Dibujo de Cirio Pascual, obra de Fr. Félix Hernández, OP |
RESURRECCIÓN Y TESTIMONIO
Estamos ya en la recta final de este Tiempo de Pascua desde Scala Coeli. Esta reflexión hace la nº 46. El Domingo pasado celebrábamos la Ascensión de Cristo Resucitado, pero convencidos, como nos dice el Evangelio, que no nos ha dejado solos, sigue con nosotros y nos ha dejado un recado: que nosotros, sus seguidores, lo hagamos visible con nuestro vivir cotidiano, como nos lo recuerda en las lecturas de hoy Jueves de la semana VII de Pascua. Y como nos lo recuerda también en la oración sacerdotal que pronunció en el discurso de la Última Cena y que leemos en el evangelio de hoy: “No sólo ruego por ellos, también por los que crean en mí por la palabra y obras de ellos”. Y una vez más nos insiste en la unión con Él y entre sí, como nos lo recordaba también hace tres domingos con la Parábola de la Vid: “Sin mí no podéis hacer nada”.
Está claro: que cuanto más dejemos que Cristo ilumine nuestro corazón, más descubriremos cómo actúa en nosotros, sentiremos más su amor y más lo daremos a conocer. Solo así podremos decir: He resucitado con Él
De ahí aquella plegaria de Annie Jonson Flint:
Cristo no tiene manos;
solo tiene las nuestras
para alargarlas al necesitado.
Cristo no tiene pies;
solo tiene los nuestros
para caminar con aquel que siempre está solo.
Cristo no tiene labios;
solo tiene los nuestros
para consolar al triste.
Cristo solo tiene nuestra ayuda
para ser portadores de su mensaje.
Nosotros somos la única Biblia
que la gente puede leer aún.
Fr. Mariano del Prado del Prado, OP
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