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El Rosario:
El rosario es una
oración que nos ayuda a pedir debidamente lo que nos conviene (cf. Rm 8,26), y
a aceptar dócilmente la respuesta de Dios, que no siempre es como nosotros la
esperamos, pues sus pensamientos no son nuestros pensamientos, ni sus caminos
son nuestros caminos (cf. Is 55,8).
o Segundo
misterio: Jesús
en las Bodas de Caná
“Había
una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Faltó el vino, y
la madre de Jesús dijo a Jesús: No les queda vino.Luego dijo a los
sirvientes: Haced lo que él os diga…Así Jesús comenzó sus signos y
creció la fe de sus discípulos” (cf. Jn 2, 1-12).
o
Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.
· Meditación :
"...Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná (cf. Jn 2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente”. (Juan Pablo II, Rosarium Mariae Virginis, 21).
La presencia de Jesús en Caná manifiesta el proyecto salvífico de Dios con respecto al matrimonio. En esa perspectiva, la carencia de vino se puede interpretar como una alusión a la falta de amor, que lamentablemente es una amenaza que se cierne a menudo sobre la unión conyugal. María pide a Jesús que intervenga en favor de todos los esposos, a quienes sólo un amor fundado en Dios puede librar de los peligros de la infidelidad, de la incomprensión y de las divisiones. La gracia del sacramento ofrece a los esposos esta fuerza superior de amor, que puede robustecer su compromiso de fidelidad incluso en las circunstancias difíciles (Juan Pablo II).
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Petición:
Te
pedimos, Señor, por todos los Matrimonios, para que, en el amor mutuo y en la
fidelidad constante, sean en nuestra sociedad fermento de paz y unidad, así como testimonio y palabra viva en
medio de las realidades cotidianas de nuestro mundo.
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CARTA APOSTÓLICA MAXIMUM ILLUD
DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XV
SOBRE LA PROPAGACIÓN DE LA FE CATÓLICA
EN EL MUNDO ENTERO
(Continuación)
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III. COLABORACIÓN DE TODOS LOS FIELES
17. Urgidos por la caridad
78. Tiempo es ya de
dirigir nuestra palabra a todos aquellos que, por especial gracia del Señor
misericordioso, gozan de la verdadera fe y participan de los innumerables
beneficios que de ella dimanan.
79. En primer lugar
conviene que fijen su atención en aquella santa ley, por la que están obligados
a ayudar a las sagradas Misiones entre los no cristianos. Porque «mandó (Dios)
a cada uno de ellos el amor de su prójimo» (Eclo 17,12); mandamiento que urge con tanta mayor gravedad
cuanta mayor es la necesidad que pesa sobre el prójimo.
80. ¿Y qué clase de
hombres más acreedores a nuestra ayuda fraternal que los infieles, quienes,
desconocedores de Dios y presa de la ceguera y de las pasiones desordenadas,
yacen en la más abyecta servidumbre del demonio?
81. Por eso, cuantos
contribuyeren, en la medida de sus posibilidades, a llevarles la luz de la fe,
principalmente ayudando a la obra de los misioneros, habrán cumplido su deber
en cuestión tan importante y habrán agradecido a Dios de la manera más delicada
el beneficio de la fe.
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