María,
mujer de relación interpersonal: La Visitación de María a su prima Santa Isabel
El 31 de mayo de 1999, la Visitación de la Virgen
María, entré en el Monasterio de la Santa Cruz en Vitoria-Gasteiz. Allí, las
dominicas contemplativas me acogieron con gran alegría, pues era una posible
vocación… De eso hace veintiún años, y aquí sigo.
Elegí una fecha clave para un SÍ importante: Ella,
María, no podía faltar en ese momento tan señalado de mi vida.
Precisamente, en este año, ese día cae en la
Solemnidad de Pentecostés, pero conviene recordar que la Virgen también estuvo
en Pentecostés (de eso no hay duda).
En este texto de Lc 1, 39-59, María nos deja
boquiabiertos: la sencilla, la humilde, la que parece que no dice nada, nos
hace un gran regalo, una oración incomparable a nuestro Padre Dios, el
Magníficat.
Si en algún momento de nuestras vidas sufrimos un
shock superior a nuestras fuerzas, en este canto de María encontramos un
remedio eficaz.
Hace unos años, en medio de una crisis muy fuerte,
cuando creía que no sería capaz de levantar cabeza, ante una situación acaecida
por mi debilidad, que en palabras de San Pablo es como un aguijón que no puedes
arrancar, un sacerdote me invitó, después de confesar mi pecado, a hincar mi
rodilla y rezar con el Magníficat. De pronto, sentí un alivio en mi interior.
Ella estaba ahí, rompiendo la soledad que se había instalado en mi corazón,
pues participaba de mi sufrimiento.
En estos tiempos, parece que todos andamos
pendientes del whatsapp, a ver quién nos dice algo, huyendo de estar solos. Nos
olvidamos de que nuestra Madre siempre está esperando que la llamemos; quizás,
si se entera de lo que nos pasa, correrá presurosa, como lo hizo para
visitar a su prima Isabel. ¿Os es que, acaso, infravaloramos a nuestras madres?
Ya cansa escuchar hablar del Rosario como una
oración de papagayos, una oración trasnochada o de monjas (“monjitas”, como
dicen algunos). Pues sí, somos unas papagayas contemplativas (¡está de moda ser
animalista!). Lo somos porque nos sentimos agradecidas, bendecidas, alegres,
necesitadas de la intercesión de nuestra Madre.
Para algunas personas, el hecho de que María
engendrara a su Hijo por obra del Espíritu Santo no es muy creíble. Yo, con
respeto, me acerco a todos ellos y les pregunto: “¿Acaso es creíble que un
virus, invisible, “el tal COVID-19”, nos haya llevado a esta situación límite e
incluso que haya otros muchos que ya ni siquiera pueden contarlo? Hay muchos
más misterios de lo que pensamos a nuestro alrededor.
Demos gracias a Dios por haber creado a esta
criatura tan como nosotros y a la cual nos podemos parecer pues no ha firmado
ningún copyright.
Precisamente hoy, al rezar los misterios gozosos,
ELLA ES NUESTRO MAGNIFICAT, “NUESTRA ALABANZA PLENA A DIOS”, NUESTRA MADRE.
Sor Carmela Fernández Salmerón, OP
MISTERIOS GOZOSOS
Primer
misterio: La Encarnación del Hijo de Dios
“Alégrate,
María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás
a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.” (Lc. 1, 20. 30-31).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Segundo Misterio: La Visitación
de María a Isabel
“María se
puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá, entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel.” (Lc. 1, 39-40).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Tercer
Misterio: El Nacimiento de Jesús
“Mientras
estaban en Belén, le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su Hijo
primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían
sitio en la posada.” (Lc. 2, y 7).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Cuarto
Misterio: La Presentación de Jesús en el Templo
“Los padres
de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo
con lo escrito en la ley del Señor. Simeón lo tomó en brazos y dijo: “Ahora,
Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos
han visto a tu Salvador”. (Lc. 2, 22-40).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Quinto
Misterio: El Niño Jesús perdido y hallado en el templo
“Los padres
de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús
cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó,
se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus
padres”. (Lc 2, 41-43).
Padrenuestro,
10 avemarías, Gloria.
Oración a María
Oh, María, Madre de Dios y Madre nuestra:
Enséñanos a aceptar la voluntad de Dios,
con el Espíritu de la Anunciación.
Visítanos en nuestras necesidades,
como visitaste a Isabel.
Engéndranos a la gracia,
como engendraste a Jesús en la carne.
Preséntanos a Dios Padre,
como hijos de Él e hijos tuyos.
Haz que nos perdamos un tiempo, cada día,
en comunicarnos con Dios, para que,
a ejemplo de tu Hijo, Jesús,
tengamos, como alimento, dejar que Dios
pueda actuar su providencial plan de salvación
sobre cada uno de nosotros. Amén.
(Ricardo Cuadrado Tapia, OP)
Libro sobre María:
“¡BIENAVENTURADA!”
Editorial: BAC
María en la música:
"MARÍA, PEQUEÑA MARÍA". Kiko Argüello