·
El Rosario:
Rezar el Rosario es
asistir a la “escuela del Evangelio”, vivenciar la Historia de la Salvación,
aprender Mariología con María.
Orar con el Rosario
es conectar con los planes amorosos de Dios Padre, descritos en el Evangelio,
es recorrer el camino espiritual para anunciar y proclamar al mundo que Cristo
es el Señor y Salvador.
·
Lunes: Misterios Gozosos.
o Tercer
Misterio: El Nacimiento de Jesús
“Mientras
estaban en Belén, le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su Hijo
primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían
sitio en la posada. Un ángel se apareció a unos pastores y les dijo: Hoy, en
la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (cf. Lc
2, 1-14).
o
Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.
· Meditación :
Nacimiento, Navidad, es contemplar la alegría que es
Cristo asomada al balcón de unos ojos niños; es descubrir a María como figura
fundamental del Belén; es ver de primera mano que Dios se ha hecho hombre para
que el hombre, por participación, llegue a ser Dios. Lo divino se ha humanizado
para que lo humano se divinice en plenitud.
Navidad es hacer que Dios se siga encarnando en el
mundo, en sus estructuras, en cada uno de los hombres y mujeres.
El simple hecho de contemplar un belén es un maravilloso ejercicio
espiritual, pues nos purifica interiormente y suscita en nosotros una cierta
consolación. Por eso nos gusta tanto hacerlo. Incluso hay personas que son
capaces de estar horas haciendo cola en un gélido día de invierno para poder
ver un belén.
Y esto mismo lo podemos experimentar cuando rezamos este misterio. Es
cierto, hay algo de especial en él. Nuestro corazón se enternece al
contemplarlo. Sentimos que nos impregnamos de la candidez del Niño Jesús y la
pureza de su Madre. A menudo, incluso, nos gustaría que este misterio, en vez
de diez Avemarías, tuviese muchas más, para que su gracia sanadora perdurase en
nuestro corazón.
·
Petición:
Señor Jesús, Tú que al nacer has revelado la
ternura de Dios al hombre,
Ayúdanos a prodigar a los demás: encantos, entrega,
ilusión, comprensión y amor sin fronteras.
----------------------------
ENCÍCLICA
PRINCEPS PASTORUM
DE SU SANTIDAD
JUAN XXIII
SOBRE EL APOSTOLADO MISIONERO
(Continuación)
Cuadragésimo aniversario de
«Maximum illud»
2. Llena la mente de estos y
otros dulces recuerdos, consciente nuestro ánimo de los grandes deberes que
atañen al Supremo Pastor de la grey de Dios, deseamos, venerables hermanos —con
ocasión del cuadragésimo aniversario de la memorable carta apostólica Maximum illud (cf. AAS 11 [1919]
440ss.) con la que nuestro predecesor, de piadosa memoria, Benedicto XV, dio
nuevo y decisivo impulso a la acción misionera de la Iglesia—, hablaros sobre
la necesidad y las esperanzas de la dilatación del Reino de Dios en aquella
considerable parte del mundo, donde se desarrolla la preciosa labor de los
Misioneros, que trabajan infatigablemente para que surjan nuevas comunidades
cristianas exuberantes en saludables frutos.
Materia ésta sobre la que
nuestros predecesores, Pío XI y Pío XII, de feliz recordación, han dado normas
y exhortaciones muy oportunas por medio de encíclicas, que Nos mismo hemos
querido «confirmar con nuestra autoridad y con igual caridad» en nuestra
primera encíclica. Mas nunca se hará bastante para lograr que se realice
plenamente el deseo del Divino Redentor, de que todas las ovejas formen parte
de una sola grey bajo la guía de un solo Pastor (cf. Jn 10,16).
Visión misionera de conjunto
3. Cuando convertimos
singularmente nuestra atención a los sobrenaturales intereses de la Iglesia en
las tierras de Misión, donde todavía no ha llegado la luz del Evangelio,
también se nos presentan regiones exuberantes en mieses, y otras en las que el
trabajo de la viña del Señor resulta arduo en extremo, mientras no faltan las
que conocen la violencia, porque la persecución y regímenes hostiles al nombre
de Dios y de Cristo se afanan por ahogar la semilla de la palabra del Señor
(cf. Mt 13,19). Doquier nos apremia la urgente necesidad de procurar la
salud de las almas en la mejor forma posible; doquier surge la llamada
"¡Ayudadnos!" (Hch 16,9) que llega a nuestros oídos. Así,
pues, a todas estas innumerables regiones, fecundadas por la sangre y el sudor
apostólico de los heroicos heraldos del Evangelio procedentes «de todas las
naciones que hay bajo el cielo» (Ibíd., 2,5)), y en las que ya germinan ahora
como floración y fruto de gracia apóstoles nativos, deseamos que les llegue
nuestra afectuosa palabra, tanto de alabanza y de ánimo como de
adoctrinamiento, alimentada por una gran esperanza que no teme ser confundida,
porque está cimentada en la promesa infalible del Divino Maestro: «Mirad que yo
estoy con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos» (Mt
28,20). «Tened confianza; yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).
…