Jn 12, 44-50
Tan acostumbrados estamos a esta palabra, que ya no sabemos lo que significa. “Algo religioso”, podríamos decir. Llamamos Salvador a Jesús, pero apenas sabemos qué consecuencias tiene eso. Salvar es sacar del agua a quien se está ahogando. Salvar es curar a un moribundo con quien ya no se cuenta. Salvar es apostar por quien parece ya condenado. Salvar es educar a un niño, atender una ventanilla, conducir un autobús, preparar una comida. Salvar es lo que hace mucha gente, en su trabajo, en su casa, en la sociedad. Porque se puede vivir salvando, o condenando. Pero también se puede vivir escondiéndose, haciéndose indiferente. Y eso es quizás lo peor. El Resucitado sigue empeñado en salvar, en encontrar colaboradores en su obra de salvación. Piensa hoy: ¿A quién puedes ayudar a salvarse? ¿Cómo puedes evitar las condenas? ¿Cómo sentir la salvación de Dios a tu lado?
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