Tenemos cierta tentación a guardar las cosas importantes. Guardamos recuerdos en el corazón o en cajones, guardamos objetos que tienen valor. Y al volver sobre lo guardado, lo enriquecemos. Jesús pide guardar sus mandamientos. Que no son los diez de Moisés, sino sus acciones, sus palabras, sus bienaventuranzas. ¡Guardar su memoria! Esto no es un ejercicio de interiorismo o melancolía. Equivale a actuar. Amar al Resucitado, expresarle amor, es actuar como Él, empeñarse en sus obras, configurar la propia vida con la suya… Amar al Resucitado y comprometerse con la sociedad y los hermanos son la misma cosa. Y quien es capaz de hacer esto, está con Cristo y con el Padre. ¡Vive en su adentro la vida de Dios! Así de fácil se presenta la vida del cristiano...
Samaría era una tierra difícil. Ya lo fue para Jesús convencer a aquella mujer a la orilla del pozo… Tenían muchos prejuicios, sociales y religiosos. No a las normas, ni a las autoridades o jerarquías, no a las personas y lugares sagrados… Y Felipe supo llevar el Evangelio de Jesús, cuestionar sin hacer daño. Sencillamente con sus obras, las mismas que los samaritanos “habían oído y ahora estaban viendo”. Antes y ahora, no es la palabra, ni la norma, ni la organización lo que convence o atrae: son las obras de salvación que somos capaces de hacer. Es el amor a Cristo manifestado en “guardar sus mandamientos”.Y sin perder nada “la ciudad se llenó de alegría”.
Falta alegría en nuestras ciudades y casas. En nuestras comunidades. Esa que trae el Resucitado por medio de las obras humanas que concretan la salvación. Falta alegría en los evangelizadores, los nuevos Felipe. Faltan evangelizadores que utilicen “mansedumbre, respeto y buena conciencia” en sus relaciones con los demás… Quizás nos falte el amor necesario, a Jesús y a los hermanos, para transmitirles con nuestras obras el amor que Dios nos tiene. El amor que Dios les tiene.
Sexto domingo de Pascua (A)
Hechos de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17
Salmo 65
1 Pedro 3, 15-18
Juan 14, 15-21
Homilía de dominicos.orgReflexión de J.A. Pagola, y aquí
Reflexión de Ser fraile
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