miércoles, 13 de mayo de 2020

María enseña a ser santos.

Eran niños. María les enseñó a ser santos
Francisco y Jacinta Marto, los pastorcillos que vieron a la Virgen en Fátima, fueron canonizados por el Papa hace tres años. Leer el testimonio que de ellos ha escrito su prima Lucía, la tercera vidente y ahora anciana monja carmelita en Portugal, es quedar estupefacto. Parece increíble que a esas edades (10 años tenía Francisco cuando murió, 9 años su hermana) se pueda asimilar tan a fondo el misterio de Dios y de la Cruz. Son ambos la delicada obra del Espíritu de Dios a través de la Santísima Virgen María y del rezo del Rosario. Sus vidas son, por tanto, una espléndida alabanza a la Madre del Señor y un hermoso estímulo para vivir la relación con ella, sobre todo a través de ese sencillo instrumento de piedad.
Francisco era de temperamento más bien retraído, y con frecuencia se ocultaba de sus compañeras de juegos para pensar, como él decía, en la tristeza de nuestro Señor, ofendido por tantos pecados. Vivió en muy poco tiempo una extraordinaria experiencia mística. Su “carisma” propio consistió principalmente en percibir ese misterio de la “tristeza de Dios”, a quien él quiere consolar a toda costa, aceptando con ese fin todos los sufrimientos que en su corta vida pudo encajar. En su última enfermedad le preguntaban: “¿Sufres mucho, Francisco?”. Y él respondía: “Bastante, pero no importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor”.
La teología proclama que Dios es impasible. Nunca ha podido explicar el sufrimiento de Dios, aun reconociendo que no es indiferente al daño que causa en sus hijos el pecado. Los místicos, en cambio, en sintonía con el sentir que revelan muchos pasajes de la Escritura, lo han intuido y vivido. Francisco es uno de los casos más relevantes. Su hermana lo acompaña en una experiencia similar.
Lucía ha destacado la diferente espiritualidad de sus dos primos, aunque unidos en el rezo del Rosario: “Así como Jacinta parecía preocupada con el único pensamiento de convertir pecadores y librar almas del infierno, él parecía pensar únicamente en consolar a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, quienes le había parecido que estaban tristes”. Si, pues, Francisco vive ante todo la dimensión reparadora de la cruz, afectado en sus carnes por el “dolor de Dios”, Jacinta vive más bien su vertiente redentora: sufre –¡y hasta qué punto!- por la conversión de los pecadores y para evitarles el infierno, cuya visión la había horrorizado en una de las apariciones de la Virgen. Asumió en su corta vida y en su enfermedad mortal, el dolor que percibió en el Corazón Inmaculado de María a causa del pecado humano.
Dos maravillosos ejemplos de heroísmo cristiano en dos almas infantiles tocadas por el encuentro transformador con la Madre de Dios, “la Señora del Rosario”.
Fr. Emilio García Álvarez, OP
 
Virgen del Rosario de Fátima
 
MISTERIOS GLORIOSOS

Primer misterio: La Resurrección del Señor
“Si hemos quedado incorporados a Cristo por una muerte como la suya, lo estaremos también por una resurrección como la suya”. (Rom. 6, 5).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Segundo Misterio: La Ascensión a los cielos
“Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes” (Mc.16, 19-20).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Tercer Misterio: La venida del Espíritu Santo
“Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el amor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (¡Padre!)”. (Rom- 8, 14-15).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Cuarto Misterio: La Asunción de María
“Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto”. (1Cor. 15, 22-23).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Quinto Misterio: La coronación de la Virgen María
“Apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas”. (Ap. 12,1).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
  

Oración a la Virgen del Rosario de Fátima

¡Oh clemente, oh piadosa,
Oh dulce Virgen María,
Reina del Rosario de Fátima!
Haz que sigamos el ejemplo de los beatos Francisco y Jacinta,
y de todos los que se entregan al anuncio del Evangelio.

Recorreremos, así, todas las rutas,
seremos peregrinos de todos los caminos,
derribaremos todos los muros
y superaremos todas las fronteras,
yendo a todas las periferias,
para revelar allí la justicia y la paz de Dios.

Seremos, con la alegría del Evangelio, la Iglesia vestida de blanco,
de un candor blanqueado en la sangre del Cordero
derramada también hoy en  todas las guerras
que destruyen el mundo en que vivimos.

Y así seremos, como tú, imagen de la columna refulgente
que ilumina los caminos del mundo,
manifestando a todos que Dios existe,
que Dios está,
que dios habita en medio de su pueblo,
ayer, hoy y por toda la eternidad.

 (Francisco)
 
 
Libro sobre María:
 
“LA VIRGEN DE FÁTIMA"
Autor:  Casimir Barthas
Editorial: Rialp