viernes, 4 de octubre de 2019

Octubre: Mes del Rosario y de las Misiones (viernes 4)

·        El Rosario:

El Rosario es una oración sencilla y para sencillos. No es una oración complicada y se acomoda, fácilmente, al carácter popular, “muy apta para alimentar y excitar, entre el pueblo, la piedad y toda suerte de virtudes (Benedicto XVI). Es para sencillos, personas que solamente son fuertes para sentir la necesidad de recurrir a Dios y a María, para poder ser felices y dichosas.
 

·        Viernes: Misterios Dolorosos.

o   Segundo Misterio: La Flagelación de Jesús

“Todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decía: Haz de profeta. Y los criados le daban bofetadas”. “Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran”  (Mc 14, 65; Jn 19, 1).


o   Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.

·        Meditación  de S. Juan XXIII:


Contemplación :

             El misterio trae al recuerdo del suplicio despiadado de latigazos innumerables sobre los miembros santos e inmaculados del Señor.
              El hombre es cuerpo y alma. El cuerpo está sujeto a tentaciones humillantes. La voluntad, más débil aún, puede ser arrastrada fácilmente. Se hallará en el misterio una llamada a la penitencia saludable, que lo es porque implica y causa la verdadera salud del hombre, al ser higiene del vigor corporal y juntamente confortación en orden a la salvación espiritual.

Reflexión:
             De aquí se desprende una valiosa enseñanza para todos. No estaremos llamados al martirio sangriento; pero a la disciplina constante y a la diaria mortificación de las pasiones, sí. Por este medio, verdadero “via crucis” de cada día, inevitable, indispensable, que en ocasiones puede incluso llegar a ser heroico en sus exigencias, se llega paso a paso a una semejanza cada vez más estrecha con Jesucristo, a la participación en sus méritos, a la ablución por su sangre inmaculada de todo pecado en nosotros y en los demás. No se llega a esto por fáciles exaltaciones, fanatismo, ojalá inocente, jamás inofensivo.

 

·        Petición:

Señor, te damos gracias por tantos hombres y mujeres que dieron su vida por anunciar el evangelio a los pueblos que nunca habían oído hablar de Ti,

suscita también hoy vocaciones que anuncien con valentía el evangelio en las fronteras de la increencia o el desconocimiento.

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2019 (Continuación)

Bautizados y enviados:
la Iglesia de Cristo en misión en el mundo

Queridos hermanos y hermanas:


El destino universal de la salvación ofrecida por Dios en Jesucristo condujo a Benedicto XV a exigir la superación de toda clausura nacionalista y etnocéntrica, de toda mezcla del anuncio del Evangelio con las potencias coloniales, con sus intereses económicos y militares. En su Carta apostólica  Maximum illud, el Papa recordaba que la universalidad divina de la misión de la Iglesia exige la salida de una pertenencia exclusiva a la propia patria y a la propia etnia. La apertura de la cultura y de la comunidad a la novedad salvífica de Jesucristo requiere la superación de toda introversión étnica y eclesial impropia. También hoy la Iglesia sigue necesitando hombres y mujeres que, en virtud de su bautismo, respondan generosamente a la llamada a salir de su propia casa, su propia familia, su propia patria, su propia lengua, su propia Iglesia local. Ellos son enviados a las gentes en el mundo que aún no está transfigurado por los sacramentos de Jesucristo y de su santa Iglesia. Anunciando la Palabra de Dios, testimoniando el Evangelio y celebrando la vida del Espíritu llaman a la conversión, bautizan y ofrecen la salvación cristiana en el respeto de la libertad personal de cada uno, en diálogo con las culturas y las religiones de los pueblos donde son enviados. La missio ad gentes, siempre necesaria en la Iglesia, contribuye así de manera fundamental al proceso de conversión permanente de todos los cristianos. La fe en la pascua de Jesús, el envío eclesial bautismal, la salida geográfica y cultural de sí y del propio hogar, la necesidad de salvación del pecado y la liberación del mal personal y social exigen que la misión llegue hasta los últimos rincones de la tierra.