·
El Rosario:
Orar con el Rosario
es ponerse en la presencia del Señor y a la escucha de su Palabra. Es orar como
María, que sabía escuchar todos los mensajes que, de muchas maneras y por muchos
medios y personas, su Padre Dios, le comunicaba. Al estar a la escucha, en
clave de filial abandono y amor, se siente la necesidad de estar totalmente
disponible a los planes de Dios.
·
Sábado: Misterios Gozosos.
o Segundo
Misterio: La Visitación de María a Isabel
“María se puso en camino y
fue aprisa a la montaña, y saludó a Isabel. Isabel dijo a voz en grito: ¡Bendita
tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Dichosa tú que has
creído. María dijo: Proclama mi alma la grandeza del Señor” (cf Lc
1, 39-56).
o
Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.
· Meditación :
En este Segundo Misterio
Gozoso María sube desde Nazaret a visitar a su prima Isabel, que vive en una
montaña de Judá (cf. Lc 1,39). Esta ascensión subraya el esfuerzo que María ha
de hacer para poder acompañar a su prima en los últimos meses de embarazo. Todo
ser humano ha de esforzarse para hacer el bien. El perezoso difícilmente
destaca como alguien caritativo. María, ascendiendo a la montaña de Judá, se
muestra como modelo de persona esforzada y generosa.
Si Cristo está encarnado
en tu vida, pronto te pondrás en camino hacia tus hermanos, hombres y mujeres,
para prodigarles amor; usarás el saludo para prodigar amor y hacer discípulos
de Jesús, y decirles: aquí estoy para amarte en gratuidad y para servirte en
todo aquello que necesites.
·
Petición:
Señor Jesús, te pedimos que instales en el mundo la
“cultura del saludo”,
para que los cristianos, al igual que hizo María, con
nuestro saludo alegre, pongamos ilusión, acogida, manos abiertas y ganas de
vivir en las personas sumergidas en tristezas y angustias.
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CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DEL CENTENARIO DE LA PROMULGACIÓN
DE LA CARTA APOSTÓLICA "MAXIMUM ILLUD"
SOBRE LA ACTIVIDAD DESARROLLADA
POR LOS MISIONEROS EN EL
MUNDO
(Final)
…
La Carta apostólica
Maximum illud
exhortó, con espíritu profético y franqueza evangélica, a salir de los confines
de las naciones para testimoniar la voluntad salvífica de Dios a través de la
misión universal de la Iglesia. Que la fecha ya cercana del centenario de esta
carta sea un estímulo para superar la tentación recurrente que se esconde en
toda clase de introversión eclesial, en la clausura autorreferencial en la
seguridad de los propios confines, en toda forma de pesimismo pastoral, en
cualquier nostalgia estéril del pasado, para abrirnos en cambio a la gozosa
novedad del Evangelio. También en nuestro tiempo, desgarrado por la tragedia de
las guerras y acechado por una triste voluntad de acentuar las diferencias y
fomentar los conflictos, la Buena Noticia de que en Jesús el perdón vence al
pecado, la vida derrota a la muerte y el amor gana al temor, llegue también con
ardor renovado a todos y les infunda confianza y esperanza.
Con estos
sentimientos, y acogiendo la propuesta de la Congregación para la Evangelización
de los Pueblos, convoco un mes misionero extraordinario en octubre de 2019, con
el fin de despertar aún más la conciencia misionera de la missio ad gentes y de
retomar con un nuevo impulso la transformación misionera de la vida y de la
pastoral. Nos podremos disponer para ello, también durante el mes misionero de
octubre del próximo año, para que todos los fieles lleven en su corazón el
anuncio del Evangelio y la conversión misionera y evangelizadora de las propias
comunidades; para que crezca el amor por la misión, que «es una pasión por
Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo».
A usted,
venerado Hermano, al Dicasterio que preside y a las Pontificias Obras
Misioneras confío la tarea de preparar este evento, especialmente a través de
una amplia sensibilización de las Iglesias particulares, de los Institutos de
vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, así como de las
asociaciones, los movimientos, las comunidades y otras realidades eclesiales.
Que el mes misionero extraordinario sea un tiempo de gracia intensa y fecunda
para promover iniciativas e intensificar de manera especial la oración —alma de
toda misión—, el anuncio del Evangelio, la reflexión bíblica y teológica sobre
la misión, las obras de caridad cristiana y las acciones concretas de
colaboración y de solidaridad entre las Iglesias, de modo que se avive el
entusiasmo misionero y nunca nos lo roben.
Vaticano,
22 de octubre de 2017
Domingo
XXIX del tiempo ordinario
Memoria de
san Juan Pablo II
Jornada
Misionera Mundial
Francisco