miércoles, 27 de mayo de 2020

María, la Virgen orante. El Magníficat

María, la Virgen orante. El Magníficat

La contemplación de María se alimentó siempre con la Palabra de Dios. El Magníficat es fruto y expresión de esta contemplación.
Muchas veces confundimos la contemplación con la distracción o con un temperamento retraído. Pero el contemplativo, de ninguna manera es aquel que está siempre fuera de la realidad; por el contrario, el contemplativo es profundamente realista. María en las bodas de Caná es la primera en darse cuenta de lo que ocurre: “No tienen vino”. María en ese momento no dice: “Tomemos los Salmos y cantemos”. Es realista, sabe entrar en el corazón preocupado de aquellos jóvenes porque es profundamente contemplativa.
Toda la vida de Nuestra Señora estuvo envuelta en la contemplación: “María, por su parte, guardaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón”. Todo lo que María iba viviendo alimentaba gozosamente su contemplación.
Esto nos enseña que nuestra contemplación, para que sea verdadera, tiene que estar constantemente alimentada por la Palabra de Dios, por la vida de la Iglesia y por el sufrimiento de los hombres. Viviremos una dimensión contemplativa en la medida en que vayamos guardando “todas estas cosas” en el corazón.
El Magníficat es la expresión del alma contemplativa de Nuestra Señora. Es la oración de un pobre que experimenta la grandeza de Dios y es testigo de sus prodigios; María sabe que el Mesías ha venido a habitar en Ella, pero no guarda esto para sí, porque la salvación es para todo el pueblo de Israel, de generación en generación.
También es la oración de la fidelidad y el canto de la universalidad.
El Magníficat es, ante todo, una oración contemplativa de glorificación, de alabanza y de júbilo por todo lo que Dios es y por todo lo que hace. En el Magníficat, María no pide nada, sólo glorifica y exulta de alegría. Así reconoce el plan de Dios realizado no sólo en Ella sino en todo el mundo.
El canto de María nos muestra que en Ella la contemplación es fruto de su fe, de su pobreza y de su oración. También nosotros viviremos en una dimensión verdaderamente contemplativa en la medida en que nuestra fe sea más firme y nuestra oración más constante. La contemplación de Nuestra Señora es también fruto de su atenta escucha de la palabra de Dios, no sólo de la que le fue dicha por el ángel, sino de la que va escuchando en el camino.
El Magníficat está ubicado después del saludo de Isabel, o sea, en un contexto de servicio. Sin duda, María permaneció allí sirviendo a su prima que la necesitaba. Nuestra contemplación, como la de María, también debe estar en el origen y en el término del servicio a los hermanos. Por eso, nuestra jornada debe ser vivida con una dimensión contemplativa.
Card. Eduardo Pironio
(Extractos del libro
“La humilde servidora del Señor”.
Publicaciones claretianas)





MISTERIOS GLORIOSOS

Primer misterio: La Resurrección del Señor
“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre (Jn.11, 25-26).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Segundo Misterio: La Ascensión a los cielos
“Mientras los bendecía, se separó de ellos subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante Él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría” (Lc.24, 51-52).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Tercer Misterio: La venida del Espíritu Santo
“Una vez que comían juntos les recomendó: No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días seréis bautizados con Espíritu Santo” (Hch. 1, 4-5).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Cuarto Misterio: La Asunción de María
“Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que este ser mortal  se revista de inmortalidad. Entonces se cumplirá la palabra escrita: “La muerte ha sido absorbida en la victoria”. (1 Cor. 15, 53-55).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
 Quinto Misterio: María, madre y reina
“En la celebración de la realeza de María se contempla a aquella que, sentada junto al Rey de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre” (“Marialis cultus” de S. Pablo VI).

Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.

Magníficat

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en un principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos,

AMEN.


Libro sobre María:

“LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN MARÍA”
Autor:  Romanus Cessario, OP
Editorial: Magnificat


María en la música:

"MAGNIFICAT DOMINICANO"
(versión inglesa)


Letra en castellano:

Alabar, mi alma se alegra en Dios.
Alabar, mi alma glorifica al Señor.
Él, que es poderoso,
Obras grandes ha hecho por mí,
se fijó en la sierva del Señor.

Magnificat, Magnificat,
Anima mea, dominum

Bendecir, bendecir al pueblo de Dios.
Bendecir, bendecir el nombre del Señor.
Todos los pueblos me dirán bendita:
se fijó en la sierva del Señor.

Predicar, predicar la palabra de Dios.
Predicar, predicar su verdad en la tierra.
Enséñanos a seguirle
y muéstranos su camino
porque santo es su nombre. Amén