·
El Rosario:
Al rezar el Rosario también interviene activamente nuestro cuerpo,
pues debemos sostener con nuestra mano el rosario e ir pasando una a una las
cuentas a medida avanzamos en la oración. También interviene nuestra
respiración si dejamos que se acompase a la cadencia de la oración: lo cual es
un buen ejercicio contemplativo practicado sobre todo en la Iglesia Ortodoxa.
Asimismo, nuestro cuerpo participa en el Rosario cuando lo rezamos dando un paseo
por la calle, en el jardín de nuestra casa o en el claustro de nuestro
convento. En ese caso, es bueno que la oración marque el ritmo de nuestro
caminar.
·
Viernes: Misterios Dolorosos.
o Cuarto
Misterio: Jesús con la Cruz a cuestas
“Tomaron
a Jesús, y él, cargando con la Cruz, salió al sitio llamado de la Calavera”.
“Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y
lanzaban lamentos por él” (Jn 19, 16-17; Lc 23, 27).
o
Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.
· Meditación de S. Juan XXIII:
Contemplación
La
vida humana es un continuo caminar, largo y pesado. Siempre hacia arriba, por
la cuesta áspera, por los pasos marcados a todos en el monte. En este misterio
Jesucristo representa al género humano. ¡Ay, de nosotros si su cruz no fuera
para nosotros! El hombre, tentado de egoísmo o de dureza, sucumbiría en el
camino, tarde o temprano.
Reflexión
Contemplando a Jesucristo que sube al Calvario, aprendemos,
antes con el corazón que con la mente, a abrazarnos y besar la cruz, a llevarla
con generosidad, con alegría, según las palabras del Kempis: “En la cruz está
la salvación, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa contra los
enemigos, en ella la infusión de una suavidad soberana”.
·
Petición:
Señor,
te pedimos que nos ayudes a convertirnos
en “cireneos” de los misioneros, sosteniéndoles con nuestra oración y con todo
lo que necesiten y pueda estar a nuestro alcance el facilitárselo.
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CARTA APOSTÓLICA MAXIMUM ILLUD
DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XV
SOBRE LA PROPAGACIÓN DE LA FE CATÓLICA
EN EL MUNDO ENTERO
(Continuación)
…
18. La
oración
82. A tres se reducen
los géneros de ayuda a las Misiones, que los mismos misioneros no cesan de
encarecérnoslos. Es el primero, fácilmente asequible a todos, el de la oración
para pedir el favor de Dios. Porque, según hemos repetido ya varias veces, vana
y estéril ha de ser la labor del misionero si no la fecunda la gracia de Dios.
Así lo atestigua San Pablo: «Yo planté, Apolo regó; pero Dios es quien ha dado
el crecimiento»(1Cor 3,6).
83. Sabido es que el
único camino para lograr esta gracia es la humilde perseverancia de la oración,
porque «cualquier cosa, dice el Señor, que pidieren, se la dará mi Padre»(Mt 18,19). Ahora bien, si en materia
alguna, en ésta sin duda más que en otras, es imposible se frustre el efecto de
la oración, ya que no hay petición ni más excelente ni más del agrado del
Señor.
84. Así, pues, como
Moisés, cuando luchaban los israelitas contra Hamalec, levantaba sus brazos
suplicantes al cielo en la cumbre de la montaña, del mismo modo, mientras los
misioneros del Evangelio se fatigan en el cultivo de la viña del Señor, todos
los fieles cristianos deben ayudarles con sus oraciones.
85. Como, para este
efecto, hállase ya establecida la asociación llamada «Apostolado de la
Oración», queremos recomendarla aquí encarecidamente a todos los buenos cristianos,
deseando que ninguno deje de pertenecer a ella, para que así, si no de obra, al
menos por el celo participen de sus apostólicos trabajos.
…