lunes, 28 de octubre de 2019

Octubre: Mes del Rosario y de las Misiones (lunes 28)

·        El Rosario:

Rezar el Rosario es asistir a la “escuela del Evangelio”, vivenciar la Historia de la Salvación, aprender Mariología con María.

Orar con el Rosario es conectar con los planes amorosos de Dios Padre, descritos en el Evangelio, es recorrer el camino espiritual para anunciar y proclamar al mundo que Cristo es el Señor y Salvador.


·        Lunes: Misterios Gozosos.

o   Tercer Misterio: El Nacimiento de Jesús

“Mientras estaban en Belén, le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. Un ángel se apareció a unos pastores y les dijo: Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (cf. Lc 2, 1-14).

o   Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.

·        Meditación : 


Nacimiento, Navidad, es contemplar la alegría que es Cristo asomada al balcón de unos ojos niños; es descubrir a María como figura fundamental del Belén; es ver de primera mano que Dios se ha hecho hombre para que el hombre, por participación, llegue a ser Dios. Lo divino se ha humanizado para que lo humano se divinice en plenitud.

Navidad es hacer que Dios se siga encarnando en el mundo, en sus estructuras, en cada uno de los hombres y mujeres.

El simple hecho de contemplar un belén es un maravilloso ejercicio espiritual, pues nos purifica interiormente y suscita en nosotros una cierta consolación. Por eso nos gusta tanto hacerlo. Incluso hay personas que son capaces de estar horas haciendo cola en un gélido día de invierno para poder ver un belén.

Y esto mismo lo podemos experimentar cuando rezamos este misterio. Es cierto, hay algo de especial en él. Nuestro corazón se enternece al contemplarlo. Sentimos que nos impregnamos de la candidez del Niño Jesús y la pureza de su Madre. A menudo, incluso, nos gustaría que este misterio, en vez de diez Avemarías, tuviese muchas más, para que su gracia sanadora perdurase en nuestro corazón.


·        Petición:

Señor Jesús, Tú que al nacer has revelado la ternura de Dios al hombre,

Ayúdanos a prodigar a los demás: encantos, entrega, ilusión, comprensión y amor sin fronteras.


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ENCÍCLICA
PRINCEPS PASTORUM
DE SU SANTIDAD
JUAN XXIII
SOBRE EL APOSTOLADO MISIONERO
(Continuación)

Cuadragésimo aniversario de «Maximum illud»

2. Llena la mente de estos y otros dulces recuerdos, consciente nuestro ánimo de los grandes deberes que atañen al Supremo Pastor de la grey de Dios, deseamos, venerables hermanos —con ocasión del cuadragésimo aniversario de la memorable carta apostólica Maximum illud (cf. AAS 11 [1919] 440ss.) con la que nuestro predecesor, de piadosa memoria, Benedicto XV, dio nuevo y decisivo impulso a la acción misionera de la Iglesia—, hablaros sobre la necesidad y las esperanzas de la dilatación del Reino de Dios en aquella considerable parte del mundo, donde se desarrolla la preciosa labor de los Misioneros, que trabajan infatigablemente para que surjan nuevas comunidades cristianas exuberantes en saludables frutos.

Materia ésta sobre la que nuestros predecesores, Pío XI y Pío XII, de feliz recordación, han dado normas y exhortaciones muy oportunas por medio de encíclicas, que Nos mismo hemos querido «confirmar con nuestra autoridad y con igual caridad» en nuestra primera encíclica. Mas nunca se hará bastante para lograr que se realice plenamente el deseo del Divino Redentor, de que todas las ovejas formen parte de una sola grey bajo la guía de un solo Pastor (cf. Jn 10,16).

Visión misionera de conjunto

3. Cuando convertimos singularmente nuestra atención a los sobrenaturales intereses de la Iglesia en las tierras de Misión, donde todavía no ha llegado la luz del Evangelio, también se nos presentan regiones exuberantes en mieses, y otras en las que el trabajo de la viña del Señor resulta arduo en extremo, mientras no faltan las que conocen la violencia, porque la persecución y regímenes hostiles al nombre de Dios y de Cristo se afanan por ahogar la semilla de la palabra del Señor (cf. Mt 13,19). Doquier nos apremia la urgente necesidad de procurar la salud de las almas en la mejor forma posible; doquier surge la llamada "¡Ayudadnos!" (Hch 16,9) que llega a nuestros oídos. Así, pues, a todas estas innumerables regiones, fecundadas por la sangre y el sudor apostólico de los heroicos heraldos del Evangelio procedentes «de todas las naciones que hay bajo el cielo» (Ibíd., 2,5)), y en las que ya germinan ahora como floración y fruto de gracia apóstoles nativos, deseamos que les llegue nuestra afectuosa palabra, tanto de alabanza y de ánimo como de adoctrinamiento, alimentada por una gran esperanza que no teme ser confundida, porque está cimentada en la promesa infalible del Divino Maestro: «Mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos» (Mt 28,20). «Tened confianza; yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).