Eres Tú de los muertos primogénito,
Tú el fruto, por la muerte ya maduro,
del árbol de la vida que no acaba,
del que hemos de comer si es que quisiéremos
de la segunda muerte vernos libres.
Pues Tú a la muerte, que es el fin, has hecho
principio y soberana de la vida,
la Muerte blanca envuelta en negro manto
y en caballo amarillo caballera;
la Muerte, emperadora de la Historia,
que segados los hombres nos encilla
con avaricia de conquistadora.
Hijo el Hombre es de Dios, y Dios del hombre
Hijo; ¡Tú, Cristo, con tu muerte has dado
finalidad humana al Universo
y fuiste Muerte de la muerte al fin!
(Miguel de Unamuno, “El Cristo de Velázquez”)
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