·
El Rosario:
Orar con el Rosario
es comprobar sensiblemente que con María es cierto que “todo va bien”. Estas
son las promesas que hizo la Virgen al dominico, beato Alano de Rupe, en favor
de los que son fieles al rezo del Rosario: “Todo
cuanto se pidiere por medio del Rosario se alcanzará prontamente” y “Quien rece diariamente mi Rosario recibirá
cualquier gracia que me pida”.
·
Viernes: Misterios Dolorosos.
o Primer misterio : La oración en
Getsemaní
“Jesús se apartó de los discípulos como un tiro de piedra,
y, puesto de rodillas, oraba diciendo Padre, si quieres, aparta de mí este
cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. En medio de su angustia
oraba con mayor insistencia” (cf. Lc 22, 39-42).
o
Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.
· Meditación :
Gracias Jesús, por
haber padecido la agonía por nosotros. Eran nuestros pecados los que llevabas. También,
nuestras angustias. Pensabas en aquellos para quienes tu sacrificio habrá sido
inútil. Haznos comprender el dolor que te causa el pecado.
Pero no te
encerraste en tu dolor, sino que te dirigiste al Padre: “Padre, si es posible, que se aleje
de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Y el
Padre envió a su ángel para aliviarte. Enséñanos Jesús, en todas nuestras
angustias y agonías, a no encerrarnos en el dolor, sino a dirigirnos como vos
al Padre y mantener el contacto con él. Te pedimos que consueles a todos los que
están angustiados.
·
Petición:
Señor
te ofrecemos este misterio por los pobres y por todos los que sufren,
para que los auxilies en sus necesidades,
aprendan a descubrir la dimensión reconciliadora del dolor y encuentren en
todos los miembros de la Iglesia un testimonio de amor solidario.
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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
PARA LA JORNADA MISIONERA MUNDIAL 2012
PARA LA JORNADA MISIONERA MUNDIAL 2012
“Llamados a hacer resplandecer la Palabra de verdad”
(Continuación)
…
La fe y el anuncio
El afán de predicar a
Cristo nos lleva a leer la historia para escudriñar los problemas, las
aspiraciones y las esperanzas de la humanidad, que Cristo debe curar, purificar
y llenar de su presencia. En efecto, su mensaje es siempre actual, se introduce
en el corazón de la historia y es capaz de dar una respuesta a las inquietudes
más profundas de cada ser humano. Por eso la Iglesia debe ser consciente, en
todas sus partes, de que “el inmenso horizonte de la misión de la Iglesia, la
complejidad de la situación actual, requieren hoy nuevas formas para poder
comunicar eficazmente la Palabra de Dios” (Benedicto XVI, Exhort. apostólica postsinodal
Verbum Domini, 97). Esto exige,
ante todo, una renovada adhesión de fe personal y comunitaria en el Evangelio
de Jesucristo, “en un momento de cambio profundo como el que la humanidad está
viviendo” (Carta apostólica Porta fidei, 8).
En efecto, uno de los
obstáculos para el impulso de la evangelización es la crisis de fe, no sólo en
el mundo occidental, sino en la mayoría de la humanidad que, no obstante, tiene
hambre y sed de Dios y debe ser invitada y conducida al pan de vida y al agua
viva, como la samaritana que llega al pozo de Jacob y conversa con Cristo. Como
relata el evangelista Juan, la historia de esta mujer es particularmente significativa
(cf. Jn 4,1-30): encuentra a
Jesús que le pide de beber, luego le habla de una agua nueva, capaz de saciar
la sed para siempre. La mujer al principio no entiende, se queda en el nivel
material, pero el Señor la guía lentamente a emprender un camino de fe que la
lleva a reconocerlo como el Mesías. A este respecto, dice san Agustín: “después
de haber acogido en el corazón a Cristo Señor, ¿qué otra cosa hubiera podido
hacer [esta mujer] si no dejar el cántaro y correr a anunciar la buena
noticia?” (In Ioannis Ev.,
15,30). El encuentro con Cristo como Persona viva, que colma la sed del
corazón, no puede dejar de llevar al deseo de compartir con otros el gozo de
esta presencia y de hacerla conocer, para que todos la puedan experimentar. Es
necesario renovar el entusiasmo de comunicar la fe para promover una nueva
evangelización de las comunidades y de los países de antigua tradición
cristiana, que están perdiendo la referencia de Dios, de forma que se pueda
redescubrir la alegría de creer. La preocupación de evangelizar nunca debe
quedar al margen de la actividad eclesial y de la vida personal del cristiano,
sino que ha de caracterizarla de manera destacada, consciente de ser
destinatario y, al mismo tiempo, misionero del Evangelio. El punto central del anuncio
sigue siendo el mismo: el Kerigma
de Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, el Kerigma del amor de Dios, absoluto y
total para cada hombre y para cada mujer, que culmina en el envío del Hijo
eterno y unigénito, el Señor Jesús, quien no rehusó compartir la pobreza de
nuestra naturaleza humana, amándola y rescatándola del pecado y de la muerte
mediante el ofrecimiento de sí mismo en la cruz.
En este designio de
amor realizado en Cristo, la fe en Dios es ante todo un don y un misterio que
hemos de acoger en el corazón y en la vida, y del cuál debemos estar siempre
agradecidos al Señor. Pero la fe es un don que se nos dado para ser compartido;
es un talento recibido para que dé fruto; es una luz que no debe quedar
escondida, sino iluminar toda la casa. Es el don más importante que se nos ha
dado en nuestra existencia y que no podemos guardarnos para nosotros mismos.
…