·
El Rosario:
Por ser la paz un
don de Dios, se la tenemos que pedir para que, como buen Padre, nos la conceda.
Desde toda la tierra se tiene que levantar un fuerte y sincero clamor
implorando la paz. Y el Rosario se presenta como acertado y eficaz clamor para
atraer sobre la humanidad la verdadera paz. No se puede, pues, recitar el
Rosario sin sentirse implicados en un compromiso concreto de servir a la paz.
·
Domingo: Misterios Gloriosos.
o Primer misterio: La Resurrección del
Señor.
“Al alborear el primer día de la semana, fueron María la
Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Un ángel del Señor dijo a las
mujeres: Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús, el
crucificado. No está aquí. ¡Ha resucitado! Venid a ver el sitio donde yacía e
id aprisa a decir a sus discípulos: Ha resucitado” (cf. Mt 28, 1-8).
o
Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.
· Meditación de S. Juan XXIII:
Contemplación
Misterio de la muerte aceptada y vencida. La resurrección es
el mayor triunfo de Cristo, y, juntamente da la seguridad del triunfo de la
Santa Iglesia Católica, a pesar de las adversidades, a pesar las persecuciones;
ayer, en el pasado, mañana, en el porvenir. Es provechoso recordar que la
primera aparición de Jesucristo fue a las santas mujeres, que le fueron
familiares en su vida humilde, y estuvieron muy junto a Él en sus padecimientos
hasta el Calvario, comprendido el Calvario.
Reflexión
A la luz del misterio nuestra fe contempla vivientes, unidas
ya para siempre a Jesucristo resucitado, las almas que nos fueron más queridas,
de cuya familiaridad gozamos, cuyas penas compartimos. ¡Cómo se aviva en el
corazón, al calor del misterio de la resurrección, el recuerdo de nuestros
muertos! Recordados y favorecidos con el sufragio del sacrificio del Señor
crucificado y resucitado, toman parte aún en lo mejor de nuestra vida, la
oración y Jesucristo.
·
Petición:
Te
pedimos Señor por los gobernantes de las naciones, para que sean capaces de forjar
una paz con justicia y con perdón, para que de esta manera cesen los odios, los
deseos de venganza y el ansia de la destrucción.
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HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
en la
SANTA MISA DEL DIA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2019
(Comienzo)
Quisiera escoger tres
palabras de las lecturas que hemos escuchado: un sustantivo, un verbo y un
adjetivo. El sustantivo es el monte:
de esto habla Isaías, cuando profetiza acerca de un monte del Señor, más
elevado que las colinas, al que confluirán todas las naciones (cf. Is 2,2). El monte vuelve en el
Evangelio, ya que Jesús, después de su resurrección, indica a los discípulos,
como lugar de encuentro, un monte de Galilea, precisamente en Galilea, que está
habitada por muchos pueblos diferentes, la «Galilea de los gentiles» (cf. Mt 4,15). Entonces, pareciera que el
monte es el lugar donde a Dios le gusta dar cita a toda la humanidad. Es el
lugar del encuentro con nosotros, como muestra la Biblia, desde el Sinaí
pasando por el Carmelo, hasta llegar a Jesús, que proclamó las Bienaventuranzas
en la montaña, se transfiguró en el monte Tabor, dio su vida en el Calvario y ascendió
al cielo desde el monte de los Olivos. El monte, lugar de grandes encuentros
entre Dios y el hombre, es también el sitio donde Jesús pasa horas y horas en
oración (cf. Mc 6,46), uniendo
la tierra y el cielo; a nosotros, sus hermanos, con el Padre.
¿Qué significado tiene
para nosotros el monte? Que estamos llamados a acercarnos a Dios y a los demás:
a Dios, el Altísimo, en el silencio, en la oración, tomando distancia de las
habladurías y los chismes que contaminan. Pero también a los demás, que desde
el monte se ven en otra perspectiva, la de Dios que llama a todas las personas:
desde lo alto, los demás se ven en su conjunto y se descubre que la belleza
sólo se da en el conjunto. El monte nos recuerda que los hermanos y las
hermanas no se seleccionan, sino que se abrazan, con la mirada y, sobre todo,
con la vida. El monte une a Dios y a los hermanos en un único abrazo, el de la
oración. El monte nos hacer ir a lo alto, lejos de tantas cosas materiales que
pasan; nos invita a redescubrir lo esencial, lo que permanece: Dios y los
hermanos. La misión comienza en el monte: allí se descubre lo que cuenta. En el
corazón de este mes misionero, preguntémonos: ¿Qué es lo que cuenta para mí en
la vida? ¿Cuáles son las cumbres que deseo alcanzar?
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