María de
Nazaret: escuchar, confiar, acompañar
No hace mucho una mujer en el confesionario me
dijo: “Padre, no creo que tenga pecados
graves, pero lo cierto es que me encuentro muy desorientada”. Una
afirmación espontánea que refleja lo que en el fondo nos ocurre: vivimos
momentos de gran confusión, de pérdida de credibilidad, no sabemos de quién
fiarnos; hay tantas ofertas de formas de vida; la fe cristiana no parece que
nos sirva para guiarnos como en otros tiempos; e incluso nos cuesta mucho
llevar a la práctica el estilo de vida cristiano en el ámbito de lo cotidiano.
¿Dónde encontrar sentido? ¿Cómo recuperar la orientación en la vida? Tal vez
podemos fijar la mirada en María de Nazaret para recuperar el sentido
conjugando tres verbos: escuchar,
confiar y acompañar.
El primer verbo es escuchar. Es siempre algo importante, pero no voy a referirme a su
sentido psicológico sino al bíblico. En una ocasión Jesús responde: “Mejor
dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. No es que rechace
el elogio a su madre (“dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te
criaron”) sino que está explicando la verdadera dicha de su madre María: es
verdaderamente dichosa, bienaventurada por haber escuchado a Dios. Escuchar en
sentido bíblico no es sólo oír o dejar hablar a otro. Escuchar es acoger,
aceptar… es creer. Escuchar con fe equivale a obedecer y cumplir, poner por
obra. Por eso María es dichosa por haber escuchado la palabra de Dios, por
dejar que la ilumine y actúe en ella, por estar disponible y ser fiel. La
primera clave para orientarnos es agudizar la capacidad de escucha. Escuchar lo
que nos pasa, las propias insatisfacciones, los valores que echamos en falta…
Escuchar es dar credibilidad al otro; buscar el diálogo para encontrar la luz
que nos ayude a acertar; y hacer discernimiento.
El
segundo verbo es confiar. En muchas
imágenes la Virgen María aparece como entregándonos al Niño Jesús, que a menudo
nos bendice, porque esa es su misión: bendecir al mundo, redimirlo, salvarlo
por la luz de la Palabra del Dios que es amor. Parece como que María está
regalándonos a su Hijo. Como si ella nos dijera: “miradlo a él, es vuestro, es
para vosotros: acogedlo, escuchadlo, dejad que crezca en vosotros, dejad que
sea luz en el centro de vuestra existencia”. Como si nos susurrara
calladamente: “confiad en él, que está con vosotros para sosteneros”. María nos enseña a confiar incluso cuando las cosas no van
bien. Ella, cuando acepta la voluntad de Dios, lo hace con todas las
consecuencias. Si uno confía de verdad en alguien es en todo y para siempre.
Por eso María sigue al lado de Jesús hasta la cruz. Quien, con todo, confía en
Dios, no reacciona ante el dolor y el sufrimiento, ante las dificultades de la
vida, con desesperación, decepción o abandono de la fe. María nos enseña otra
respuesta, otra actitud: ante el dolor y las dificultades cabe resistir sin
entender. Aguantar pacientemente sin entender, soportar incluso el silencio de
Dios sin explicaciones, resistir sin desesperar… porque la clave para resistir
no es entender sino confiar, fiarse de la Palabra dada por Dios, fiarse de su
promesa de salvación, a pesar de las dificultades y el sufrimiento.
La tercera palabra clave es acompañar. También a ello nos enseña la Virgen María. Acompaña a su
Hijo Jesucristo de la cuna a la cruz; acompaña a su prima Isabel, a los novios
en Caná de Galilea, a la Iglesia naciente y a menudo desorientada hasta que
reciben el Espíritu. María es modelo de acompañamiento: atenta a las
necesidades, comparte las alegrías, reza con los discípulos, sufre al pie de la
cruz. La fe no es algo abstracto que tiene respuestas para todo. A menudo la
misión del cristiano no es más que sencillamente acompañar. El creyente no tiene
respuestas para todo, sino que confía en que Dios responderá y en que nos ha
ofrecido ya en Jesús la luz necesaria para cada paso. El sentido y la
orientación que buscamos ya se nos ha anticipado en la vida, muerte y
resurrección de Jesucristo. Ciertamente, esto no nos ahorrará los esfuerzos y
los momentos de desorientación. Pero nos acompaña como un Viviente que cuida de
nosotros, para que nosotros podamos acompañar a aquellos con quienes hacemos el
camino de la vida y a aquellos cansados y agobiados que se quedan al borde del
camino. Acompañar simplemente para decir una palabra de confianza en la
misteriosa presencia de Dios con nosotros y en las nuevas oportunidades y
posibilidades de vida que siempre nos ofrece.
Fr. Javier Carballo, O.P.
Convento de S. Blas. MM.Dominicas. Lerma |
MISTERIOS GLORIOSOS
Primer
misterio: La Resurrección del Señor
“Jesucristo
transformará nuestro cuerpo humilde, según de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo”. (Fil. 3, 21).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Segundo Misterio: La Ascensión
a los cielos
“Jesucristo,
a quien se sometieron ángeles, autoridades y poderes, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios.” (1 Pe. 3, 22)
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Tercer
Misterio: La venida del Espíritu Santo
“¿No sabéis
que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? El templo de Dios es santo; ese templo sois
vosotros”. (1 Cor. 3, 16-17)
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Cuarto
Misterio: La Asunción de María
“Es cosa que ya sabemos: Si se destruye este nuestro tabernáculo terreno,
tenemos un sólido edificio construido por Dios, una casa que no ha sido
levantada por mano de hombre y que tiene duración
eterna en los cielos”. (II Cor. 5, 1).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Quinto
Misterio: La Coronación de Nuestra Señora
“En la
eternidad, coronada, celebrará su
triunfo, por haber vencido sin tacha en los combates (Sab. 4,2).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Oración a María
Te doy gracias, María, por ser una mujer.
Gracias por haber sido mujer como mi madre,
y por haberlo sido en un tiempo
en el que ser mujer era como no ser nada.
Gracias porque cuando todos te consideraban una mujer de nada, tú fuiste todo,
todo lo que un ser humano puede ser y mucho más,
la plenitud del hombre, una vida completa.
Gracias por haber sido una mujer libre y liberada,
la mujer más libre y liberada de toda la historia,
la única mujer liberada y libre de la historia,
porque fuiste la única no atada al pecado,
la única no uncida a la vulgaridad,
la única que nunca fue mediocre,
la única verdaderamente llena de gracia y de vida.
Gracias porque estuviste llena de gracia, porque estabas llena de vida,
estuviste llena de vida porque habías sido llenada de gracia y de vida.
Gracias porque supiste encontrar la libertad siendo esclava,
aceptando la única esclavitud que libera, la esclavitud de Dios,
y nunca te enzarzaste en todas las otras esclavitudes que a nosotros nos atan.
Porque al llegar el ángel te atreviste a preferir su misión a tu comodidad,
porque aceptaste tu misión, sabiendo que era cuesta arriba,
una cuesta arriba que terminaba en un Calvario.
Gracias porque fuiste valiente, gracias por no tener miedo,
gracias por fiarte del Dios que te estaba llenando,
del Dios que venía no a quitarte nada, sino a hacerte más mujer.
Gracias por haber sido la mujer más entera que ha existido,
y gracias sobre todo por haber sido la única mujer de toda la historia
que volvió entera a los brazos de Dios.
Gracias por seguir siendo madre y mujer en el cielo,
por no cansarte de cuidar de tus hijos de ahora.
Gracias por haber sido mujer como mi madre,
y por haberlo sido en un tiempo
en el que ser mujer era como no ser nada.
Gracias porque cuando todos te consideraban una mujer de nada, tú fuiste todo,
todo lo que un ser humano puede ser y mucho más,
la plenitud del hombre, una vida completa.
Gracias por haber sido una mujer libre y liberada,
la mujer más libre y liberada de toda la historia,
la única mujer liberada y libre de la historia,
porque fuiste la única no atada al pecado,
la única no uncida a la vulgaridad,
la única que nunca fue mediocre,
la única verdaderamente llena de gracia y de vida.
Gracias porque estuviste llena de gracia, porque estabas llena de vida,
estuviste llena de vida porque habías sido llenada de gracia y de vida.
Gracias porque supiste encontrar la libertad siendo esclava,
aceptando la única esclavitud que libera, la esclavitud de Dios,
y nunca te enzarzaste en todas las otras esclavitudes que a nosotros nos atan.
Porque al llegar el ángel te atreviste a preferir su misión a tu comodidad,
porque aceptaste tu misión, sabiendo que era cuesta arriba,
una cuesta arriba que terminaba en un Calvario.
Gracias porque fuiste valiente, gracias por no tener miedo,
gracias por fiarte del Dios que te estaba llenando,
del Dios que venía no a quitarte nada, sino a hacerte más mujer.
Gracias por haber sido la mujer más entera que ha existido,
y gracias sobre todo por haber sido la única mujer de toda la historia
que volvió entera a los brazos de Dios.
Gracias por seguir siendo madre y mujer en el cielo,
por no cansarte de cuidar de tus hijos de ahora.
(José Luis Martín Descalzo)
Libro sobre María:
“MARIA DE NAZARET”
Autor:
José Luis Martín Descalzo
Editorial: EDIBESA
María en la música:
"AVE MARÍA". Maite López