·
El Rosario:
El Rosario es una oración contemplativa.
La contemplación de María es, ante todo, un recordar, una actualizar los
acontecimientos salvíficos, que tienen su culmen en el propio Cristo. Santa
Teresa de Jesús decía que “en el Rosario
he hallado los atractivos más dulces, más suaves, más eficaces y más poderosos
para unirme con Dios”.
· Martes: Misterios Dolorosos.
o Segundo
Misterio: La
Flagelación de Jesús
“Todos lo declararon reo de muerte.
Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le
decía: Haz de profeta.Y los ciados le daban bofetadas”. “Pilato tomó a
Jesús y mandó que lo azotaran” (Mc 14, 65; Jn 19, 1).
o
Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.
· Meditación :
Al
sufrimiento del espíritu, tristeza, angustia y soledad de Getsemaní, siguió el
dolor corporal y físico de la flagelación, en un contexto saturado de toda
clase de vejaciones y desprecios. Entre los romanos, al flagelado que había
sido condenado a muerte se le estimaba carente de todo derecho como persona y
de toda consideración como humano, y quedaba totalmente a merced de los
verdugos; a menudo se desmayaba bajo los golpes y no raramente perdía la vida.
Jesús aquella noche fue de Herodes a Pilato, acabó convertido en deshecho
humano, varón de dolores, como había escrito el profeta Isaías: «No tenía
apariencia ni presencia; lo vimos y no tenía aspecto que pudiésemos estimar.
Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias,
como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no lo tuvimos en
cuenta».
Aunque
los Evangelios no lo refieran expresamente, María, además de las referencias
que le darían las personas allegadas, pudo ver a su Hijo, maltrecho y
desfigurado, en alguno de sus traslados de unas a otras autoridades, y cuando
Pilato lo presentó ante la muchedumbre, y cuando ésta gritó que lo
crucificara... Tuvo que oír a Pilato que lo iba a castigar, que lo entregaba
para que lo azotaran..., y luego ver en qué había quedado el hijo de sus
entrañas. Sin duda, la espada de que le había hablado el anciano Simeón, le iba
atravesando el alma.
·
Petición:
Dios
de infinita bondad y de eterna justicia, que toleraste la pena dolorosa de la
flagelación de tu divino Hijo para que su sangre lavase las miserias de los
hombres;
imprime
en nosotros sentimientos de vivo dolor por nuestros pecados y confirma el
sincero propósito de repararlo generosa y sinceramente.
----------------------------
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
en la
SANTA MISA DEL DIA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2019
(Continuación)
Si el monte nos recuerda lo que cuenta —Dios y
los hermanos—, y el verbo subir cómo llegar, una tercera palabra resuena hoy
con mayor fuerza. Es el adjetivo todos,
que prevalece en las lecturas: «todas
las naciones», decía Isaías (2,2); «todos
los pueblos», hemos repetido en el salmo; Dios quiere «que todos los hombres se salven», escribe
Pablo (1 Tm 2,4); «id y haced
discípulos a todos los
pueblos», pide Jesús en el Evangelio (Mt
28,19). El Señor es obstinado al repetir este todos. Sabe que nosotros somos testarudos al repetir “mío” y
“nuestro”: mis cosas, nuestra gente, nuestra comunidad…, y Él no se cansa de
repetir: “todos”. Todos, porque ninguno está excluido de su corazón, de su salvación;
todos, para que nuestro corazón vaya más allá de las aduanas humanas, más allá
de los particularismos fundados en egoísmos que no agradan a Dios. Todos,
porque cada uno es un tesoro precioso y el sentido de la vida es dar a los
demás este tesoro. Esta es la misión: subir al monte a rezar por todos y bajar
del monte para hacerse don a todos.
Subir y bajar: el cristiano, por
tanto, está siempre en movimiento, en salida. De hecho, el imperativo de Jesús
en el Evangelio es id. Todos los días cruzamos a muchas
personas, pero —podemos preguntarnos— ¿vamos al encuentro de esas personas?
¿Hacemos nuestra la invitación de Jesús o nos quedamos en nuestros propios
asuntos? Todos esperan cosas de los demás, el cristiano va hacia los demás. El testigo de Jesús jamás busca ser
destinatario de un reconocimiento de los demás, sino que es él quien debe dar
amor al que no conoce al Señor. El testigo de Jesús va al encuentro de todos,
no sólo de los suyos, de su grupito. Jesús también te dice: “Ve, ¡no pierdas la
ocasión de testimoniar!”. Hermano, hermana: El Señor espera de ti ese
testimonio que nadie puede dar en tu lugar. «Ojalá puedas reconocer cuál es esa
palabra, ese mensaje de Jesús que Dios quiere decir al mundo con tu vida. […]
Así tu preciosa misión no se malogrará» (Exhort. apost. Gaudete et exsultate, 24).
…