jueves, 3 de octubre de 2019

Octubre: Mes del Rosario y de las Misiones (jueves 3)

·        El Rosario:

El rosario es una oración para la familia/comunidad y en la familia/comunidad. La dimensión comunitaria del rosario es un elemento fundamental para celebrarlo y presenciarlo. Como subraya S. Pablo VI “no cabe duda de que el Rosario deber ser considerado como una de las más excelentes y eficaces oraciones comunes que la familia cristiana está invitada a rezar”.


·        Jueves: Misterios Luminosos.

o   Primer misterio: El Bautismo de Jesús.

“Fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posó sobre Él. Y vino una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto”(Mt 3, 13-17).

o   Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.

·        Meditación :

"...Misterio de luz es ante todo el Bautismo en el Jordán. En él, mientras Cristo, como inocente que se hace 'pecado' por nosotros (cf. 2 Co 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (cf. Mt 3, 17 par.), y el Espíritu desciende sobre Él para investirlo de la misión que le espera..." (Juan Pablo II, Rosarium Mariae Virginis, 21).

 

·        Petición:

Te pedimos por aquellas personas que buscan dar un sentido a sus vidas y se pierden entre las múltiples ofertas de nuestro mundo,

para que encuentren en Jesús el camino que lleva a la verdad y en nosotros la acogida y ayuda que necesitan.

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2019 (Continuación)


Bautizados y enviados:
la Iglesia de Cristo en misión en el mundo

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Esta vida se nos comunica en el bautismo, que nos da la fe en Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte, nos regenera a imagen y semejanza de Dios y nos introduce en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. En este sentido, el bautismo es realmente necesario para la salvación porque nos garantiza que somos hijos e hijas en la casa del Padre, siempre y en todas partes, nunca huérfanos, extranjeros o esclavos. Lo que en el cristiano es realidad sacramental —cuyo cumplimiento es la eucaristía—, permanece como vocación y destino para todo hombre y mujer que espera la conversión y la salvación. De hecho, el bautismo es cumplimiento de la promesa del don divino que hace al ser humano hijo en el Hijo. Somos hijos de nuestros padres naturales, pero en el bautismo se nos da la paternidad originaria y la maternidad verdadera: no puede tener a Dios como padre quien no tiene a la Iglesia como madre (cf. San Cipriano, La unidad de la Iglesia católica, 4).

Así, nuestra misión radica en la paternidad de Dios y en la maternidad de la Iglesia, porque el envío manifestado por Jesús en el mandato pascual es inherente al bautismo: como el Padre me ha enviado así también os envío yo, llenos del Espíritu Santo para la reconciliación del mundo (cf. Jn 20,19-23; Mt 28,16-20). Este envío compete al cristiano, para que a nadie le falte el anuncio de su vocación a hijo adoptivo, la certeza de su dignidad personal y del valor intrínseco de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. El secularismo creciente, cuando se hace rechazo positivo y cultural de la activa paternidad de Dios en nuestra historia, impide toda auténtica fraternidad universal, que se expresa en el respeto recíproco de la vida de cada uno. Sin el Dios de Jesucristo, toda diferencia se reduce a una amenaza infernal haciendo imposible cualquier acogida fraterna y la unidad fecunda del género humano.

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