Sto. Tomás de Aquino - Detalle del Retablo de Demidoff - National Gallery Londres |
“ … En el siglo XIII empieza a perfilarse una marcada
tendencia a afirmar la autonomía del orden temporal frente al sagrado y
espiritual, y consiguientemente del Estado frente a la Iglesia; en casi todas
las esferas de la vida y de la cultura se despierta el entusiasmo por los
valores terrenos y una atención nueva hacia la realidad del mundo,
emancipándose la razón de la hegemonía de la fe religiosa. Por otra parte, en
el mismo siglo, al propagarse las Órdenes mendicantes, cundía cada vez más un
vastísimo movimiento de renovación espiritual que, sacando inspiración y empuje
del amor a la pobreza y del celo evangelizador, logró que el pueblo cristiano
sintiese la apremiante necesidad de volver al verdadero y genuino espíritu
evangélico.
Santo Tomás,
situado en el centro del gran debate entre las dos culturas, la humana y la
sagrada, y atento a la evolución política, se hace cargo sin dificultad de la
nueva situación y distingue los “signos” de los principios universales de razón
y de fe con los que hay que confrontar las cosas humanas y discernir los
acontecimientos. Reconoce una cierta autonomía a los valores e instituciones de
este mundo, aunque afirma sin vacilación alguna la transcendencia y la
supremacía del fin último al que deben dirigirse y subordinarse todas las cosas
del mundo: el reino de Dios, que es a la vez el lugar de salvación del hombre y
el fundamento de su dignidad y libertad.
Esta postura
se encuadra dentro de la teoría general de las relaciones entre cultura y
religión, razón y fe; teoría que elaboró Santo Tomás atendiendo a los nuevos
problemas que surgían y a las nuevas exigencias que se manifestaban dentro del
ámbito filosófico y teológico en aquel momento de evolución sociocultural… “
“LUMEN ECCLESIAE”
CARTA DEL SUMO PONTIFICE PABLO VI
EN EL VII CENTENARIO DE LA MUERTE
DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
CARTA DEL SUMO PONTIFICE PABLO VI
EN EL VII CENTENARIO DE LA MUERTE
DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
20 de noviembre de 1974
El hombre,
¿tiene o no tiene libre albedrío?
En el hombre hay libre albedrío. De no ser así, inútiles serían
los consejos, las exhortaciones, los preceptos, las prohibiciones, los premios y
los castigos. Para demostrarlo, hay que tener presente que hay seres que obran
sin juicio previo alguno. Ejemplo: una piedra que cae de arriba; todos los
seres carentes de razón. Otros obran con un juicio previo, pero no libre.
Ejemplo: los animales; la oveja que ve venir al lobo juzga que debe huir de él,
pero lo hace con un juicio natural y no libre, ya que no juzga analíticamente,
sino con instinto natural. Así son los juicios de todos los animales. En
cambio, el hombre obra con juicio, puesto que, por su facultad cognoscitiva,
juzga sobre lo que debe evitar o buscar. Como quiera que este juicio no
proviene del instinto natural ante un caso concreto, sino de un análisis
racional, se concluye que obra por un juicio libre, pudiendo decidirse por
distintas cosas. Cuando se trata de algo contingente, la razón puede tomar direcciones
contrarias. Esto es comprobable en los silogismos dialécticos y en las
argumentaciones retóricas. Ahora bien, las acciones particulares son
contingentes, y, por lo tanto, el juicio de la razón sobre ellas puede seguir
diversas direcciones, sin estar determinado a una sola. Por lo tanto, es
necesario que el hombre tenga libre albedrío, por lo mismo que es racional.
Santo Tomás de Aquino
Suma de Teología, Parte I.
Cuestión
83, artículo 1.