Eran
niños. María les enseñó a ser santos
Francisco y Jacinta Marto, los pastorcillos que
vieron a la Virgen en Fátima, fueron canonizados por el Papa hace tres años.
Leer el testimonio que de ellos ha escrito su prima Lucía, la tercera vidente y
ahora anciana monja carmelita en Portugal, es quedar estupefacto. Parece increíble
que a esas edades (10 años tenía Francisco cuando murió, 9 años su hermana) se
pueda asimilar tan a fondo el misterio de Dios y de la Cruz. Son ambos la
delicada obra del Espíritu de Dios a través de la Santísima Virgen María y del
rezo del Rosario. Sus vidas son, por tanto, una espléndida alabanza a la Madre
del Señor y un hermoso estímulo para vivir la relación con ella, sobre todo a
través de ese sencillo instrumento de piedad.
Francisco era de temperamento más bien retraído, y
con frecuencia se ocultaba de sus compañeras de juegos para pensar, como él
decía, en la tristeza de nuestro Señor, ofendido por tantos pecados. Vivió en
muy poco tiempo una extraordinaria experiencia mística. Su “carisma” propio
consistió principalmente en percibir ese misterio de la “tristeza de Dios”, a
quien él quiere consolar a toda costa, aceptando con ese fin todos los
sufrimientos que en su corta vida pudo encajar. En su última enfermedad le
preguntaban: “¿Sufres mucho, Francisco?”. Y él respondía: “Bastante, pero no
importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor”.
La teología proclama que Dios es impasible. Nunca
ha podido explicar el sufrimiento de Dios, aun reconociendo que no es
indiferente al daño que causa en sus hijos el pecado. Los místicos, en cambio,
en sintonía con el sentir que revelan muchos pasajes de la Escritura, lo han
intuido y vivido. Francisco es uno de los casos más relevantes. Su hermana lo
acompaña en una experiencia similar.
Lucía ha destacado la diferente espiritualidad de
sus dos primos, aunque unidos en el rezo del Rosario: “Así como Jacinta parecía
preocupada con el único pensamiento de convertir pecadores y librar almas del
infierno, él parecía pensar únicamente en consolar a Nuestro Señor y a Nuestra
Señora, quienes le había parecido que estaban tristes”. Si, pues, Francisco
vive ante todo la dimensión reparadora de la cruz, afectado en sus carnes por
el “dolor de Dios”, Jacinta vive más bien su vertiente redentora: sufre –¡y
hasta qué punto!- por la conversión de los pecadores y para evitarles el
infierno, cuya visión la había horrorizado en una de las apariciones de la
Virgen. Asumió en su corta vida y en su enfermedad mortal, el dolor que
percibió en el Corazón Inmaculado de María a causa del pecado humano.
Dos maravillosos ejemplos de heroísmo cristiano en
dos almas infantiles tocadas por el encuentro transformador con la Madre de
Dios, “la Señora del Rosario”.
Fr. Emilio García Álvarez, OP
Virgen del Rosario de Fátima |
MISTERIOS GLORIOSOS
Primer
misterio: La Resurrección del Señor
“Si hemos
quedado incorporados a Cristo por una muerte como la suya, lo estaremos también
por una resurrección como la suya”. (Rom.
6, 5).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Segundo Misterio: La Ascensión
a los cielos
“Después de
hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y
se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por
todas partes” (Mc.16, 19-20).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Tercer
Misterio: La venida del Espíritu Santo
“Los que se
dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de dios. Habéis recibido, no un espíritu de
esclavitud, para recaer en el amor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que
nos hace gritar: ¡Abba! (¡Padre!)”. (Rom- 8, 14-15).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Cuarto
Misterio: La Asunción de María
“Si por Adán murieron todos, por Cristo todos
volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto”. (1Cor. 15, 22-23).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Quinto
Misterio: La coronación de la Virgen María
“Apareció
una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por
pedestal, coronada con doce
estrellas”. (Ap. 12,1).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Oración a la Virgen del Rosario de Fátima
¡Oh clemente, oh piadosa,
Oh dulce Virgen María,
Reina del Rosario de Fátima!
Haz que sigamos el ejemplo de los beatos Francisco y Jacinta,
y de todos los que se entregan al anuncio del Evangelio.
Recorreremos, así, todas las rutas,
seremos peregrinos de todos los caminos,
derribaremos todos los muros
y superaremos todas las fronteras,
yendo a todas las periferias,
para revelar allí la justicia y la paz de Dios.
Seremos, con la alegría del Evangelio, la Iglesia vestida de blanco,
de un candor blanqueado en la sangre del Cordero
derramada también hoy en todas
las guerras
que destruyen el mundo en que vivimos.
Y así seremos, como tú, imagen de la columna refulgente
que ilumina los caminos del mundo,
manifestando a todos que Dios existe,
que Dios está,
que dios habita en medio de su pueblo,
ayer, hoy y por toda la eternidad.
(Francisco)
Libro sobre María:
“LA VIRGEN DE FÁTIMA"
Autor:
Casimir Barthas
Editorial:
Rialp