·
El Rosario:
La plegaria del Rosario es la oración del hombre en favor del hombre. Es
la oración de la solidaridad humana, oración colegial de los redimidos a favor de
todos los hombres del mundo y de la historia, vivos y difuntos.
·
Martes: Misterios Dolorosos.
o Quinto Misterio: La crucifixión y muerte de Jesús
“Lo crucificaron a él y, con él, a otros dos, uno a
cada lado y Jesús en medio. Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre. Jesús, al
ver a su Madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su Madre: Mujer,
ahí tienes a tu hijo”(cf Jn. 19, 18-30).
o
Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.
· Meditación de S. Juan XXIII:
Contemplación
“La
vida y la muerte se abrazaron en un duelo sublime”. La vida y la muerte
representan los puntos clave y resolutivos del sacrificio de Cristo. Con su
sonrisa de Belén, que prende en los labios de todos los hombres en el alba de
su aparición sobre la tierra; y su deseo y último en la cruz, que unió al suyo
todos nuestros dolores para santificarlos, que expió todos nuestros pecados,
cancelándolos al fin, he ahí la vida de Jesús entrando en la nuestra. Y María
está junto a la cruz, como estuvo junto al Niño en Belén. Supliquémosle a ella
que es madre; pidámosle que también ella interceda por nosotros “ahora y en la
hora de nuestra muerte”.
Reflexión
Vida y muerte representan los dos puntos preciosos y orientadores del
sacrificio de Cristo: desde la sonrisa de Belén que quiere abrirse a todos los
hijos de los hombres en su primera aparición en la tierra, hasta el suspiro
final que recoge todos los dolores para santificarnos, todos los pecados para
borrarlos. Y María está junto a la cruz, como estaba junto al Niño de Belén.
La
vida humana es un continuo caminar, largo y pesado. Siempre hacia arriba, por
la cuesta áspera, por los pasos marcados a todos en el monte. En este misterio
Jesucristo representa al género humano. ¡Ay, de nosotros si su cruz no fuera
para nosotros! El hombre, tentado de egoísmo o de dureza, sucumbiría en el
camino, tarde o temprano.
·
Petición:
Señor,
te pedimos por todas las naciones y sus habitantes,
para que la paz de Cristo se extienda a toda
la familia humana, y los gobernantes sepan subordinar los intereses
particulares al bienestar de todos.
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CARTA APOSTÓLICA MAXIMUM ILLUD
DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XV
SOBRE LA PROPAGACIÓN DE LA FE CATÓLICA
EN EL MUNDO ENTERO
(Continuación)
CONCLUSIÓN
108. He aquí, venerables
hermanos, lo que he creído deber escribiros sobre la difusión del catolicismo
por toda la tierra.
109. Ahora bien: si cada uno
cumpliese con su obligación como es debido, lejos de la patria los misioneros y
en ella los demás fieles cristianos, abrigamos la confianza de que presto
tornarían las Misiones a reverdecer llenas de vida, repuestas ya de las
profundas y peligrosas heridas que les han ocasionado la guerra.
110. Y cual si repercutiese aún
en nuestros oídos aquella palabra del Señor: «¡Guía mar adentro!» (Lc
5,4)), dicha a San Pedro, a los ardorosos impulsos de nuestro corazón de padre,
sólo ansiamos conducir a la humanidad entera a los brazos de Jesucristo.
111. Porque la Iglesia siempre ha
de llevar entrañado en su ser el espíritu de Dios, rebosante de vida y
fecundidad; ni es posible que el celo de tantos varones, que han fecundado y
aún fecundan con sus sudores de apóstol las tierras por conquistar, carezca de
su fruto natural.
112. Tras ellos, inducidos sin
duda por su ejemplo, surgirán después nuevos escuadrones que, merced a la
caritativa munificencia de los buenos, engendrarán para Cristo una numerosa y
gozosa multitud de almas.
113. Secunde los anhelos de todos
la excelsa Madre de Dios y Reina de los Apóstoles, e impetre la difusión del
Espíritu Santo sobre los pregoneros de la fe.
114. Como augurio de tanta gracia
y en prenda de nuestro amor, os otorgamos a vosotros, venerables hermanos, y a
vuestro clero y pueblo, amantísimamente, la apostólica bendición.
Dado en Roma, en San Pedro, el 30
de noviembre de 1919, sexto año de nuestro pontificado.
BENEDICTUS PP. XV