viernes, 27 de noviembre de 2020

Curso de Psicología espiritual: El Camino espiritual de la fragilidad (7)

 

 EL  PROCESO  DE  MARCHITARSE,  PARA  REVERDECER EN ADVIENTO

 

         Todos nos marchitábamos como  si fuéramos hojas. (Is 64,5). No temas tierra de cultivo, salta de gozo, alégrate, porque el Señor ha hecho proezas. Las eras se llenarán de trigo, los lagares rebosarán de vino y aceite. (Jl 2,21-24)

         ¿Quieres curarte? Señor, no tengo a nadie que me introduzca  en el estanque. (Jn 5,6-9) Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Mc 21-12.

         Un minusválido irreversible ha dejado escrito: Todo árbol vuelve a brotar olvidando el invierno.  La rama  florece sin preguntar el porqué.  El pájaro hace su nido sin pensar en el otoño. Y todo ello porque la vida es esperanza.  La vida es volver a empezar.» Es ofrecer siempre lo mejor

         Adviento es  tiempo para reverdecer, que  conectando con las penas y angustias de nuestro mundo, (marchitarse), también lo hace con las ilusiones y esperanzas de los hombres.(Reverdecer). Adviento no sólo es un tiempo fuerte, sino que hay que salir de él “reverdecidos”, con más fortaleza humana y espiritual. «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo». (Vat. II. Gaudium et spes) 

 

1. ¿Sirve para algo la experiencia de  marchitarse en la vida?. ¿De qué experiencia se trata?.

                   Todos sabemos de experiencias  humanas y espirituales que nos recuerdan lo que en botánica llamamos marchitarse. Es decir, esa parte del proceso de germinación de una semilla arrojada a la tierra, que corresponde al momento en que una serie de microorganismos atacan como parásitos a la semilla para comérsela. Y parece que la semilla, marchitándose, perece...En cambio no es así: estos animalitos que la están destruyendo la hacen transfigurarse, y la semilla se transforma en una nueva vida, es ella en realidad quien se come los microorganismos y los sintetiza en la germinación. Y comienza una nueva planta, que habrá aprendido a comer, de ese enemigo, su nueva vida. Parecía un desastre, y por el contrario era una Pascua. (Cfr 1Cor 15,35-38; 42-44). Algo que será siempre sorprendente. Nos desconcertará, nos molestará y su escuela elemental será la humillación y la obediencia. Y la universidad donde aprenderlas será la pobreza y la pequeñez.

         Esta experiencia de reverdecer, sabiéndonos marchitos la vivimos  en Adviento. Y no  tanto como un ejercicio de humillación, sino como una gracia de esperanza. He aquí que lo hago todo nuevo (Apc 21,5). Se trata de la gracia de recomenzar, cuya lógica nunca entenderemos los hombres, pero que es necesaria para recibir al Dios de la vida en Navidad. Sacar vida nueva de una cosa que nos destruye. En verdad os digo que si el grano de trigo no muere al caer en ella tierra, queda infecundo, pero si muere, produce mucho fruto. (Jn12,24).

         Se trata de nacer desde abajo, desde el grano que muere. Esta pequeña tierra de mi vida,  debo permitir que me marchite, debo metabolizar la humillación. Necesitamos los amargos choques con la verdad para ser conscientes. Lo real hiere a quien está fuera de la realidad. Lo que hace daño de verdad en estas humillaciones es el orgullo.

 

2. A nosotros nos toca decidir si reverdecer como “diamantes”, o marchitarse como “carbón”.

         Se sabe que el diamante y el carbón están constituidos químicamente por la misma materia, pero con una estructura física distinta. La diferencia consiste en que el diamante permite que la luz lo atraviese y el carbón no. Este prácticamente no vale nada, mientras el primero tiene un valor inmenso. A nosotros nos toca decidir si ser diamantes, cuya riqueza consiste en dejarnos atravesar por la luz de Otro, o pobres trozos de carbón que impiden a la luz atravesarlos y están destinados solamente a ser quemados.  

         El carbón es la debilidad y el sufrimiento, que tantas veces impiden ver la luz, pero puede dar paso a un diamante que nos permite descubrir con su luz la presencia de Dios. Así es: en las humillaciones de la fragilidad,  puede haber un antes y un después, como  si se tratase de un lugar pascual.

         Ocasiones útiles en las que  aprender a descubrir la presencia de Dios que se manifiesta precisamente en las situaciones imperfectas. Son esos momentos en los que la realidad nos da con la verdad en la cara. Como el diamante. Bendito dolor, porque nos humilla y abre las puertas a un cambio. ¡Cuánto bien pueden hacer las debilidades!. Pero cuando llegan, nos cuesta mucho reconocerlas y aceptar la verdad.

 

3. La regeneración espiritual. ¡Es posible y necesario nacer de nuevo en Adviento!

         a)  La regeneración es necesaria y oportuna para todos. La carne humana pecaminosa,  no puede permanecer en la presencia de Dios. En su conversación con Nicodemo, Jesús dijo dos veces que el hombre debe nacer de nuevo para ver el Reino de Dios (Jn 3,3-7). La regeneración no es opcional, porque “lo que nace de la carne es carne; y lo que nace del espíritu, es espíritu. La regeneración es para todos y siempre, como  un Volver a nacer de nuevo. Así es en Adviento.

         b) La regeneración consiste en un cambio radical “desde dentro” y “desde abajo”. Del agua y del Espíritu. Tal como nuestro nacimiento físico resultó en un nuevo individuo entrando en un mundo terrenal, nuestro nacimiento espiritual resulta en una nueva persona que entra en el reino de arriba (Ef 2,6). Después de la regeneración comenzamos a ver, a oir y a buscar las cosas celestiales: empezamos a vivir una vida de fe y de santidad. Ahora somos partícipes de la naturaleza divina, habiendo sido hechos nuevas criaturas (2Cor 5,17). Dios y no el hombre, es el origen de esta transformación (Ef 2,1-8). El amor de Dios, su abundante gracia y misericordia, son la causa del nuevo nacimiento.  (1Ef,1,19-20).

         c) La regeneración es lo que Dios hace por nosotros en el momento de salvación, junto con el sello del Espíritu Santo (Ef 1,13), la adopción (Gal 4,5), la reconciliación (2Cor 5,18-20). La regeneración es lo que Dios hace para que una persona viva espiritualmente, como resultado de la fe en Jesucristo. Antes de la salvación, no éramos hijos de Dios (Jn , 1,12 más bien éramos hijos de ira (Ef 2,3, Rom 5, 18-20). Antes de la salvación estábamos perdidos; después de la salvación somos regenerados. El resultado de la regeneración es la paz con Dios (Rom 5,1), nueva vida (Tit 3,5; 2Co 5,17), y el ser sus Hijos eternamente (Jn 1,12-13; Gal 3,26). Cada regeneración inicia un proceso de la santificación, por medio de la cual nos convertimos en las personas que Dios quiere que seamos (Rom 8,28-30). Todos estos dones nos los trae Jesús, el Salvador, en Navidad.

          d) Regenerar el corazón no se logra sólo por la cantidad de buenas obras. “Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Dios (Ro 3,20) No tenemos necesidad  de reforma o de reorganización exterior; lo que necesitamos es un nuevo nacimiento en el Espíritu.

 

Cuestiones.

1. Puedo vivir en este Adviento un proceso de reverdecer desde lo que está marchito en mi?

2. ¿Diamante o carbón? ¿Cómo soy? ¿Qué me dice esta imagen en mi proceso espiritual?

3. ¿Qué alcance puede tener en mi la regeneración espiritual?

 

Oración.

         Señor, que este Adviento  me refuerce para liberarme mi ego. Sácame de mi mismo para encontrarte a ti. Llévame a la periferia para verte en los pequeños. Mantenme abierto a lo diferente y extraño. Ayúdame a aceptar lo inusual y cotidiano. Vacíame plenamente para poder acogerte. Señor, dame pies firmes para salir a tu encuentro. Y no permitas nunca que pise sueños de otros, ignorándolos o rechazándolos. Hazme reverdecer como un espacio abierto y de fácil acceso, para todos los que andan por la vida buscando refugios y caminos.

                                                                 

                                                                           Fr. José Antonio Segovia. O.P

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