viernes, 13 de noviembre de 2020

Curso de Psicología espiritual: El Camino espiritual de la fragilidad (5)

 

LA ORACION, DESDE LOS INTERROGANTES DE TU FRAGILIDAD Y LA DE LOS OTROS

 

Señor, enséñanos a orar. ¡Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá!. ¡Cuanto más vuestro Padre no dará el Espíritu Santo a quien se lo pida; (Lc 11, 1-13).

Conforme avanzamos en el camino espiritual de la fragilidad, vamos descubriendo los atajos para llegar a Dios. Uno de ellos puede ser orar y leer espiritualmente los interrogantes que surgen de la misma debilidad, para así, poder salir de la pequeña cueva donde te has encerrado, y caminar hacia fuera, en busca de una respuesta y un sentido al sufrimiento.

 

1. El sufrimiento de la fragilidad, también sacude la fe, y se expresa en interrogantes creyentes.

El sufrimiento cuestiona muchas veces mi fe. Y nos interpela: ¿Aposté a falsas promesas de Dios? ¿Es mi fe una mera ilusión?. ¿El sufrimiento la pone a prueba?. ¿Se quiebra así mi bienestar?. Al conversar con personas que sufren podemos escuchar, la voz de aquellos que han profundizado su fe por la experiencia del sufrimiento, y la voz de aquellos que han perdido la fe porque el sufrimiento fue intolerable.

Los devotos del Antiguo Testamento salvaron su fe a través de la experiencia del sufrimiento, al llevar su dolor y su ira, su insatisfacción y su queja a Dios por medio de interrogantes hechos oración. Ellos no enmudecieron en su pena, sino que la expresaron a gritos frente a Dios.

Evidentemente, esto les ayudó a mantenerse en Dios a pesar de todo el sufrimiento, dejando que se manifestaran todos los sentimientos que surgían en ellos. Así, no se privaron de acusar a Dios, de presentarle su decepción y de exhortarlo a mostrarse finalmente como el Dios benevolente que se preocupa por ellos y los rescata del mal.

 

2. Para los piadosos de Israel, la religiosidad no era garantía para protegerse del mal.

En los salmos una y otra vez aparece la pregunta de por qué les va tan bien a los impíos y tan mal a los devotos. El salmista reza: “¿Por qué, oh Dios, esos continuos rechazos, y esa ira contra el rebaño de tu redil? (Salmo 74, 1). Luego, el que reza le recuerda a Dios que desde tiempos remotos ha realizado acciones de salvación sobre la tierra. ¿Por qué Dios retiró ahora su mano de manera que triunfan los enemigos? Y luego implora a Dios: “ oh Dios, a defender tu causa, acuérdate del necio que te provoca todo el día! No olvides el griterío de tus adversarios, el clamor de tus agresores que crece sin cesar!” (Sal 74, 22 y sig.).

En el Salmo 73 un devoto reflexiona acerca de por qué les va tan bien a los impíos. “Yo sentía envidia de los malos, viendo qué bien les va a los impíos: Para ellos no existe el sufrimiento, su cuerpo está gordo y lleno de salud” (Sal 73, 3 y sig.). Y luego se mira a sí mismo: “¿De qué me sirve tener un corazón puro y mantener mis manos inocentes, cuando todos los días me apalean y no hay mañana en que no me castiguen?” (Sal 73, 13 y sig.). El que reza se atormenta con la idea de su propio sufrimiento y lo bien que les va a los impíos. Pero luego entra en el santuario de Dios y medita sobre el destino del hombre. Y reconoce: “Tú me guías conforme a tus designios y me llevas de la mano tras de ti. ¿A quién tengo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada más quiero en la tierra” (Sal 73, 24 y sig.).

 

3. En la Oración de los interrogantes, se transforma la percepción del sufrimiento.

Y se reconoce que finalmente siempre estoy con Dios y que Dios no me abandona, ni siquiera cuando a veces me va mal. Una y otra vez las personas escriben que les va muy mal. Cuentan que ya no tienen fuerzas. Hay distintos motivos: a unos los oprimen las deudas, otros sufren que sus hijos transiten otros caminos o que estén enfermos, deprimidos, o se aparten del camino correcto. También muchos aseguran que rezan continuamente, pero a pesar de las oraciones, las cosas no mejoran. A veces las personas se preguntan si acaso rezan mal o si están haciendo algo incorrectamente, porque nada cambia. Esto muestra una comprensión muy particular de la oración. Piensan que tienen muy poca confianza y buscan otro sostén.

 

4. Los interrogantes del sufrimiento me ayudan a mantener una oración “fraterna y solidaria”.

Desde tiempos inmemoriales, los creyentes nos planteamos preguntas que especialmente surgen en la Oración. Los interrogantes de Jesús, los nuestros y los de los demás, son un material espiritual, que si bien surgen de la pobreza, también expresan el deseo y anhelo de Dios.

La vida espiritual, como camino de búsqueda de Dios, desde los interrogantes propios, de los otros y de Dios, lo recorremos en lo secreto de la oración, la soledad y el silencio, donde parece que Dios calla. ¿Por qué se oculta Dios?. Si Dios se ha revelado, ¿por qué sigue oculto? Es una pregunta que no puedo responder. Sólo puedo constatar que, a menudo, Dios se me oculta. Tal vez, un intento de dar respuesta podría ir en esta dirección: Dios se oculta para que no se nos ocurra la idea de acapararlo, de poseerlo y de saberlo todo sobre Él. Dios se oculta para indicarnos que es el totalmente Otro, el Dios de quien no puede disponerse, a quien tenemos que seguir buscándolo siempre de nuevo.

Martin Buber narra una historia sobre el ocultamiento de Dios. Un judío piadoso va a ver a su rabino y le pregunta qué se puede hacer en la fe, si Dios oculta su rostro. La respuesta del rabino es ésta: “Si se sabe que es un ocultamiento, ya no es ocultamiento”.

El propio Jesús dice que el Reino de Dios actúa en lo oculto. (Mt 13,3ls). Dios está en lo secreto, en lo oculto. (Mt 6,6). Por eso, nuestra oración debe tener lugar también en lo secreto, en lo oculto. Si buscamos a Dios en lo oculto, ese ocultamiento protege nuestra búsqueda de Dios. Vamos hacia dentro, hacia aquello que está oculto para nosotros mismos. Allí podemos encontrar a Dios. A veces, Dios se muestra para acicatearnos en nuestra búsqueda y después vuelve a ocultarse para que tendamos aún más hacia Él y lo busquemos de todo corazón.

 

5. La Oración de los otros y por los otros, hace con la fragilidad, una obra de misericordia.

El servicio solidario. La fragilidad no nos permite pensar sólo en nuestros intereses particulares. Al contrario, la prueba puede ser una oportunidad para preparar el mañana de todos, sin descartar a ninguno. De todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro. Hoy, el amor desarmado y desarmante de Jesús resucita el corazón discípulo. Sólo así reconstruiremos un mundo nuevo.

A veces tal oración está turbada por pensamientos de eficacia, y pensamos: “Cuanto más rece, tanto antes me deberá ayudar Dios”. A veces la gente no observa verdaderamente los problemas. Le pide a Dios que todo lo resuelva. Pero no se esfuerza en observar abiertamente y abordar los problemas. Observar los problemas y sus interrogantes, sería cuestionar el propio concepto de vida. Y esto llevaría a la humildad. Sólo ayudará la oración en la cual ofrezco sin miramientos mi verdad a Dios y mi ayuda a los demás. Pero no siempre sentimos que Dios saca todas las piedras del camino. Quizá sólo me dé la fuerza para soportar. En algún momento surgirá en mí una solución o las circunstancias exteriores se modificarán y de pronto se verá un camino por el cual pueda continuar. Orar por los demás, significa trabajar para realizar aquello que pedimos para ellos.

 

Cuestiones para reflexionar y expresarse.

1. ¿Qué interrogantes personales se repiten más en mi vida? ¿Los llevo a la oración?

2. ¿Recurro y cuento con la Oración de los otros? ¿Ofrezco la mía?

3. ¿Cómo vivo la experiencia de acompañar o ser acompañado con la oración en el sufrimiento?

 

ORACION

No has venido, Señor, para juzgar, sino para buscar lo que está perdido, para abrazar con ternura lo que está enfermo y frio, para liberar de los miedos y acoger lo que está cansado y hundido. Tú, que sabes que somos barro, acéptanos tal cual somos: con nuestro pecado, con el pecado del mundo, con nuestros pecados personales, con nuestra historia llena de ambigüedades. No renuncies a ser Padre/Madre. No nos dejes con nuestros fardos de siempre. Infúndenos tu aliento de vida. Llévanos por tus sendas. Sabes que somos de barro. No abandones la obra de tus manos.

Fr. José Antonio Segovia. O.P

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