martes, 27 de noviembre de 2018

Bicentenario Beatificación P. Posadas: Jornada Académica 24 Noviembre 2018


EL BEATO PADRE FRANCISCO DE POSADAS, O.P.
EN LA JORNADA ACADEMICA DEL PASADO 24 DE NOVIEMBRE



Día netamente “posadiano” el vivido por la Familia Dominicana de Córdoba el pasado sábado 24 de Noviembre, dentro de la Jornada Académica organizada por el Instituto Histórico Dominicano y la Fundación “Miguel Castillejo” con el título de “Venerables, Beatos y Santos de la Orden de Predicadores”. La organización de dicha Jornada también contó con la colaboración de los Dominicos de Córdoba y de la Fraternidad laical dominicana de Santo Domingo de Scala Coeli y P. Posadas.

La mencionada Jornada Académica sirvió como brillante conclusión de los distintos actos que la Familia Dominicana en Córdoba ha venido organizando en los pasados meses con motivo del bicentenario de la Beatificación de Fr. Francisco de Posadas, insigne cordobés y dominico (1644-1713).

Con un salón de actos de la Fundación “Miguel Castillejo” en ciertos momentos de la Jornada casi al completo, y tras la bienvenida al lugar por parte del D. Antonio José García Uceda como representante de dicha Fundación, y de D. Juan Aranda Doncel, en representación del organizador Instituto Histórico Dominicano, fue Fr. José Antonio Segovia, O.P., Prior del Convento de Santo Domingo de Scala Coeli y Asistente Religioso de la Fraternidad laical dominicana cordobesa, quien se dirigió a los asistentes agradeciendo la celebración de esta Jornada Académica y la inclusión de la misma dentro  de los actos del bicentenario de la beatificación del P. Posadas, ya que “el espíritu del P. Posadas no ha muerto, sigue aún totalmente vivo”.

El. P. Segovia realizó un resumen de los actos organizados en los meses anteriores cuyo fin había sido el resaltar en Córdoba la figura espiritual e histórica del P. Posadas, con un pasado vivo y dinámico.

Al referirse al presente del P. Posadas destacó que el mismo está representado tanto por la Comunidad de Scala Coeli  como por la Fraternidad laical dominicana; en ambos casos queriendo “mantener encendida la candela” de la obra del P. Posadas. Mencionó igualmente que hasta no hace mucho existió en el Convento dominico de San Pablo, en la Iglesia de San Agustín, un “Centro de Misión Popular P. Posadas”, creado en su día por Fr. Carlos Romero, O.P. recientemente fallecido, y al que dedicó un sentido recuerdo. De dicho Centro aún tienen memoria los cordobeses.

Y al hilo de lo anterior y como futuro cercano para que el espíritu y la obra del P. Posadas se sigan manteniendo y dando frutos en Córdoba, anunció la próxima puesta en marcha de la que denominó “Aula de Espiritualidad Popular P. Posadas”, cuya ubicación también se situaría en dependencias del Convento dominico de San Pablo-Iglesia de San Agustín, con el fin de acercarnos a los problemas y demás circunstancias del pueblo desde el punto de vista religioso, adelantando que las primeras charlas se referirían a la predicación y la obra social del P. Posadas en Córdoba, por el P. Jesús Duque, O.P., y sobre los jóvenes, con motivo de la celebración del pasado Sínodo de los Obispos, y su documento final, a cargo del dominico cordobés Fr. Vicente Niño, O.P.

Tras las palabras de Fr. José Antonio Segovia, comenzaron las distintas ponencias/conferencias   previstas en el programa de la Sesión Académica, mencionando en este punto dado el tema concreto que trató, la impartida por D. Juan Aranda Doncel, de la Real Academia de Córdoba, sobre “La sociedad cordobesa y el proceso de beatificación de fray Francisco de Posadas (1718-1819)” en la que, teniendo como fuentes las actas capitulares del Ayuntamiento de Córdoba del siglo XVIII, las correspondientes al Cabildo Catedral de Córdoba también de dicho siglo, y documentos, entre otros, del Archivo Histórico Provincial, se refirió a distintos personajes históricos relacionados con el P. Posadas, tales como el Corregidor Francisco Ronquillo Briceño, el Cardenal Salazar, el Cardenal Luis Antonio de Belluga y el Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina.

El Profesor Aranda Doncel destacó igualmente tanto la labor pastoral del P. Posadas, desde el púlpito con sus reconocidos sermones y desde el confesionario, y la labor social con la llevanza de su famoso “hospitalico”, el hospital de incurables de S. Jacinto, y la colaboración con el P. Cristóbal de Santa Catalina en la creación del Hospital de Jesús Nazareno.

También destacó D. Juan Aranda el sentir generalizado en todos los estratos sociales de su época de reconocimiento hacia la labor pastoral y social del P. Posadas, tanto así que el propio Cabildo Municipal de Córdoba fue el que asumió todos los gastos y el que pidió al Obispo Marcelino Siuri que diera los primeros pasos para el inicio del proceso de beatificación del P. Francisco de Posadas, el cual finalizó con el decreto de reconocimiento por parte del Papa Pio VII.

Además de las distintas conferencias, los asistentes a la mencionada Jornada Académica tuvieron la oportunidad de visitar diversos “lugares posadianos” de Córdoba, como el templo de San Pablo el Real, donde se conservan los restos del P. Posadas, la Iglesia de los Dolores y el Hospital de San Jacinto y la Iglesia de Jesús Nazareno, dentro del Hospital-Asilo del mismo nombre.


Antonio-Jesús Rodríguez Hernández
Vocal de Comunicación
Fraternidad laical dominicana Sto. Domingo de Scala Coeli y P. Posadas.

domingo, 18 de noviembre de 2018

A propósito de la festividad de San Alberto Magno (y III)

(Tercera parte de la Conferencia pronunciada
ante los miembros de la Fraternidad Laical Dominicana de
Sto. Domingo de Scala Coeli y P. Posadas, de Córdoba)







SAN ALBERTO MAGNO
(1206 - 1280)
CIENTÍFICO Y SANTO



                                                                                   Manuel Antonio Navío Perales, O.P.

   
                                                                                   Fraternidad Laical Dominicana de

                                                                                     Sto. Domingo y P. Posadas - Córdoba
 


4. Su Espiritualidad.

San Alberto es un científico, sin duda alguna. Pero, además y ante todo es un teólogo observante y penitente, hombre de oración constante y amante de la Eucaristía: "Celebraba los Misterios Divinos con la más grande pureza y el más ardiente amor".En él se encarna el carisma dominicano de búsqueda de la Verdad, siendo en todo momento y sobre todo al final de su vida un Contemplativo y Maestro espiritual.

Gran parte del S. XIII no conoció la oposición entre la ciencia y la fe gracias a él. Su obra es una fundamentación pujante y armoniosa, una síntesis de todo lo elaborado, donde la doctrina espiritual coronaba naturalmente una física, una medicina, una lógica, una filosofía y una teología. Nada tenía interés para él si no terminaba en Dios, y se lo propone como meta clara al principio de su obra: “terminaremos todos hablando de las cosas de Dios”.

La contemplación fue definida por él como “Abrazar la Verdad con amor”. Saborear la Verdad con amor, es lo propio de la sabiduría, que es un don del Espíritu Santo, cuando se trata de la Verdad que es Dios. “La contemplación que está empapada de amor, es cálida y lleva siempre a la unión que transforma por asimilación de lo contemplado, no es un conocimiento frío y teórico en las esferas de lo inerte, sino que profundiza en el calor del corazón, latiendo al unísono con la Verdad contemplativa”. Es la descripción que hacen los Maestros de vida mística de la oración contemplativa, que es como un anticipo de la visión beatífica.

Alberto, contempló desde joven la naturaleza, abrazando con gusto la verdad de las cosas creadas, como obras en las que Dios ha estampado su huella, dejándolas, como dicen las criaturas del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz:“vestidas de su hermosura”. Pero a medida que maduró en su vida, el Maestro se vio empujado irresistiblemente a contemplar la Verdad de Dios en sí misma. Por eso, en la plenitud de su vida, contempla casi todos los libros de la Sagrada Escritura, especialmente los Evangelios.

Es un Maestro Orante. Terminadas sus clases se dedicaba a la meditación y contemplación de las cosas divinas. Fray Tomás de Cantimpré, describe así su vida de maestro: “Lo vi con mis ojos durante mucho tiempo, y observé cómo diariamente, terminada la cátedra, decía el Salterio de David y se entregaba con mucha dedicación a contemplar lo divino y a meditar”.De día y de noche estaba en meditación. Escuchaba ávidamente las palabras suaves del Espíritu Santo, procurándose así las aguas salvadoras de la sabiduría, que tan ardientemente deseaba. De ahí manaba una fuerza íntima, que le llevaba a predicar y a escribir lo que paladeaba en la oración y en su estudio, que también era oración.

Personificó de modo ejemplar el ideal dominicano, predica al pueblo de Dios –admirado por su palabra y su ejemplo de vida– los frutos de su contemplación y busca la Verdad en todas las ciencias humanas y divinas. Ataca el error previniéndolo y afrontándolo.

Son deliciosas las oraciones que dejó escritas como conclusiones de las homilías y la colección de sermones sobre el Corpus Christi, y sobre todo de su relación con la Virgen María. Célebre es su “Mariale”, en el que trata de todas las cuestiones sobre la Teología y Espiritualidad de la Virgen, poniendo de manifiesto su gran devoción para la Madre de Dios, la cual, según tradición –como se ha citado anteriormente–, lo confortó para perseverar en el propósito de la vocación y el estudio. En el prólogo define su relación con la Santísima Virgen: “Ella ha movido mi voluntad, ha guiado mis esfuerzos y ve mi intención”.

Voy terminando… Pese a suscitar en seguida varias formas de devocióntras su muerte, no se le rindió un verdadero culto hasta finales de la Edad Media. Pío II (1459) lo incluyó entre los “santissimi doctores”, siendo beatificado en 1622 por Gregorio XIV. Desde mediados del S. XIX los obispos alemanes habían propuesto –sin éxito–, incluirlo entre los doctores de la Iglesia. Pío XI lo declaró Santo y Doctor, el 16 de diciembre de 1931 mediante la bula “In thesauris sapientiae” (En los tesoros de la sabiduría), donde dice que: “poseyó en el más alto grado el don raro y divino del espíritu científico...”  Destaca la actualidad de su figura, asegurando que: “Es exactamente el tipo de santo que puede inspirar a nuestra época, que busca con tantas ansias la paz y tiene tanta esperanza en sus descubrimientos científicos”.

En 1941, Pío XII lo declaró patrón de los estudiosos de las Ciencias Naturales.

Benedicto XVI, en Audiencia General del 24 de marzo de 2010, loando la actualidad de San Alberto, dice:«tiene mucho que enseñarnos aún […] muestra que entre fe y ciencia no hay oposición, a pesar de algunos episodios de incomprensión que se han registrado en la historia […] recuerda que entre ciencia y fe hay amistad, y que los hombres de ciencia pueden recorrer, a través de su vocación al estudio de la naturaleza, un auténtico y fascinante recorrido de santidad».

Y termino, destacando la fórmula de santidad que él siguió en su vida: “Querer todo lo que yo quiero para gloria de Dios, como Dios quiere para su gloria todo lo que Él quiere”; es decir, conformarse siempre a la voluntad de Dios para querer y hacer sólo y siempre para su gloria.


sábado, 17 de noviembre de 2018

A propósito de la festividad de San Alberto Magno (II)

(Segunda parte de la Conferencia pronunciada
ante los miembros de la Fraternidad Laical Dominicana de
Sto. Domingo de Scala Coeli y P. Posadas, de Córdoba)







SAN ALBERTO MAGNO
(1206 - 1280)
CIENTÍFICO Y SANTO



                                                                                   Manuel Antonio Navío Perales, O.P.

   
                                                                                   Fraternidad Laical Dominicana de

                                                                                     Sto. Domingo y P. Posadas - Córdoba




3. Su Obra.

San Alberto es Magno por la grandeza de su espíritu abierto a lo universal. Observador nato, dotado de una gran capacidad y vocación analítica, en sus obras destacan afirmaciones tales como: "Yo lo observé", "Yo hice el experimento" o, "Esto me lo han referido pescadores o cazadores expertos".

Destaca en el campo de las ciencias naturales, cuya finalidad, según dice, consiste en "investigar las causas que operan en la naturaleza".Fue una autoridad en física, geografía, astronomía, mineralogía, alquimia (es decir, química) y biología. En sus tratados de botánica y fisiología animal, su capacidad de observación le permitió disipar mitos y leyendas populares, como la del águila, la cual, según Plinio, envolvía sus huevos en una piel de zorra y los ponía a incubar al sol. Muy elogiadas han sido sus observaciones geográficas, ya que hizo mapas de las principales cadenas montañosas de Europa, explicó la influencia de la latitud sobre el clima y, en su excelente descripción física de la tierra demostró que ésta es esférica.

A pesar de vivir en plena Edad Media, supo alejarse de prejuicios y supersticiones y basar su conocimiento no solo en las obras de autores anteriores, sino en su propia experimentación y observación de la naturaleza, adoptando un método científico, como afirma él mismo en una de sus obras: “… en el dominio de la ciencia no se debe solamente creer lo que dijeron otros, sino que se debe seguir la disciplina experimental para investigar por sí mismo la naturaleza de las cosas…”.

Es preciso subrayar que San Alberto estudia, investiga y analiza todo en función de la Santa Predicación; por eso utiliza tanto las Ciencias Naturales (Biología, Botánica, Química, Zoología, Arqueología), como la Filosofía y la Teología, buscando la síntesis de todos los conocimientos, incluidos los provenientes del paganismo. Profesor y escritor incansable, en sus escritos, que forman una colección de treinta y ocho volúmenes “in-quarto”, hay obras sobre todas esas materias, además de los sermones.

Pero el principal mérito científico de San Alberto, en palabras de Benedicto XVI, reside en que, “con rigor científico estudió las obras de Aristóteles, convencido de que todo lo que es realmente racional es compatible con la fe revelada en las Sagradas Escrituras, contribuyendo así a la formación de una filosofía autónoma, distinta de la teología y unida a ella sólo por la unidad de la verdad”. Por así decirlo, reescribió las obras del filósofo haciéndolas aceptables a los ojos de los críticos cristianos. Aplicando el método y los principios aristotélicos al estudio de la teología, se convirtió en el iniciador del sistema escolástico, que su discípulo Tomás de Aquino habría de perfeccionar. Así pues, fue San Alberto el principal creador del “sistema predilecto de la Iglesia”. Él reunió y seleccionó los materiales, echó los cimientos y Santo Tomás construyó el edificio. Además, planificó los estudios de la Orden junto con otros cuatro frailes y de él parte también la corriente místico-agustiniana de su discípulo Ulrico de Estrasburgo.A pesar de ello, no se ufana de su labor, se mantiene humilde y reza así: “Señor Jesús pedimos tu ayuda para no dejarnos seducir delas vanas palabras tentadoras sobre la nobleza de la familia, sobre el prestigio de la Orden, sobre lo que la ciencia tiene de atractivo”.

Sus abundantes obras, que no voy a enumerar, se pueden clasificar atendiendo a los diversos tipos de enseñanza existentes en las Escuelas de Teología de la época, en los siguientes grupos: 

1)  Comentarios de la Escritura, del Antiguo y del Nuevo Testamento.
2)  Comentario del “Liber Sententiarum” de Pedro Lombardo, y de las obras de Dionisio el Areopagita.
3)  “Summa de creaturis”, compendio de su enseñanza en París, evidencia su asimilación viva de la filosofía griega.
4)  Comentarios de la obra de Aristóteles, desde las Ciencias Naturales a la Metafísica.
5)  “Summa Theologiae”, escrita en su vejez, integra su opúsculo “De unitate intellectus” de1256.