María, la
mujer en la que se encarnan las virtudes teologales
María vive de las
virtudes teologales. Ellas configuran, interrelacionadas entre sí, su proyecto
de vida. En efecto, la esperanza se nutre de la paciencia y por ello no
desfallece ante el fracaso y, además, se alimenta principalmente de la humildad y de la fe para poder
fiarse de Dios incluso en la oscuridad.
La fe alimenta la esperanza y hace realidad
que el amor de Dios sea recibido y, a la vez, donado. Finalmente, el amor,
cimentado en la fe y en la esperanza, conlleva la exigencia apremiante de transformar
toda nuestra vida en un servicio al prójimo, inseparablemente del servicio y
entrega confiada al mismo Dios.
Tras la
Anunciación, María se pone en camino para servir a su prima Isabel. En este
gesto, tan sencillo como generoso, se expresa todo el programa que marcará la
vida de María: Ella es la sierva de Dios, no se pone a si misma como centro,
sino que deja espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el
servicio al prójimo. En otras palabras, se puede afirmar que María, como nadie,
ha dejado a Dios ser Dios en su vida y ha entendido como nadie cuál es el
primer mandamiento de la Ley de Dios para un cristiano: dejarse amar por Dios,
ser totalmente pobre de espíritu, ser anawin
de yahvé como quiere expresar la primera Bienaventuranza del Evangelio. Y
sólo cuando aparece el pobre, el cogido y transformado totalmente por el Señor,
el mundo se hace bueno, y la persona llega a desarrollar su grandeza y su
secreto más profundo.
María es grande
precisamente porque desea, siempre y en todo momento, enaltecer a Dios en lugar
de enaltecerse a sí misma. Ella es humilde, se sabe criatura, humus, es decir arcilla, en manos de su
Señor y Salvador. Se llama a sí misma y se muestra siempre como la sierva del
Señor (cf. Lc I, 38. 48). Es
consciente, siguiendo el mismo espíritu de las bienaventuranzas, de que sólo
siendo pobre y mansa de corazón contribuye a la obra de salvación del mundo
porque no son sus obras sino la iniciativa de Dios lo que obra milagros y
novedades. Ella sólo es instrumento, mediación en manos de su Señor.
Precisamente, por
ser mujer de amor, de caridad, es al mismo tiempo una mujer de esperanza.
Porque cree en las promesas de Dios, y espera la salvación de Israel, el ángel
puede presentarse a ella y llamarla y solicitar su libertad para ponerse al
servicio total de estas promesas divinas. Antes de encarnar en su seno al
Verbo, María lo había encarnado ya en su mente y en su corazón. Y, porque es
mujer de caridad y de esperanza, es también una mujer de fe: "¡Dichosa tú,
que has creído!", le dirá Isabel (Lc 1,45).
Gracias a María,
sencilla y humilde doncella de Nazaret, llegó el momento más importante de la
humanidad: la encarnación del Hijo, del Dios Amor. Y la historia de la
humanidad cobró entonces su centro y sentido más profundos, engendrándonos a ti
y a mi.
Fr. Miguel Ángel Medina,
O.P.
MISTERIOS DOLOROSOS
Primer misterio: La oración en Getsemaní
“Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a
sus discípulos: Sentáos aquí mientras voy a orar. Se llevó a Pedro, a Santiago
y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo: Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.” (Mc 14, 32-34).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Segundo Misterio: La Flagelación de Jesús
“Oculté mis espaldas
a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. No oculté
mi rostro a insultos y salivazos” (Is.50,6).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Tercer Misterio: La coronación de espinas
“Jesús salió afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les
dijo: Aquí lo tenéis. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias
gritaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo!” (Jn.19, 5-6).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Cuarto Misterio: Jesús con la Cruz a cuestas
“Tomaron a Jesús, y Él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado de la Calavera, que en
hebreo se dice Gólgota, donde lo crucificaron”.(Jn 19, 16-18).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Quinto Misterio: La crucifixión y muerte de Jesús
“Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Jesús dijo a uno de los
malhechores: Te lo aseguro: hoy estarás
conmigo en el paraíso”. (Lc.23, 34 y
43).
Padrenuestro, 10 avemarías, Gloria.
Oración a María
Oh María.
Tú resplandeces siempre en nuestro camino
como signo de salvación y esperanza.
Nosotros nos encomendamos a ti,
salud de los enfermos, que ante la Cruz
fuiste asociada al dolor de Jesús
manteniendo firme tu fe.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y a hacer lo que nos dirá Jesús,
que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos.
Y ha tomado sobre sí nuestros dolores
para llevarnos,
a través de la Cruz,
al gozo de la Resurrección.
Libro sobre María:
“MARIA, MUJER DE FE”
Autor:
Miguel Angel Mesa Bouzas
Editorial: San Pablo