Lc 24, 13-35
No comprendían nada. Tenían los ojos cegados por el dolor. Tanto se repetía la escena de la cruz que eran incapaces de ver más allá de ella. Le piden a un desconocido que se quede con ellos. Tiene algo especial. Sabe leer nuestra realidad de otra manera. Sabe escuchar, descalzarse como nosotros, darle un sentido a lo que nos pasa. Nos hace ver que el dolor, “siendo necesario”, no es el punto y final. En la fraternidad, en el pan compartido, en la palabra de amistad… El Resucitado nos sigue saliendo al encuentro. “¡Quédate!”. No nos dejes muy solos en el dolor. Ayúdanos a darle sentido a lo que vivimos. ¿Lo notas, sentado a tu mesa, andando tu camino, dando sentido a tus pasos?
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