estructura física distinta. La diferencia consiste en que el diamante permite que la luz lo atraviese y el carbón no. Este prácticamente no vale nada, mientras el primero tiene un valor inmenso. A nosotros nos toca decidir si ser diamantes, cuya riqueza consiste en dejarnos atravesar por la luz de Otro, o pobres trozos de carbón que impiden a la luz atravesarlos y están destinados solamente a ser quemados.  

         El carbón es la debilidad y el sufrimiento, que tantas veces impiden ver la luz, pero puede dar paso a un diamante que nos permite descubrir con su luz la presencia de Dios. Así es: en las humillaciones de la fragilidad,  puede haber un antes y un después, como  si se tratase de un lugar pascual.

         Ocasiones útiles en las que  aprender a descubrir la presencia de Dios que se manifiesta precisamente en las situaciones imperfectas. Son esos momentos en los que la realidad nos da con la verdad en la cara. Como el diamante. Bendito dolor, porque nos humilla y abre las puertas a un cambio. ¡Cuánto bien pueden hacer las debilidades!. Pero cuando llegan, nos cuesta mucho reconocerlas y aceptar la verdad.

 

3. La regeneración espiritual. ¡Es posible y necesario nacer de nuevo en Adviento!

         a)  La regeneración es necesaria y oportuna para todos. La carne humana pecaminosa,  no puede permanecer en la presencia de Dios. En su conversación con Nicodemo, Jesús dijo dos veces que el hombre debe nacer de nuevo para ver el Reino de Dios (Jn 3,3-7). La regeneración no es opcional, porque “lo que nace de la carne es carne; y lo que nace del espíritu, es espíritu. La regeneración es para todos y siempre, como  un Volver a nacer de nuevo. Así es en Adviento.

         b) La regeneración consiste en un cambio radical “desde dentro” y “desde abajo”. Del agua y del Espíritu. Tal como nuestro nacimiento físico resultó en un nuevo individuo entrando en un mundo terrenal, nuestro nacimiento espiritual resulta en una nueva persona que entra en el reino de arriba (Ef 2,6). Después de la regeneración comenzamos a ver, a oir y a buscar las cosas celestiales: empezamos a vivir una vida de fe y de santidad. Ahora somos partícipes de la naturaleza divina, habiendo sido hechos nuevas criaturas (2Cor 5,17). Dios y no el hombre, es el origen de esta transformación (Ef 2,1-8). El amor de Dios, su abundante gracia y misericordia, son la causa del nuevo nacimiento.  (1Ef,1,19-20).

         c) La regeneración es lo que Dios hace por nosotros en el momento de salvación, junto con el sello del Espíritu Santo (Ef 1,13), la adopción (Gal 4,5), la reconciliación (2Cor 5,18-20). La regeneración es lo que Dios hace para que una persona viva espiritualmente, como resultado de la fe en Jesucristo. Antes de la salvación, no éramos hijos de Dios (Jn , 1,12 más bien éramos hijos de ira (Ef 2,3, Rom 5, 18-20). Antes de la salvación estábamos perdidos; después de la salvación somos regenerados. El resultado de la regeneración es la paz con Dios (Rom 5,1), nueva vida (Tit 3,5; 2Co 5,17), y el ser sus Hijos eternamente (Jn 1,12-13; Gal 3,26). Cada regeneración inicia un proceso de la santificación, por medio de la cual nos convertimos en las personas que Dios quiere que seamos (Rom 8,28-30). Todos estos dones nos los trae Jesús, el Salvador, en Navidad.

          d) Regenerar el corazón no se logra sólo por la cantidad de buenas obras. “Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Dios (Ro 3,20) No tenemos necesidad  de reforma o de reorganización exterior; lo que necesitamos es un nuevo nacimiento en el Espíritu.

 

Cuestiones.

1. Puedo vivir en este Adviento un proceso de reverdecer desde lo que está marchito en mi?

2. ¿Diamante o carbón? ¿Cómo soy? ¿Qué me dice esta imagen en mi proceso espiritual?

3. ¿Qué alcance puede tener en mi la regeneración espiritual?

 

Oración.

         Señor, que este Adviento  me refuerce para liberarme mi ego. Sácame de mi mismo para encontrarte a ti. Llévame a la periferia para verte en los pequeños. Mantenme abierto a lo diferente y extraño. Ayúdame a aceptar lo inusual y cotidiano. Vacíame plenamente para poder acogerte. Señor, dame pies firmes para salir a tu encuentro. Y no permitas nunca que pise sueños de otros, ignorándolos o rechazándolos. Hazme reverdecer como un espacio abierto y de fácil acceso, para todos los que andan por la vida buscando refugios y caminos.

                                                                 

                                                                           Fr. José Antonio Segovia. O.P

viernes, 20 de noviembre de 2020

Curso de Psicología espiritual: El Camino espiritual de la fragilidad (6)

 

 ¿CÓMO TRANSFORMAR LAS HERIDAS EN PERLAS?

 

         En adelante, que nadie me moleste, porque llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. (Gal 6,17). ¡Sus heridas nos han curado! (1Pe 2,24)-

          Las heridas de la crisis mundial provocada por el coronavirus, puede ser también una experiencia de purificación. La fragilidad,  puede ser como “el fuego fundidor y como lejía de las lavanderas” (Mal 3,2) que elevándonos a Dios, nos depura y santifica (Papa Francisco).


1. Necesitamos aprender a transformar las heridas en perlas. ¡Una tarea humana y espiritual!

         a) La perla es espléndida y preciosa, pero nace del dolor. Nace cuando  una ostra es herida. Cuando un cuerpo extraño -una impureza, un granito de arena- penetra en su interior y la inhabita, la concha comienza a producir una sustancia (la madreperla) con la cual lo recubre para proteger el propio cuerpo indefenso. Al final se habrá formado una hermosa perla, brillante y preciosa. Si no es herida, la ostra no podrá nunca producir perlas, porque la perla es una herida cicatrizada.

         b) ¿Cuantas heridas llevamos dentro? ¿Cuántas sustancias impuras nos habitan? Límites, debilidades, pecados, incapacidades, inadaptaciones, fragilidades psicofísicas... ¿Y cuántas heridas en nuestras relaciones interpersonales? Pero la cuestión fundamental para nosotros será ¿qué hacemos con ellas? ¿Cómo las vivimos? La única solución es vendar las heridas con la sustancia cicatrizante del amor. Única posibilidad de ver las propias impurezas convertirse en perlas.

         c)  Es fundamental llegar a comprender la importancia de la presencia de los límites, de las heridas, de las zonas de sombra; comprender, a la luz del Evangelio, que todo lo que de nuestro mundo interior y del de los otros, está marcado por la sombra y el límite, es nuestra única riqueza y que precisamente allí, es posible tener experiencia de nuestra salvación. En fin, que no hay nada dentro de nosotros que merezca ser desechado.

         d) Todo puede ser transformado en gracia, hasta el pecado, decía S. Agustín. Hasta nuestra sexualidad herida o nuestras neurosis, puede ser una ocasión para abrirnos, para acoger la gracia. Por eso haremos mal en despreciarlas. Debemos aprender a hacer buen uso de ellas. Las heridas son también materia de santidad, que finalmente consistirá en  darnos cuenta de nuestra verdad, o bien de que somos heridos, limitados, frágiles, pero al mismo tiempo objeto del amor loco de Dios.

         e)  Jesús nos dice a cada uno: Ama esa parte de ti que no quisieras tener. Envuélvela con el amor y al final comprobarás que tienes en ti una perla preciosa, porque en la herida reconocida, envuelta por el amor, experimentarás el tesoro que llevas dentro. Con insistencia el Evangelio nos exhorta a poner en el centro nuestro límite y nuestra fragilidad (Mc 3,3 y Lc 6,8; Lc 5,19). Poner en el centro nuestras zonas de sombra quiere decir reconocer por una parte su existencia y por otra, que éstas, frente a la resurrección de Cristo, no son la última palabra sobre nuestra humanidad.

 

2. Necesitamos vivir y reconciliarnos con el límite. Tenemos que decidir si optar en la vida por la fuerza o por la debilidad, que lleva la fuerza misma de Dios, según S. Pablo. Cuando soy débil, entonces soy fuerte (2Cor 12,10)  De esta manera, podemos recuperar la realidad del límite y reconciliarnos con ella. Nosotros existimos solo en cuanto limitados. Hemos nacido y moriremos, por lo cual somos limitados en el tiempo. Tenemos un cuerpo cuyos contornos definen nuestro límite con el mundo, y esto nos dice que somos limitados en el espacio. Quisiéramos ser capaces de amar más,  pero cada día hacemos la dura experiencia de estar hechos así. Somos limitados en el amor. Y después está el límite del otro que en cuanto otro distinto de nosotros, no nos permite ser lo que quisiéramos, por lo cual lo percibimos también como limitación. La salvación para nosotros no llegará cuando hayamos vencido nuestras miserias, sino cuando comencemos a vivir en la verdad de nosotros mismos, es decir, aceptándonos con nuestras fragilidades. Nosotros somos nuestras imperfecciones, nuestras heridas, nuestros límites. No somos más que eso, aunque nos escondamos tras las máscaras. Así podremos transformar las heridas en perlas.

 

3. Aprovechar los límites, como Jesús, para abrirse al Poder, la Riqueza y Gozo de Dios. Los límites vividos por Jesús los podemos ver  a la luz del relato de  las tentaciones, con las que propone una nueva vida de lucha, dejando que Dios sea la fuerza en la debilidad.

            Los tres tipos de tentación con los que el diablo puso a prueba a Jesús son tan radicales que evocan los sentimientos de todo hombre herido en su propio egoísmo. Es como si el Evangelio, con un «psicoanálisis» anticipado, nos hiciera ver el lugar donde cada persona humana se juega su propio destino de felicidad engañosa, o de obediencia al designio divino. El tentador ofrece visiones, suscita deseos, desafía con promesas cautivadoras, para situarnos engañosamente ante los límites. Con la invitación a hacer un milagro para satisfacer el hambre pone de relieve el límite del placer, como si estuviera en manos del hombre disponer de la felicidad completa y total de los sentidos. Con la sugerencia diabólica de manifestar el poder de Hijo de Dios no sometido a la voluntad del Padre se pone de relieve el límite del poder, el ansia de protagonismo, más allá de la natural debilidad, que siempre anda al acecho. El deseo desmandado de poseer aparece descrito con la propuesta hecha por el diablo, que promete ilusoriamente tener el dominio sobre todo.

         Jesús soporta y vence estos límites universales, del placer, del dominio y del poseer, con la Palabra de Dios, descubriéndolo a Él en esos límites, y nos enseña a  vencer así las tentaciones fundamentales.  Mateo comienza por las necesidades y límites físicas. Después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, sintió hambre. Y acercándose el tentador le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Dijo Jesús: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,2-3). Dios Padre, que habla conmigo, es mucho más que un alimento ocasional. El hombre nuevo, no tiene solo apetitos;  tiene también relaciones.

         Otro límite se vive cuando las cosas no van como yo quiero: Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo. Pues está escrito. Dará órdenes a sus ángeles sobre ti, para que te lleven en su manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra. Dijo Jesús: No tentarás al Señor tu Dios (Mt 4,4). La tentación de forzar las cosas es una tentación especialmente religiosa; tratar de que Dios cambie de ruta. Pero Jesús se fía del Padre. Ese es su proyecto. Venga tu Reino. Manda tú, me fio. Acepto mi puesto de hijo. No lo puedo hacer todo. Soy precario por constitución y tengo una vida frágil, aunque simule que tengo el control. Pero, sobre todo me fio de la voluntad de Dios.

         Y el tercer límite el del afán de riquezas con las que llenar todos los vacios. Todo esto te daré, si te postras y me adoras. Y dijo Jesús: Adorarás a tu Dios y sólo a Él darás culto. Es fundamental llegar a comprender la importancia -en nosotros- de los límites,  las heridas,  y la fragilidad. Porque ahí está también nuestra única riqueza. Pudiendo decir que no hay nada dentro de nosotros que merezca ser despreciado. El límite rechazado aumenta la vulnerabilidad, la precariedad, y la miseria. Pero la Confianza en Dios transforma siempre mis heridas en perlas.


Cuestiones para reflexionar.

·¿Qué me enseña la imagen de “la perla que nace de una ostra herida”?. .

·¿Cuáles son mis sombras, heridas  y límites? ¿Vivo reconciliado/a con ellos?

·¿Qué heridas  de mi vida, quiero y necesito transformar  en perlas?

 

ORACION.

         Señor, Tú ya lo sabes, pero déjame repetirlo: Soy una persona frágil, que llama y suplica, llora, sufre y duda; pero soy también alguien que se entusiasma, canta, ensalza y disfruta de la vida. Soy una persona herida, caída, fracasada; y soy también alguien que revive, se alza e ilusiona cada día de un modo nuevo. Soy aspiraciones sublimes y debilidades infantiles, gritos de fe y llantos desesperados, pregonero de libertad necesitado de  ráfagas de claridad y tinieblas permanentes, coleccionista de  impulsos de generosidad y mezquindad, campo lleno de contradicciones. Pero sobre todo, soy tu hijo, y necesito el contacto de tus manos, el calor de tu aliento, la seguridad de tu regazo, para transformar mis heridas en perlas.                                                                                                                         

Fr. José. Antonio Segovia. O.P.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Curso de Psicología espiritual: El Camino espiritual de la fragilidad (5)

 

LA ORACION, DESDE LOS INTERROGANTES DE TU FRAGILIDAD Y LA DE LOS OTROS

 

Señor, enséñanos a orar. ¡Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá!. ¡Cuanto más vuestro Padre no dará el Espíritu Santo a quien se lo pida; (Lc 11, 1-13).

Conforme avanzamos en el camino espiritual de la fragilidad, vamos descubriendo los atajos para llegar a Dios. Uno de ellos puede ser orar y leer espiritualmente los interrogantes que surgen de la misma debilidad, para así, poder salir de la pequeña cueva donde te has encerrado, y caminar hacia fuera, en busca de una respuesta y un sentido al sufrimiento.

 

1. El sufrimiento de la fragilidad, también sacude la fe, y se expresa en interrogantes creyentes.

El sufrimiento cuestiona muchas veces mi fe. Y nos interpela: ¿Aposté a falsas promesas de Dios? ¿Es mi fe una mera ilusión?. ¿El sufrimiento la pone a prueba?. ¿Se quiebra así mi bienestar?. Al conversar con personas que sufren podemos escuchar, la voz de aquellos que han profundizado su fe por la experiencia del sufrimiento, y la voz de aquellos que han perdido la fe porque el sufrimiento fue intolerable.

Los devotos del Antiguo Testamento salvaron su fe a través de la experiencia del sufrimiento, al llevar su dolor y su ira, su insatisfacción y su queja a Dios por medio de interrogantes hechos oración. Ellos no enmudecieron en su pena, sino que la expresaron a gritos frente a Dios.

Evidentemente, esto les ayudó a mantenerse en Dios a pesar de todo el sufrimiento, dejando que se manifestaran todos los sentimientos que surgían en ellos. Así, no se privaron de acusar a Dios, de presentarle su decepción y de exhortarlo a mostrarse finalmente como el Dios benevolente que se preocupa por ellos y los rescata del mal.

 

2. Para los piadosos de Israel, la religiosidad no era garantía para protegerse del mal.

En los salmos una y otra vez aparece la pregunta de por qué les va tan bien a los impíos y tan mal a los devotos. El salmista reza: “¿Por qué, oh Dios, esos continuos rechazos, y esa ira contra el rebaño de tu redil? (Salmo 74, 1). Luego, el que reza le recuerda a Dios que desde tiempos remotos ha realizado acciones de salvación sobre la tierra. ¿Por qué Dios retiró ahora su mano de manera que triunfan los enemigos? Y luego implora a Dios: “ oh Dios, a defender tu causa, acuérdate del necio que te provoca todo el día! No olvides el griterío de tus adversarios, el clamor de tus agresores que crece sin cesar!” (Sal 74, 22 y sig.).

En el Salmo 73 un devoto reflexiona acerca de por qué les va tan bien a los impíos. “Yo sentía envidia de los malos, viendo qué bien les va a los impíos: Para ellos no existe el sufrimiento, su cuerpo está gordo y lleno de salud” (Sal 73, 3 y sig.). Y luego se mira a sí mismo: “¿De qué me sirve tener un corazón puro y mantener mis manos inocentes, cuando todos los días me apalean y no hay mañana en que no me castiguen?” (Sal 73, 13 y sig.). El que reza se atormenta con la idea de su propio sufrimiento y lo bien que les va a los impíos. Pero luego entra en el santuario de Dios y medita sobre el destino del hombre. Y reconoce: “Tú me guías conforme a tus designios y me llevas de la mano tras de ti. ¿A quién tengo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada más quiero en la tierra” (Sal 73, 24 y sig.).

 

3. En la Oración de los interrogantes, se transforma la percepción del sufrimiento.

Y se reconoce que finalmente siempre estoy con Dios y que Dios no me abandona, ni siquiera cuando a veces me va mal. Una y otra vez las personas escriben que les va muy mal. Cuentan que ya no tienen fuerzas. Hay distintos motivos: a unos los oprimen las deudas, otros sufren que sus hijos transiten otros caminos o que estén enfermos, deprimidos, o se aparten del camino correcto. También muchos aseguran que rezan continuamente, pero a pesar de las oraciones, las cosas no mejoran. A veces las personas se preguntan si acaso rezan mal o si están haciendo algo incorrectamente, porque nada cambia. Esto muestra una comprensión muy particular de la oración. Piensan que tienen muy poca confianza y buscan otro sostén.

 

4. Los interrogantes del sufrimiento me ayudan a mantener una oración “fraterna y solidaria”.

Desde tiempos inmemoriales, los creyentes nos planteamos preguntas que especialmente surgen en la Oración. Los interrogantes de Jesús, los nuestros y los de los demás, son un material espiritual, que si bien surgen de la pobreza, también expresan el deseo y anhelo de Dios.

La vida espiritual, como camino de búsqueda de Dios, desde los interrogantes propios, de los otros y de Dios, lo recorremos en lo secreto de la oración, la soledad y el silencio, donde parece que Dios calla. ¿Por qué se oculta Dios?. Si Dios se ha revelado, ¿por qué sigue oculto? Es una pregunta que no puedo responder. Sólo puedo constatar que, a menudo, Dios se me oculta. Tal vez, un intento de dar respuesta podría ir en esta dirección: Dios se oculta para que no se nos ocurra la idea de acapararlo, de poseerlo y de saberlo todo sobre Él. Dios se oculta para indicarnos que es el totalmente Otro, el Dios de quien no puede disponerse, a quien tenemos que seguir buscándolo siempre de nuevo.

Martin Buber narra una historia sobre el ocultamiento de Dios. Un judío piadoso va a ver a su rabino y le pregunta qué se puede hacer en la fe, si Dios oculta su rostro. La respuesta del rabino es ésta: “Si se sabe que es un ocultamiento, ya no es ocultamiento”.

El propio Jesús dice que el Reino de Dios actúa en lo oculto. (Mt 13,3ls). Dios está en lo secreto, en lo oculto. (Mt 6,6). Por eso, nuestra oración debe tener lugar también en lo secreto, en lo oculto. Si buscamos a Dios en lo oculto, ese ocultamiento protege nuestra búsqueda de Dios. Vamos hacia dentro, hacia aquello que está oculto para nosotros mismos. Allí podemos encontrar a Dios. A veces, Dios se muestra para acicatearnos en nuestra búsqueda y después vuelve a ocultarse para que tendamos aún más hacia Él y lo busquemos de todo corazón.

 

5. La Oración de los otros y por los otros, hace con la fragilidad, una obra de misericordia.

El servicio solidario. La fragilidad no nos permite pensar sólo en nuestros intereses particulares. Al contrario, la prueba puede ser una oportunidad para preparar el mañana de todos, sin descartar a ninguno. De todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro. Hoy, el amor desarmado y desarmante de Jesús resucita el corazón discípulo. Sólo así reconstruiremos un mundo nuevo.

A veces tal oración está turbada por pensamientos de eficacia, y pensamos: “Cuanto más rece, tanto antes me deberá ayudar Dios”. A veces la gente no observa verdaderamente los problemas. Le pide a Dios que todo lo resuelva. Pero no se esfuerza en observar abiertamente y abordar los problemas. Observar los problemas y sus interrogantes, sería cuestionar el propio concepto de vida. Y esto llevaría a la humildad. Sólo ayudará la oración en la cual ofrezco sin miramientos mi verdad a Dios y mi ayuda a los demás. Pero no siempre sentimos que Dios saca todas las piedras del camino. Quizá sólo me dé la fuerza para soportar. En algún momento surgirá en mí una solución o las circunstancias exteriores se modificarán y de pronto se verá un camino por el cual pueda continuar. Orar por los demás, significa trabajar para realizar aquello que pedimos para ellos.

 

Cuestiones para reflexionar y expresarse.

1. ¿Qué interrogantes personales se repiten más en mi vida? ¿Los llevo a la oración?

2. ¿Recurro y cuento con la Oración de los otros? ¿Ofrezco la mía?

3. ¿Cómo vivo la experiencia de acompañar o ser acompañado con la oración en el sufrimiento?

 

ORACION

No has venido, Señor, para juzgar, sino para buscar lo que está perdido, para abrazar con ternura lo que está enfermo y frio, para liberar de los miedos y acoger lo que está cansado y hundido. Tú, que sabes que somos barro, acéptanos tal cual somos: con nuestro pecado, con el pecado del mundo, con nuestros pecados personales, con nuestra historia llena de ambigüedades. No renuncies a ser Padre/Madre. No nos dejes con nuestros fardos de siempre. Infúndenos tu aliento de vida. Llévanos por tus sendas. Sabes que somos de barro. No abandones la obra de tus manos.

Fr. José Antonio Segovia. O.P