lunes, 23 de marzo de 2020

El camino de la Cuaresma día a día. -26-

UN MIRAR CAPAZ DE VER
   
      En esta extraña cuaresma-cuarentena, nos están vedados los sentidos que favorecen un contacto más inmediato: el tocar, el gustar, el oler. Hay que mantener la distancia social de seguridad. No podemos celebrar juntos, comulgar sacramentalmente, participar de los desfiles procesionales y de  la liturgia con su incienso.

         Nos quedan los otros sentidos: el ver y el oír.

       En su precioso libro: “Hacia una espiritualidad de los sentidos”, José Tolentino Mendonça, nos habla de que hay que recuperar la relación entre los sentidos corporales y la búsqueda del sentido de la vida, que es Dios. Un Dios de la Vida y en la vida, que se dirige a la persona concreta viviente en su irrepetible unidad psicosomática, de cuerpo y alma.

         Alguien escribió una frase muy certera: “mirar es un esfuerzo; ver es un milagro”. Hay que ponerse a mirar, y eso exige tiempo y trabajo; hay que atreverse a mirar, incluso aquello que en nosotros o en los demás nos provoca el mirar a otra parte; hay que perseverar mirando a través de los claroscuros o las negras noches. Si insisto pacientemente en seguir mirando, se abre un espacio donde, de pronto, acontece el eureka, el milagro, el cambio de nivel: me doy cuenta que, en lo que miraba, había mucho más. Miraba un cuerpo y encontré una persona; miraba una cosa o un acontecimiento y vi a Dios; me miraba a mí mismo por dentro y por fuera, y me encontré hijo de Dios.

         La cuaresma y la necesidad en la cuarentena de mantenernos alejados físicamente, favorece el aprendizaje de la mirada. Este aprendizaje es muy importante en la Biblia y más ante el Crucificado. El evangelio de san Lucas señala en su capítulo 23, entre los versículos 35 y 49, todo un repertorio de miradas a Jesús en la cruz: la del pueblo que está mirando, pero no se burla como los magistrados (v. 35); el centurión, que al ver su muerte, da gloria a Dios y proclama “realmente, este hombre era justo” (v. 47); la gente que había concurrido a este espectáculo (“espectáculo” es lo que se ve) y que se volvía dándose golpes de pecho (v. 48); y “todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto” ( v. 49).

          Distintas miradas, pero que señalan un querer acercarse y enterarse de lo que está ocurriendo, o un caer en la cuenta de lo profundo, o un querer mantener la distancia. ¿Cuál es la nuestra?

  ¿Evangelizamos nuestro modo de mirar a todo y a todos, incluyendo a Jesús en la cruz, de tal manera que se nos conceda el ver?

Fr. Francisco J. Rodríguez Fassio, OP




Salmo: "Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante, su bondad, de por vida. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.” 

Oración: "Señor,  concédenos la ayuda para que muera en nosotros el antiguo poder del pecado y nos renovemos con la participación en tu vida divina”.

Evangelio: San Juan 4, 43-54.



Música para el camino:

"Sed felices" de Ain Karem