miércoles, 23 de octubre de 2019

Octubre: Mes del Rosario y de las Misiones (miercoles 23)


·        El Rosario:

Para rezar el Rosario solamente necesitamos hacernos niños, con un corazón nuevo, para que movidos por el Espíritu, Jesús y María oren con nosotros, por nosotros y en nosotros para gloria de Dios. Para rezar el Rosario sólo hace falta tener un corazón, sin puertas, al amor de Dios.



·        Miércoles: Misterios Gloriosos.

o   Segundo Misterio: La Ascensión a los cielos

“Jesús dijo a sus discípulos: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.  “El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió a los cielos y se sentó a la derecha de Dios” (Mt 28, 20; Mc 16, 19).

o   Padrenuestro, 10 Avemarías y Gloria.

·        Meditación :

Gracias Jesús, por subir al cielo “a prepararnos sitio”. Ser cristiano es construir un nueva sociedad, haciendo discípulos de Jesús Resucitado.

No queramos “subir al cielo” sin antes haber dejado este mundo un poquito mejor que lo encontramos, sin haber participado en la construcción de la humanidad nueva, sin haber servido a Jesús, vivo y presente.

No queramos “subir al cielo” sin antes haber sentido en la tierra que Dios es Padre, Jesús, el mejor amigo, y María, la madre que nunca falla.

No queramos dejar este mundo, sin antes haber vivido un poco a tope el Evangelio de Jesús, y haberlo proclamado con palabras y obras.



·        Petición:

Señor, te pedimos por todos los hombres y mujeres de este mundo, para que fundados en la fuerza del amor, podamos edificar un mundo conforme a la dignidad de los “hijos/as de Dios”.


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HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
en la
SANTA MISA DEL DIA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2019
 (Final)

¿Qué instrucciones nos da el Señor para ir al encuentro de todos? Una sola, muy sencilla: haced discípulos. Pero, atención: discípulos suyos, no nuestros. La Iglesia anuncia bien sólo si vive como discípula. Y el discípulo sigue cada día al Maestro y comparte con los demás la alegría del discipulado. No conquistando, obligando, haciendo prosélitos, sino testimoniando, poniéndose en el mismo nivel, discípulos con los discípulos, ofreciendo con amor ese amor que hemos recibido. Esta es la misión: dar aire puro, de gran altitud, a quien vive inmerso en la contaminación del mundo; llevar a la tierra esa paz que nos llena de alegría cada vez que encontramos a Jesús en el monte, en la oración; mostrar con la vida e incluso con palabras que Dios ama a todos y no se cansa nunca de ninguno.

Queridos hermanos y hermanas: Cada uno de nosotros tiene, cada uno de nosotros “es una misión en esta tierra” (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 273). Estamos aquí para testimoniar, bendecir, consolar, levantar, transmitir la belleza de Jesús. Ánimo, ¡Él espera mucho de ti! El Señor tiene una especie de ansiedad por aquellos que aún no saben que son hijos amados del Padre, hermanos por los que ha dado la vida y el Espíritu Santo. ¿Quieres calmar la ansiedad de Jesús? Ve con amor hacia todos, porque tu vida es una misión preciosa: no es un peso que soportar, sino un don para ofrecer. Ánimo, sin miedo, ¡vayamos al encuentro de todos!