Jn 20, 11-18
Esa pregunta sólo puede hacerla alguien que nos ama. La tradición dice que María había llorado mucho, y que había derramado el perfume que tenía a los pies del Maestro. Lloró mucho, porque amó mucho. A veces lloramos porque creemos haber perdido algo valioso. María perdió a su Amado. Quizás, de vez en cuando, Dios se nos pierde un poco, para darnos la sorpresa de reencontrarlo mejor, más nuevo, más joven, más vivo… ¿Has perdido alguna vez a tu Señor? ¿No notas los caminos nuevos por los que Él te sale al encuentro? ¿Qué te hace hoy estar triste? ¡Vierte en el odre de Dios tus lágrimas! (Sal 56)
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