EL
PROFETA JONAS Y LA MISERICORDIA DE DIOS.
Jonás oye la palabra de
Dios, pero no está dispuesto a aceptar la misión que Dios le acaba de
encomendar. Jonás tenía miedo. Nínive era una ciudad inmensa, “tres días hacían falta para atravesarla”
(3,3) y su grandeza física solo era comparable con su miseria humana ante Dios.
Jonás es consciente del
riesgo que conlleva aceptar la misión de Dios, por eso, huye de su presencia, “se levantó para huir a Tarsis” (1,3)
quería ir muy lejos, lo más lejos posible de la presencia de Dios. Jonás sintió
miedo por él mismo, fue miedo a perder su vida lo que le impulsó a alejarse de
Dios, fue el miedo a nadar contracorriente en una ciudad envuelta en maldad y
pecado.
Pero Dios frustró los
planes de Jonás. Y en esa frustración Jonás volvió la mirada a Dios. Fue
consciente que el Señor había deshecho sus planes de huida y además, en ese
deshacer, se había dado a conocer como el verdadero Dios delante de algunos
hombres que adoraban a otros dioses. Jonás se humilló delante de Dios y Dios lo
salvó.
Los planes de Dios
seguían adelante, por eso, por “segunda
vez la palabra de Dios fue dirigida a Jonás” (3,1). Y ahora, con la fuerza
del Señor, Jonás se interna en la inmensa Nínive proclamando su destrucción si
no se convertían de su maldad y de su pecado.
Para sorpresa y asombro
de Jonás, los ninivitas aceptaron su palabra y todos desde el mayor al menor “se cubrieron de sayal y clamaron a Dios con
fuerza” (3,8) “Dios vió como los
ninivitas se convirtieron de su mala
conducta y se arrepintió del mal que había determinado hacerles” (3,10).
Pero esta actitud de
Dios, lejos de alegrar a Jonás por el arrepentimiento y salvación de los
ninivitas, entristeció al profeta sintiéndose herido en su orgullo. Jonás sabe cómo
es Dios, “tú eres un Dios clemente y
misericordioso, tardo a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del mal”
(4,2) y por ello debería alegrarse, pero no lo hace por orgullo y por soberbia.
Dios tiene que volver a enseñarle otra lección.
En medio de desierto, Jonás
se alegra porque una planta de ricino le puede proteger del sol. Y su alegría
se tornó tristeza cuando la planta se secó. Dios recuerda a Jonás que él no
hizo nada para que la planta de ricino creciera, no había ninguna vinculación
entre Jonás y la planta; y en su egoísmo, Jonás solo acierta a ver que la
planta lo protegía del sol y ahora ya no tendrá esa protección.
Pero Dios, clemente y
misericordioso, sí está vinculado con las 120.000 personas que había en Nínive; y
esa vinculación hunde sus raíces en lo profundo de las vidas de estas personas.
“¿No voy a tener yo lastima de Nínive
donde sus habitantes no saben distinguir su derecha de su izquierda?” (4,11).
¿Estamos seguros que el
profeta Jonás y su actitud son solo algo del Antiguo Testamento?
Fr. Benito
Medina, OP
Jonás. Autor: Miguel Angel. Detalle Capilla Sixtina C. Vaticano |
Salmo: "Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme".
Oración: "Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas. Mira complacido a tu pueblo que desea entregarse a ti con una vida santa".