LA REGENERACIÓN NOS HACE TESTIGOS DE VIDA Y ESPERANZA.
No había para ellos sitio en la posada (Lc2,7)
1.Volvamos a empezar desde “Belen”, y desde “Nazaret”, como María y José
Hoy, a las puertas de Navidad, contemplamos a María y a José como dos creyentes regenerados por Dios, que han sabido empezar, con sólo un pesebre y unos pañales, y con ellos convertirse en portadores de vida y esperanza para los pobres. Sí, tanto María como José, y después Jesús, optaron en sus vidas por las periferias, tanto geográficas como existenciales, para en ellas volver a nacer.
También la Iglesia y los cristianos, estamos llamados a anunciar la Buena Noticia a partir de las periferias, porque Jesús sigue manifestándose ahí, y va a buscar a los que ahí habitan. Los pobres, los enfermos, los hambrientos. Y por ello, nos dice el Papa en este Adviento: Volvamos a empezar desde Belén, volvamos a empezar desde Nazaret, como hizo la Santa Familia.
De hecho, el Hijo de Dios no eligió Jerusalén como lugar de su encarnación, sino Belén y Nazaret, dos pueblos periféricos, alejados del clamor de la crónica y del poder de la época. Jerusalén era la ciudad amada por el Señor, la ciudad santa, elegida por Dios para habitarla. Y donde vivían los maestros de la ley, los escribas y fariseos, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. Pero él quiso nacer en una periferia.
Por eso, la elección de Belén y Nazaret nos dice que la marginalidad es favorecida por Dios. Jesús nace en una periferia. El Señor actúa siempre a escondidas en las periferias. En particular, Jesús viene en busca de los pecadores, entra en sus casas, les habla, los llama. Viene a buscar a los que no hicieron el mal, sino que lo padecieron. Siempre hacia las periferias. Pero también va a buscar a los que no han hecho el mal pero lo han sufrido: los enfermos, los hambrientos, los pobres, los pequeños. Entre todos ellos estoy yo, como un ser regenerado por El.
Hoy también hay un centro y una periferia. Y la Iglesia sabe que está llamada a anunciar la buena noticia a partir de las periferias. José, que era un carpintero de Nazaret y que confía en el plan de Dios para su joven prometida y para él mismo, recuerda a la Iglesia que debe fijar su mirada en lo que el mundo ignora deliberadamente. Nos recuerda que debemos dar importancia a lo que otros descartan. En este sentido, es un verdadero maestro de lo esencial: nos recuerda que lo realmente valioso no llama nuestra atención, sino que requiere un paciente discernimiento para ser descubierto y valorado. (Papa Francisco)
2. La humildad necesaria, para ser testigos regenerados de vida/ esperanza
Todos esos sitios donde no somos acogidos o no acogemos a los demás, nos invitan a vivir nuestra periferia en una humildad que ofrezca regeneración, vida y esperanza.
a) El descubrimiento de la inseguridad. Ya no podemos mantener el sueño de la omnipotencia, ni el de la invulnerabilidad. Y descubrirlo nos hace sentir menos seguros que antes. Pero quizás también, más conscientes del mundo en el que nos toca vivir para transmitir vida y esperanza.
b) El descubrimiento de la comunidad. En el mundo nos hacemos falta. Empezamos a descubrir algunos aspectos de la comunidad: diversidad de funciones; la necesidad recíproca; la preocupación por el otro. La existencia de personas en situaciones de verdadera precariedad que requerían el acompañamiento, el apoyo a la atención de otro. Nos hemos reconocido más entrelazados de lo que pensábamos y quizás por ello, más regenerados
c) El descubrimiento de la fragilidad. Somos frágiles. No somos autosuficientes, ni vivimos en un mundo a prueba de catástrofes. Nos hemos enfrentado con la finitud con nuestra propia vulnerabilidad. La fragilidad no es el problema. El problema es creer que no necesitamos Regeneración.
d) El descubrimiento del valor de lo cotidiano. Nos comportábamos como dueños y señores de tiempo, vida y lugares. Ahora empezamos a valorar y agradecer lo que antes asumíamos como evidente. Lo pequeño también regenera.
e) El redescubrimiento de la finitud. No somos todopoderosos. Somos mortales. La finitud nos permite valorar el tiempo de que disponemos y nos obliga a elegir, sin engañarnos, la nueva vida de Dios.
f) El descubrimiento del largo plazo. Estamos aprendiendo a vivir el tiempo. El largo plazo se nos vuelve necesidad. Necesitamos recuperar la conciencia del tiempo, de la necesidad de posponer planes, de aplazar proyectos o de trabajar más a largo plazo, es una buena escuela, la del Evangelio
g) El descubrimiento del afecto cotidiano. Tenemos ganas de encontrarnos, de abrazarnos, de compartir risas. Porque nos regeneramos unidos y en comunión.
ANUNCIO DEL NACIMIENTO de Jesús, en la Periferia de Belén.
Ya era llegado el tiempo, en que de nacer había, así como desposado, de su tálamo salía, abrazado con su esposa, que en sus brazos la traía;
al cual la graciosa Madre en un pesebre ponía entre unos animales que a la sazón allí había.
Los hombres decían cantares, los ángeles melodía, festejando el desposorio que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre allí lloraba y gemía; que eran joyas que la esposa, al desposorio traía;
Y la Madre estaba en pasmo el que tal trueque veía: el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría;
lo cual del uno y del otro tan ajeno ser solía.
(San Juan de la Cruz)
ORACION desde nuestras periferias personales.
Señor Jesús, poco a poco, voy descubriendo que Tú, como tus padres, también elegiste la periferia para nacer y para vivir. Yo también tengo la mía, donde me siento tan inseguro y frágil, que veo que no hay nada firme en esta vida. Pero tu Palabra me dice: "No tengas miedo gusanillo mío. Yo soy tu salvador" (Is 41,14). Te siento aquí, en mi periferia. Contigo todo termina bien. Confiar en ti es mi mayor poder. "Fuerza mía, para ti cantaré. Porque Dios es mi protección, el Dios de mi amor" (Sal 59, 18).
Muchas veces, me traiciona la pobreza de mi mente limitada, y te imagino como un ser escondido y misterioso. Pero hoy descubro que es para hacerte a la medida de mi pobreza. Tu Presencia en las periferias, me dice que cuando nos dejamos habitar por ti, inmediatamente nos llenas de alegría. (Lc 15, 6. 23-24). Tú eres un Dios capaz de gritar y bailar de alegría (Sof 3, 17).
Dame tu luz, Señor, para que vuelva a descubrirte presente en los márgenes. Que tu gracia despierte una vez más la dulce alegría de tu amistad. Quiero caminar sumergido en tu amor, sostenido en tu gracia. Mi corazón es pobre y se cierra. Pero yo sé que tu amor poderoso puede derribar los muros de mi indiferencia, y, poco a poco, lo lograrás, Dios mío. Tu amor triunfará.
Fr. José Antonio Segovia, OP
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