Cirio Pascual Parroquia Ntra. Sra. de la Encarnación - Marbella |
Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Les dice: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor”. Permanecer en su amor, dice Jesús, es: “guardar mis mandamientos”. Y Jesús los resume: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Nos ha amado, roto, desde la cruz, con amor incondicional y entrañas de madre.
El amor es fuente de alegría: “Os hablo de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud”.
El amor es el ingrediente que nos hace abiertos, cordiales, alegres, sencillos y amables. Es lo opuesto a un cristianismo triste, lleno de quejas, resentimientos, lamentos y desazón.
El amor es la clave del cristianismo, el corazón mismo de la fe cristiana, el criterio último para discernir su autenticidad: “Por el amor que os tengáis unos a otros, la gente conocerá que sois mis discípulos”.
Y es que el cristianismo no es sólo un asunto doctrinal, sino sobre todo un testimonio de amor. Al final, como dice San Juan de la Cruz: “seremos examinados en el amor”. Y la sentencia en el juicio final se dictará conforme a lo que hayamos hecho por los demás.
“Dios es amor” (1Jn 4,8b). Creados a imagen y semejanza de Dios, nuestro código genético, nuestro ADN, cada una de los 30 billones de células de nuestro cuerpo lleva impresa el sello indeleble del amor de Dios. Hemos sido diseñados para amar, creados para esa misión. Quien no ama es como un hueso dislocado, fuera de su sitio que, al no cumplir su misión, no sólo sufre él, sino también los demás miembros del cuerpo.
En mis años de misión en Taiwán, conocí a una religiosa china muy alegre. A sus 93 años seguía activa, entregada y servicial. Le pregunté: “Hermana, ¿pero…qué vitaminas tomas?” Mirándome a los ojos, con una sonrisa, me respondió: “A y D: Amor de Dios”
Oración:
Señor, hazme sentir tanto cuánto me amas, que mi vida sea un reflejo fiel de tu amor hacia todos los que me rodean.
Pablo Olmedo
[Misionero Claretiano]
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