¡Nos alimentamos de tantas cosas! ¡Necesitamos tanto para vivir bien! Y cada día más… Consumimos bienes y productos. Pero también experiencias que creemos indispensables. Nos nutrimos de la fama, el poder, la comodidad, el egoísmo. Cultivamos una imagen exterior –y a veces, interior- tan irreal y frustrante. Explotamos relaciones que no terminan de llenarnos. Nos absorbe el hacer, la prisa, el trabajo, el triunfo... ¿De qué se está alimentando hoy tu vida? ¿Qué consideras indispensable para ser feliz, para ser tú mismo/a? En medio de esta situación, tan cotidiana, el Resucitado se ofrece como un alimento que llena por completo; que ofrece la Vida que ninguno otro puede dar. Gratis. Sin efectos secundarios. Sin dolor añadido… Pide para hoy sentir más hambre de ese Alimento que te da vida…
Decir que Jesús es "el pan de vida" es lo mismo que afirmar que Jesús satisface plenamente todos nuestros anhelos y aspiraciones, nuestras carencias más hondas y nuestras ilusiones más elevadas: nunca más hambre; nunca más sed. Aspiración del hombre es el bienestar que proporciona el milagro del pan, el milagro económico, industrial, tecnológico. Pero también es aspiración y anhelo del ser humano la libertad. El problema está en que el "orden de este mundo", el sistema establecido, nos proporciona el pan al precio de subyugar nuestra libertad. Y así, somos una sociedad de hombres tan "satisfechos" como "esclavos" del bienestar que disfrutamos.
ResponderEliminarEste estado de cosas produce mucha satisfacción a costa de mucha perdición: se degradan las personas, las costumbres, la naturaleza, la vida, la sociedad. Y, más allá de todo esto, se difuminan y se pierden las esperanzas de futuro, sobre todo el futuro posterior al "último día". Es el irremediable sinsentido de una vida que acaba en la muerte sin esperanza.
Jesús asegura que quien cree en él, no se pierde. Ni se perderá en ese "último día". Porque la "vida eterna", de la que tanto habla el IV evangelio (Jn 3, 15 s. 36; 5, 24; 6, 40.47; 17, 2 s; etc.), es la vida plena. Si la vida es lo que más queremos y a lo que más nos aferramos, la grandeza y genialidad de la fe en Jesús está en que nos garantiza esa plenitud de vida, aspiración increíble y utópica de todo ser humano. La paz honda, la dicha inexplicable y el sosiego, incluso en las peores adversidades, es el signo más claro de la fe auténtica.(PAGOLA)
Un Pan pleno como es el Pan de Vida suscita el deseo apostólico de compartirlo. Nos damos cuenta de que Jesús es un bien que no podemos recibirlo solos, individualmente, sino que nos necesita a todos porque su riqueza es mayor de la que cada uno puede recibir. Repartirlo y compartirlo no es solo cuestión de generosidad sino de ne-cesidad, en el sentido de que sólo incluyendo a todos nos ponemos a la altura de lo que ese pan es capaz de comunicar.
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